Hellwig, llamado 'El último guerrero', era una auténtica montaña de esteroides anabolizates.j |
Por la vieja Europa no era tan conocido, pues esta
actividad no tiene tanto tirón, pero en USA era una auténtica estrella. El ‘luchador’
James Hellwig acaba de morir de un ataque al corazón. La noticia trae a la
actualidad este falso deporte que, sorprendentemente, llena en Estados Unidos
cualquier recinto por grande que sea. Se trata de lo que allí se llama
‘wrestling’ y aquí lucha libre americana e incluso `pressing catch’.
Resulta increíble que tanta gente acuda a contemplar
esta especie de farsa, colorida y espectacular, pero farsa; incluso si quienes
van a verlo saben que la cosa no es de verdad, la cosa no deja de ser farsa. Si
un espectador objetivo se sienta a ver un ‘combate’ de esta disciplina pondrá
caras de extrañeza para, finalmente, esbozar sonrisa de incredulidad y sorpresa
ante tan trolero espectáculo. En realidad todos los movimientos que llevan a
cabo los ‘luchadores’ son pura coreografía, es más, muchas veces el que es
zarandeado pone de su parte para que la voltereta sea más espectacular; por
otro lado, cuando parece que se dan golpes, no hay que fijarse mucho para
asegurarse de que no son tales, sólo son imitaciones de puñetazos y patadas,
puesto que apenas rozan al rival, haciendo que suene la cosa dando una sonora patada al suelo a la
vez que simulan el puñetazo. Y así sucesivamente con todas las llaves, mañas,
inmovilizaciones y trucos. La prueba, además de la ocular, está en el rostro de
los protagonistas, que jamás presenta huellas de los tortazos; se puede
comparar cómo acaban un combate los boxeadores y cómo lo hacen los del
‘pressing catch’, aquellos con ojos, pómulos y rostros hinchados, marcados,
amoratados y sangrantes, éstos tal y como entraron en el ring, sin una sola
mácula en sus jetas.
Lo que resulta más increíble aún es que hay gente
que se cree que se trata de una pelea verdadera, que es como el boxeo, deporte
en el que se atizan de verdad, o como la lucha greco-romana, en la que los
agarres y las llaves inmovilizan de verdad. El caso es que el público del
‘wrestling’ anima, vocea, responde a las provocaciones, abuchea y decide cuál
es su favorito, cuál es el bueno y cuál el malo. Por su parte, los actores de
la función, repletos de esteroides anabolizantes, llevan a cabo poses
descaradas, realizan ostentosos desplantes, simulan actitudes amenazantes… Visto
desde cierta distancia el show llega a provocar vergüenza ajena, puesto que la escena
recuerda a aquellos guiñoles infantiles que
se instalaban en calles y parques para solaz de ingenuos y asombrados niños (antes de Internet claro,
pues con la red a su alcance ya casi no hay nada que asombre a los chavales);
uno de los gags imprescindibles en todo teatrillo de marionetas consistía en
que uno de los personajes, el malo, aparecía siempre por detrás y garrote en
mano, provocando el griterío de los infantes que trataban de avisar al bueno; en
otras escenas, éste preguntaba “¿dónde está el lobo?”, y todos los niños
respondían “se fue por allí”. Todo esto y similares pantomimas se reproducen en
los ‘combates’ de ‘pressing’, en los que los ‘enemigos’ se encaran con la
audiencia para regocijo del respetable, y dan la espalda al ‘rival’ que, claro,
se levanta y ataca a traición por más que grite el público avisando de la
artera maniobra. Sea como sea, resulta tan evidente que no existe verdadera
pelea que sorprende el hecho de que haya quien se trague a pies juntillas la
realidad de las mañas y los golpes; sin embargo así es, gran parte de la
concurrencia está convencida de que hay auténtica contienda, y por eso anima y
se desgañita, abuchea e insulta desaforadamente, convencida de que el resultado
lo deciden las artes luchísticas de los supuestos púgiles que suben al
cuadrilátero.
De manera risoria también se suman a la función los
‘árbitros’, los cuales invariablemente tienen aspecto de ‘pringadillos’ que no
se enteran; siempre están de espaldas cuando uno hace alguna marrullería, jamás
intervienen, amonestan o descalifican aunque se usen ‘armas’ o se siga la
‘lucha’ entre el público; son figuras decorativas. E igualmente los
comentaristas de televisión: en una cadena deportiva con nombre muy europeo se
retransmitía una de estas falsas peleas cuando el locutor se dejó decir “le ha hecho
polvo el pedúnculo del flóculo”…, y ello sin que se le escapara la risa ni le
diera un poquito de vergüenza. Será que hay tomárselo así.
Finalmente hay que dejar claro que esto no es un
deporte, algo que los propios dirigentes y practicantes no ocultan: en el siglo
pasado unos agentes antidopaje se presentaron poco antes del inicio de uno de
estos sainetes con intención de hacer los preceptivos análisis, sin embargo, los
inofensivos gladiadores y los que viven a su alrededor se negaron a colaborar aduciendo
que el ‘wrestling’ no es deporte sino espectáculo, y por tanto no hay lugar
para vigilar a los practicantes. Como es evidente, los imitadores presentan un
aspecto que no deja dudas: sus corpachones están moldeados a base de esteroides
anabolizantes.
Si se disfruta con las artes escénicas ligeras, con
el vodevil, con las coreografías de estos púgiles de opereta, bien está, aunque
para ver teatro con ínfulas de realidad, ahí está la política.
CARLOS DEL RIEGO
¡Si mi abuela levantara la cabeza! Ella era muy aficionada y se escapaba, contraviniendo la prohibición del pater familias, a las veladas de "lucha libre" (así se llamaba entonces), que se hacían en la plaza de toros, con luchadores, sobre todo, mejicanos, bastante fondones, por cierto. Se ve que los anabolizantes no estaban tan a mano como ahora.
ResponderEliminarSí amigo Alfonso, a un tío mío también le gustaba mucho, y tenía incluso un luchador favorito que se llamaba Morlans. Una vez me llevó y recuerdo que 'el malo' sacaba algo duro que tenía escondido y con ello atizaba al contrincante en la cabeza..., lógicamente lo veía todo el mundo excepto el árbitro, que casualmente siempre estaba de espaldas cuando el 'tramposo' usaba su arma y sólo se volvía cuando volvía a esconderla. ¡Y la mayor parte de la gente se lo creía! Claro que de eso hace cuarenta años lo menos.
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