Baldomera Larra, inventora de la estafa piramidal. |
Si uno se pone a investigar encontrará en los libros,
crónicas o anales muchos nombres de mujer, muchos más de los que se suele
pensar, aunque muchos menos de los que debiera encontrarse. Hace casi dos
milenios una pelirroja puso de rodillas a las legiones romanas; quinientos años
atrás una india centroamericana resultó decisiva en la conquista de América; y poco
más de un siglo ha pasado desde que la hija de un célebre escritor organizara
el primer timo bancario piramidal de que se tiene noticia.
Malinche entre Moctezuma y Cortés (Códice florentino) |
Boudica era hija del rey de los icenos (celtas), en el
este de la Britania del año 60 después de Cristo. Al morir su padre, los
romanos rompieron todos los pactos y atacaron, quemaron, masacraron y se
llevaron a los supervivientes como esclavos; Boudica fue azotada y violadas sus
hijas en su presencia…, pero los romanos cometieron el error de dejarla con
vida. Alta y fuerte, con voz profunda, mirada encendida y una larga melena
roja, dotada de gran inteligencia y personalidad (así la describen los
historiadores romanos), la imponente guerrera céltica consiguió que su pueblo y
otros vecinos la eligieran su jefe de guerra. Resulta absolutamente insólito
que los feroces y belicosos celtas se sometieran a la obediencia de una mujer,
pero ¡habría que ver a aquella dama inglesa! El caso es que al frente de las
hordas celtas, Boudica tomó una ciudad (arrasando y matando a todo bicho
viviente) y derrotó a las tropas que iban a en su auxilio; luego se dirigió a
Londinium (Londres), no dejando piedra sobre piedra ni habitante vivo. Después
de otras hazañas de este tipo, los celtas aceptaron batalla en campo abierto, donde
fueron derrotados por las legiones romanas, mucho más disciplinadas y
organizadas. Escriben los historiadores que los legionarios estuvieron horas y
horas persiguiendo, acuchillando, rematando. Boudica prefirió envenenarse.
Cayó, pero consiguió avergonzar a más de un general, derrotado por una ‘mulier’
y entró tanto en la Historia como en la leyenda.
Estatua de la reina Boudica, que humilló a las legiones romanas hace dos milenios. |
Baldomera Larra era hija de Fígaro, el Pobrecito
Hablador, Mariano José de Larra. Se casó con el médico de Amadeo de Saboya,
pero al renunciar éste, él se largó también, a Cuba, dejándola con sus hijos y sin
recursos. Pero la señora era de las que saben ingeniárselas. Un día pidió a una
vecina prometiendo devolver el doble un mes después, y lo cumplió, de modo que
empezó a correrse la voz de que Baldomera era capaz de multiplicar panes y
peces. Al poco hubo de abrir oficina con empleados. Su estrategia era toda una
innovación: la gente le llevaba sus ahorros (o sus fortunas, pues picaron muchos
pudientes) y al mes siguiente entregaba un interés del 30%; lógicamente, ella
no aportaba nada, sino que con lo que imponían los nuevos incautos pagaba a los
primeros primos. La cosa crecía y crecía, y ella, ‘la madre de los pobres’, la
propietaria de la Caja de Imposiciones, pagaba religiosamente, era amable con
sus clientes y tan simpática que la gente hacía cola para entregar sus dineros;
muchos retiraban sólo los intereses, pero muchos otros ‘reinvertían’ hasta esos
réditos. Todos se hacían lenguas de esta “excelentísima señora”. A primeros de
diciembre de 1876, Baldomera fue al teatro con unas amigas, y a su casa al
terminar la función; recogió los beneficios (unos ocho o diez millones de
pesetas), hizo la maleta, tomó el tren, y ¡adiós Madrid! Los primos fueron a
exigir el reintegro y se encontraron con las cajas vacías. A partir de aquí las
versiones discrepan; hay quien afirma que se fue a Suiza y luego, pensando que
nadie se acordaría de ella, se instaló en Francia, donde fue reconocida y extraditada
a España; otros que fue ella, motu proprio, la que, empujada por los
remordimientos, se entregó. Fue condenada e ingresó en prisión, pero se puso
enferma, de modo que los que la adoraron primero y luego echaron pestes de
ella, clamaron ahora por su liberación. Apenas pasó unos meses entre rejas. Al
salir se fue a Cuba o a Argentina y no volvió…, o simplemente se quedó en casa
de su hermano desapareciendo de escena. Ponzi, Banesto, Fórum Filatélico o
Bernard Madoff fueron algunos de sus alumnos aventajados. Pero ella fue la
pionera.
Malintzin era una india de la zona de Tabasco, cerca
de la península de Yucatán. Hija de un reyezuelo, al morir éste su madre volvió
a casarse, y en cuanto nació otro hijo, vendieron a la niña a unos indios de
Xicalango, los cuales la vendieron a otros de Tabasco, quienes la ofrecieron
como presente a Hernán Cortés junto a otras mujeres. Era “una muy excelente
mujer (…) de buen parecer, entremetida y desenvuelta”, según apunta uno de los
pocos autores que la conocieron personalmente, Bernal Díaz del Castillo.
Malintzin fue conocida como Malina y, al bautizarse, Marina. Cortés vio pronto
que se trataba de una mujer excepcional, inteligente y con fuerte personalidad;
además, sabía dos idiomas, por lo que el conquistador la tuvo a su lado durante
casi toda la conquista; ella hablaba náhuatl y maya tras haber sido esclava en
varios lugares, y un español que había sido prisionero de los mayas sabía maya,
por lo que Hernán Cortés tenía ya modo de comunicarse. Sin embargo, doña Marina
(así se refiere a ella Bernal) aprendió castellano en muy poco tiempo, con lo
que casi nunca se separaba del extremeño, tanto que incluso le dio un hijo,
Martín Cortés, el primer hispanoamericano conocido. Fue la intérprete entre
Moctezuma y Cortés y facilitó enormemente los intercambios y diplomacias, y
gracias a sus dotes se evitaron muchos enfrentamientos. Murió antes de cumplir
los 30, pero el vencedor del imperio azteca siempre tuvo palabras de elogio
para ella: “Después de Dios debemos la conquista de Nueva España a doña
Marina”. Hoy, ‘malinche’ es en México sinónimo de traidor o de amante de lo
extranjero; sin embargo, hay que recordar que México no existía, lo que había
allí eran múltiples pueblos siempre en guerra, o sea, para ella, tan
extranjeros eran los mexicas como los españoles; por otro lado, había sido
repudiada por sus padres, vendida como esclava y utilizada como tal hasta que
llegó a Cortés, que fue el único que la trató como ser humano y que ella vio
como liberador. Así, ¿a quién debía más fidelidad Malintzin?
Sea como sea, ¡qué tías!
CARLOS DEL RIEGO
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