'Tarjeta roja para la Fifa, no a la copa del mundo sin derechos de los trabajadores', se lee en esta protesta. |
Como todos los aficionados saben, salvo sorpresa o
catástrofe Catar acogerá el mundial de fútbol en 2022. Ahora, nueve años antes
de su celebración y varios después de su designación, los responsables de la
federación internacional, la Fifa (organismo multinacional dedicado a hacer
dinero), acaban de darse cuenta de que en aquel país hace mucho calor durante
los meses de verano, por lo que han recurrido a desbaratar todo, anunciando que
no se disputarán los partidos en julio y agosto, sino en meses invernales.
Lógicamente se alteraría el normal funcionamiento del resto de las
competiciones, tanto nacionales como internacionales.
Realmente es difícil de explicar cómo se otorga la
celebración de evento tan importante a un país donde los Derechos Humanos son
pisoteados desde las leyes (no es que no sean esos derechos agredidos en países
democráticos, pero al menos sus leyes los protegen), donde las mujeres apenas
tienen mejor consideración y más derechos que los camellos, donde domina una
monarquía absoluta, donde eso de democracia suena a chiste, donde la sharia (la
ley islámica) se aplica sin piedad en muchos campos, donde existe una censura a
todos los niveles de la sociedad, donde los trabajadores indios, pakistaníes,
malayos… no pueden entrar ni salir del país sin el permiso de algo parecido a
su ‘dueño’ y trabajan en condiciones de práctica esclavitud. Es difícil
entender cómo se ha otorgado la organización de acontecimiento tan señalado a
un país con casi un tercio menos de territorio que la provincia de León.
Sólo hay una razón que explique tan disparatada
concesión, una razón que es la más antigua, la más evidente, la más tópica y
chabacana de todas las causas: el parné. Gracias a que Catar puso sobre la mesa
sus inagotables reservas de petrodólares, los gerifaltes de la empresa Fifa no
tuvieron duda a la hora de elegir. No importa lo más mínimo ninguna otra
consideración, ya sea social o climática, lo único que interesa la guita.
El problema es que todos los organismos dedicados a
la celebración de competiciones internacionales se rigen desde hace tiempo por
ese único condicionante, y la prueba es que se haya designado a Tokio como sede
de los Juegos Olímpicos de 2020; no importó que las aguas y tierras cercanas a
la capital nipona estén contaminadas para los próximos milenios ni que el año
en que se le concedieron los juegos Japón ejecutara a no menos de una docena de
reos, nada de eso, lo único que se consideró, lo único que convino a los
tragabuches heliogábalos de la Fifa fue que el país del sol naciente sacó una
bolsa con el símbolo del dólar más grande que nadie.
Por otro lado, bueno será recordar que esas
multinacionales (Fifa, Uefa, Coi) son algo así como organizaciones al margen de
las leyes de los países que organizan sus competiciones, algo así como estados
dentro de los estados. Como todo aficionado sabe, cuando se conceden esos
campeonatos se exige al país anfitrión que no se meta en la contabilidad, es
decir, que Fifa S.A. ó Coi S.A. ponen como condición sine qua non que nada de
pagar impuestos, nada de que dar cuentas de ingresos y gastos, nada de
fiscalizar las cantidades, nada de revisar los libros de cuentas. Pero lo peor
del asunto es que los gobiernos de los países que acogen los acontecimientos
deportivos aceptan tan leoninas condiciones sin rechistar. Por eso se puede
afirmar que las mencionadas multinacionales funcionan como estados, y por eso
negocian de igual a igual con presidentes de nación, es más, seguro que exponen
sus condiciones con actitud arrogante y chulesca, mientras los políticos (otras
veces tan soberbios) se inclinan sumisos.
El asunto de Catar es el paradigma de lo que impera
en la gestión del deporte a todas las escalas. Curiosamente, lógicamente, los
dirigentes de esos organismos ya son como políticos, por lo que actúan con el “sostella
y no enmendalla”, porque viven al día y no tienen en cuenta problemas y
contingencias previsibles hasta que les estallan en las manos, porque tienen por
encima de todo su provecho personal y el de ‘los suyos’, porque una vez que
trincan poltrona se quedan adheridos para siempre y sólo la dejan para aceptar
una canonjía… Sí, sin duda aquellas organizaciones que fueron deportivas y si
ánimo de lucro se han convertido en multinacionales que tratan con los estados
no ya de tú a tú, sino desde una posición altanera y engreéda, pues se ven en
un plano superior: se sienten ‘superestados’.
CARLOS DEL RIEGO
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