Quién iba a pensar que el teléfono móvil se iba a convertir en otro miembro del cuerpo |
Solamente mirando hacia atrás y comparando con lo
que hoy se ve se puede apreciar la dimensión e importancia de los cambios; la
sociedad, los modos de pensar, las preferencias, las inquietudes…, todo cambia.
Y la velocidad con que esas mutaciones se suceden influye también en el peso
del cambio en las poblaciones; además, los cambios tecnológicos (cada día más
veloces) son los que más suelen afectar a los pueblos.
Se puede mirar atrás y comparar sin valorar si esto
o aquello es mejor. ¿Quién iba a pensar hace tres décadas que el teléfono móvil
iba a convertirse en un miembro más de la persona?, desde luego los guionistas
de cine, escritores y visionarios no, pues ninguno de ellos vaticinó nada
parecido al móvil (ni, claro, ningún otro dispositivo electrónico). ¿Quién
podía suponer que los pantalones caídos, tipo Cantinflas, serían como uniforme
para adolescentes y veinteañeros? ¿Quién hubiera imaginado que las mujeres
(jóvenes y no tanto) adoptaran papeles tan masculinos (hasta ahora) como la
agresividad, la pose de duro o la búsqueda permanente de sexo hasta tomar todas
las iniciativas? ¿Quién se creería entonces que la tendencia hoy es hacia lo
virtual en perjuicio de lo real, que se podría leer, escuchar música, jugar,
viajar… sin libro, disco, pelota o vehículo?
¿Quién se hubiera aventurado a decir que la comida
sería producida en laboratorios a base de componentes sintetizados
artificialmente? Tal cosa demuestran los diversos experimentos que se están
realizando (a marchas forzadas) para conseguir hamburguesas sin carne pero con
sabor, textura y aspecto ‘virtualmente’ iguales. En esto de la alimentación los
cambios han sido rotundos, radicales, e indican que llegará un día en que la
carne engendrada en matraces y probetas tenga un sabor más parecido a la carne
que la procedente de vacas, pollos o cerdos, y las empresas conseguirán colocar
sus inventos sin esfuerzo. Igual que los productores de transgénicos (¿quién
habría predicho que serían patentadas semillas estériles para que nadie pudiera
sembrar sin pagar?), que ya están vendiendo sus creaciones sin que nadie se dé
cuenta; por ejemplo, no hace tanto que, cuando un ama de casa (terminología de
la época) compraba un kilo de fresas inundaba de olor a fresa desde el portal a
la azotea, mientras que hoy se pasa junto a cien kilos de fresas en el súper
sin el menor rastro del reconocible aroma; no hace tanto se compraban
cacahuetes (bolsas o cucuruchos) cuyo ondulado estuche presentaba variedad de
contenido, pues tenía un fruto, dos, tres, cuatro e incluso cinco, mientras que
hoy sólo hay cacahuetes de uno o dos frutos, nada más, ni uno se sale de la
norma; no hace tanto los plátanos se podían abrir sin esfuerzo y sin cuchillo,
pero hoy es imposible no abrir sin usar herramienta. ¿Por qué?, porque se diseñan
fresas, cacahuetes y plátanos siguiendo exclusivamente criterios económicos, y
relegando lo demás (sabor, nutrientes) al saco de lo desdeñable. Son sólo tres pequeños
pero significativos ejemplos, de modo que se podría seguir largo rato
enumerando lo que era y lo que es el condumio de cada día; desgraciadamente lo
modificado genéticamente será impuesto: de un modo u otro obligarán a comprar y
tragar transgénico.
Lo malo es que a estos cambios en la sociedad, en la
vida, hay quien se opone, quedándose aislado y relegado al vagón de las
rémoras; y lo bueno es que abunda más quien acepta y asimila unos cambios y se
resiste a otros, con lo que con aquellos logran mantenerse en el momento. Las
transformaciones son inevitables, es decir, a la larga se imponen, y la gran
mayoría de ellas (ya sean sociales, tecnológicas, de pensamiento) son
beneficiosas para personas y sociedades, aunque puede suceder que a la vista de
sus consecuencias terminen abandonándose. Sea como sea, en la sociedad como en
la naturaleza, quien no consigue adaptarse al cambio (aunque no lo acepte) está
condenado a la extinción.
CARLOS DEL RIEGO
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