Televisión e internet son los herramientas más utilizadas para engañar y estafar, pero no sólo por los delincuentes reconocidos, sino que grandes empresas se apuntan al timo |
Los tribunales de justicia de la Unión Europea acaban de
condenar a varias empresas por premiar a un usuario exigiéndole un pago previo
a la entrega de lo ganado; es decir, se anuncia al agraciado que ha ganado el
premio X, pero para recibirlo tiene que hacer una llamada a uno de esos
teléfonos de coste desmesurado. Las empresas, mostrando una postura execrable y
despectiva para con el consumidor, trataron de disculparse explicando que no es
que quisieran ganar dinero con esas llamadas, sino que pretendían recabar datos
del premiado-víctima con el fin de poder largarle toda la propaganda posible, y
de paso, facilitar dicha información a otras empresas para que inunden al pobre
ganador de la recompensa-trampa (por cierto, si sólo querían esa información,
¿por qué exigían marcar un número de los de sobrecoste?).
La cosa no es nueva, de hecho, las empresas siempre han
recurrido a agencias de propaganda con experiencia en este tipo de artimañas,
basadas en el engaño, en el truco de prestidigitación con el que consiguen que
mires a una mano mientras te meten la otra en el bolsillo. No hace mucho,
firmas de gran renombre en España llamaban al pobre ciudadano asegurándole que
en unos días iría a visitarle uno de sus agentes para entregarle un premio a su
fidelidad, a la confianza depositada en ellos al haber comprado alguno de sus
productos o por tener la tarjeta de los grandes almacenes XX (o cualquier otra
engañifa). Después de preguntar mil veces “¿pero va a intentar venderme algo?,
porque no voy a comprar nada”, el teléfono contesta “nada, no se preocupe, es un
regalo, no tendrá que desembolsar nada de nada”. Ya en casa del primavera, tiran
el cebo: “un viaje de regalo”, explica con gran sonrisa el comercial, y añade
“sólo tendrá que pagar el hotel”…; otra firma hizo idéntica oferta pero
regalando el hotel para que el primo se hiciera cargo “sólo” del viaje. Cuando
la negativa a pagar nada convence al sufrido viajante, éste trata de salvar al
menos el tiempo gastado y pide que, al menos, se le conteste a una pequeña
encuesta. Claro que lo máximo son los anuncios que comunican con alborozo que
se ha ganado un maravilloso crucero, y que sólo hay que pagar el camarote y la
comida, las tasas portuarias y el seguro…; o sea, ¿qué ha ganado el pobre
pringao si ha de pagar cama, manutención y los gastos obligatorios? Lo malo es
que este tipo de estafa suele ir dirigida a las personas mayores, mucho más
fáciles de embaucar.
Capítulo aparte merecen esas impresentables cadenas de
televisión que ponen en marcha concursos amañados. Un presentador habla a toda
velocidad en un decorado multicolor y hace una pregunta más o menos sencilla,
animando a que se llame al número indicado y prometiendo una suculenta
recompensa; pasa el tiempo y el locutor sigue voceando su agresivo y
descerebrado soliloquio, pero sin dar paso a llamadas de participantes en el
sospechoso concurso, y eso a pesar de que un incauto ha llamado y le han dicho
que le darán paso rápidamente, sólo tiene que esperar a otros cinco
concursantes que están antes que él…, sin embargo, nadie entra en directo, de
forma que, cansado de tener el auricular pegado a la cara y de mal humor, el
ingenuo decide colgar; y el tiempo que el timado deja pasar antes de cortar la
carísima llamada está en función directa a su edad.
Lo curioso es que muchos saben que es una estafa, pero se
prestan a ser aligerados de cuartos, como si quisieran que alguien les hiciera
caso incluso a cambio de dinero y de pasar por tontos. Y en este mismo sentido
están los adivinos y curanderos, los astrólogos y los que echan las cartas,
tanto televisivos como los que usan otros caminos para engañar a los crédulos e
ignorantes; ¡hay que estar descolocado para creer en esa patulea de
sinvergüenzas mentirosos! El gran escritor satírico Francisco de Quevedo ya
escribió hace unos cuatrocientos años algo así como que “las rayas de la mano
sólo indican que la mano se dobla por la palma y no por arriba; y si hay
quirománticos que adivinen el futuro según esas rayas, ¿por qué no hay
nalguimánticos, frontimánticos o pescuecimánticos”.
Claro que hay compañías que estafan de modo más sibilino,
como por ejemplo la telefónica que instala, sin avisar, servicio de contestador
automático (y otros), de forma que cuando el consumidor llama para preguntar
por qué, se le contesta que es un servicio gratis (claro, si llamas y no hay
contestación ellos no ganan, pero si llamas y salta el contestador, ganan); con
el mismo argumento, uno podría ir a la sede de aquella empresa y pintarla de
arcoiris, y cuando alguien increpara al pintor bien podría respondérseles que
se trata de un servicio gratuito…
En fin, ni cien ojos salvarán al ciudadano de uno u otro
modo de estafa. Lo peor es que ésta viene de delincuentes, de compañías de gran
prestigio y de los abundante gobiernos que nos obligan a mantener. Y apenas hay
defensa, pues lo normal es que el descarado timador cuente con departamento
jurídico (empresas, gobiernos, organismos) para encargarse de las ovejas que se
atreven a protestar. Descorazonador.
CARLOS DEL RIEGO
Respecto a los timoconcursos televisivos, recuerdo cuando comenzaron a emitirse antes de la TDT en canales de la extinta "Telesierra" que se ubicaba en Tres Cantos. Se veía claramente la estafa y pronto desde una cadena generalista (creo que Antena 3) se produjo un programa de investigación que desenmascaró la estafa, entrevistando incluso a una de las presentadoras, lo cual creo recordar que trajo consecuencias legales para los dueños de telesierra. Me pareció fenomenal hasta que dos o tres años después, cuál sería mi sorpresa que las cadenas generalistas (A3, T5, La sexta, etc...) ¡¡¡hacían el mismo tipo de programa!!! Un caso más de doble moral televisiva, de estos que tanto abundan últimamente
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