domingo, 16 de noviembre de 2014

PINK FLOYD Y SU ¿ÚLTIMO DISCO? Ha sido un acontecimiento global, puesto que Pink Floyd es una de las bandas más importantes de la historia del rock; ‘The endless river’ acaba de aparecer y, dicen, será su último y definitivo disco, aunque ¡quién sabe! Es un buen trabajo, pero…

Gilmour y Mason son los que decidieron editar el disco como homenaje póstumo a Wright, y sin contar con el malhumorado Waters
La primera impresión es que no cabe la duda: es Pink Floyd. Sin embargo, a medida que se suceden los cortes se va teniendo una extraña sensación, como si el álbum estuviera confeccionado a trozos, como si tomara un poco de allí, de este, de aquella…, pero no como si Pink Floyd se plagiara a sí mismo canciones o trozos de canciones, sino como si cogiera ideas, es decir, como si rescatara ambientes, arreglos, coros, cambios y cortes, recursos y efectos, ritmos y sonidos. De este modo, a lo largo del disco, el aficionado experto (el veterano) encontrará ecos de algunos de los discos emblemáticos de la banda. A veces parece que un tramo de canción podría haber ido en el ‘Meedle’ y otro en el ‘Oscured by clouds’, ese cambio y esa atmósfera suena mucho a ‘Dark side of…’ y esta textura instrumental no deja de recordar a ‘Wish you…’; claro que peor es cuando deja de parecerse a sí mismo y toma aires a lo Mike Oldfield (que no es necesariamente peyorativo) hasta acercarse a la ‘new age’ o al ‘chill out’ y perderse en murmullos más bien insustanciales, casi planos.


Mal, no se puede decir que ‘The endless river’ esté mal: suena inequívocamente a Pink Floyd y resulta muy familiar (tal vez demasiado) y, además, todo está hecho con clase y buen gusto, pero deja dudas, cierta inquietud, como si estuviera incompleto, como si le faltara algo, tal vez el remate, quizá un poco más de chispa…, incluso es posible que se note la ausencia de Roger Waters; ególatra y soberbio, dictatorial y engreído, sí, pero él fue quien proporcionaba esa guinda que convertía melodías en emblemas (por poner un paralelismo, las canciones de Lennon y las de McCartney nunca fueron tan buenas, tan redondas, tan cercanas a la perfección como las de Lennon-McCartney). Además, todas excepto una son instrumentales, y como quiera que Waters era el encargado de las letras… Sí está David Gilmour, cuyas guitarras dicen Pink Floyd en cada acorde, en cada punteo; y también Rick Wright, el desterrado por Waters, con su inconfundible tratamiento del sinte y el órgano (hay que recordar que las bases del disco están tomadas de los descartes de su anterior trabajo, cuando Wright aun vivía); y no falta Nick Mason aportando ese toque preciso y calmado…, no en vano en su tiempo se llegó a decir que Pink Floyd gustaba tanto y ‘entraba tan fácil’ porque sus ritmos podían superponerse al latido de un corazón en reposo…

El disco malo no es, nada de eso, pero da la impresión de que no acaba de arrancar, de que presenta muy prometedores inicios que, finalmente, no terminan de tomar camino, no desembocan… Contiene algunas piezas francamente buenas que son Pink Floyd inequívocamente, al cien por cien. Y este es precisamente su principal valor, puesto que sus incondicionales van a reconocer a su grupo favorito desde el primer teclado, y también se reencontrarán con esas voces que hablan de manera tan ‘pinkfloydiana’, el clima enigmático, las guitarras, sintetizador y ritmo, el saxo…, todo perfectamente identificable. Pero falta algo, un poco de tensión, una pizca de nervio, un toque genial que lo eleve por encima de productos perfectamente previsibles; asimismo, aunque algunos de sus títulos mantienen el nivel, no cabe duda de que otros se antojan un tanto desmayados, carentes de emoción y, a la vez, excesivamente atmosféricos y etéreos, demasiado ‘ambient’, vamos. En fin, que el disco se puede dejar sonando en su integridad y se escucha sin esfuerzo, pero no proporciona sobresaltos emocionales, los temas se suceden sin que pase gran cosa, apenas obliga a echar un vistazo a los créditos para identificar la que suena, y difícilmente dejará huella en ese fan que aún se emociona con lo que la banda lanzó hace cuatro décadas. 

No es que se esperase otro ‘Dark side of the Moon’, pero después de tantos años sin novedades, quien se maravilló ante los portentos que el cuarteto regaló durante los setenta del siglo pasado tal vez se hubiera hecho ciertas ilusiones, sobre todo teniendo en cuenta que el álbum se anuncia como el definitivo de Pink Floyd.

Este ‘Río sin fin’ no está mal, pero…    
       

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 12 de noviembre de 2014

LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN, EL FIN DE LA LOCURA COMUNISTA Se conmemora estos días el vigesimoquinto aniversario de la caída del Muro de Berlín, un hecho que, además de su significado para Alemania, resultó ser la confirmación del inminente colapso de la Unión Soviética, o sea, del comunismo.

La caída del muro de Berlín fue la escenificación del estrepitoso colapso de la URSS y el comunismo
La cosa ocurrió un poco por casualidad (tras las palabras un tanto aturulladas de Günter Schabowsi), pero lo cierto es que después de la llegada de Gorbachov, de la perestroika y el glasnost, el muro estaba condenado…, y con él el máximo representante del comunismo, la Unión Soviética. Así, puede afirmarse que, tanto o más importante que lo que supuso para Alemania, aquel emblemático derribo señaló un punto de inflexión en el devenir histórico de la Humanidad.  

Hace unos días un músico de la antigua RDA, Wolf Biermann, ofreció una pequeña actuación en el Bundestag (el parlamento alemán), pero además de cantar, el artista aprovechó para arremeter contra la izquierda (die Linke) calificándola como “resto miserable de lo que, por suerte, ya está superado”, palabras (seguramente injustas con esa izquierda) que muestran que el hombre tenía aun muy presente la dictadura comunista. La caída del Muro de Berlín fue, en fin, la estrepitosa escenificación de la caída del comunismo, colapsado por sí mismo, por su propia naturaleza, por sus propios principios, por su propio totalitarismo…, por su propia locura.

Fueron más de siete décadas de un estado dictatorial, extremadamente violento y paranoico hasta el delirio (la barbarie nazi, la más atroz de la que se tiene noticia, no exculpa otras salvajadas tal vez menos reconocidas). Términos como la Cheka y el Terror Rojo (“su trabajo debe abarcar todos los ámbitos de la vida pública, ese es el sentido del terror” escribió Dzierzynski, que añadió “mi pensamiento me ordena ser terrible y yo seré fiel a mi pensamiento hasta el final”); lugares como Siberia y el Gulag (en poco más de un año Yezov, borracho y violador, ordenó tres cuartos de millón de ejecuciones y millón y medio de deportaciones a Siberia), o como Katyn (donde Lavrenty Beria, durante la Segunda Guerra Mundial, ordenó fusilar en masa a unos veintidós mil polacos, entre militares, policías y civiles, aunque de su NKVD, luego KGB, no se libraron judíos, húngaros, bálticos…); colectivización agraria (diez millones de campesinos muertos), ‘Holomodor’ (el holocausto ucraniano), purgas…, son palabras y siglas, en fin, inevitablemente asociadas a la locura soviética. Locura que describió Stalin cuando dijo: “Exterminaremos a todos y cada uno de nuestros enemigos, sean antiguos bolcheviques o no; exterminaremos a todos sus parientes y a toda su familia; exterminaremos sin misericordia a todo aquel que, con ideas o con hechos, amenace la unidad del estado socialista”. Más claro no puede expresarse. Y no fueron sólo palabras, pues aquella demencia fanática se llevó por delante a enemigos reales o imaginarios, a camaradas del partido y comunistas convencidos (incluyendo líderes como algunos de los mencionados), militares de todas las graduaciones, escritores y todo tipo de intelectuales, pueblo llano sospechoso (en realidad todo el mundo era sospechoso)…, nadie estaba a salvo.

Esa locura ciega y estúpida llegó a enviar a Siberia (y a la cárcel a sus familiares) a los prisioneros soviéticos que el ejército rojo liberó de los campos de concentración nazis al final de la guerra, pues se les acusaba de haberse rendido (casi siempre por falta de munición, comida, combustible…), y de no haberse suicidado antes que caer preso. Es más, si un carro de combate T-34 era alcanzado y estaba en llamas, se exigía que los que iban dentro se quedaran dentro y se quemaran con su vehículo, de modo que quien conseguía salir del tanque incendiado era degradado, insultado y duramente castigado; incluso se escribieron cancioncillas que aludían a este hecho: “¿Por qué no te has quemado junto con tu tanque, hijo de perra?, me preguntó el Departamento Especial, y yo respondí que en el próximo ataque no dudaré en quemarme”. Por cierto, todo esto se sabe gracias a la obsesión de todos los órganos comunistas (partido, Kremlin, KGB, Smersh y demás nomenclatura) por exigir y archivar informes.    

Es oportuno volver a recordar que el modelo político del fascismo es idéntico al modelo político del comunismo, basados ambos en la total ausencia de democracia, derechos y libertades; la diferencia entre uno y otro reside en el sistema económico, aquel capitalista y de mercado libre, éste planificado por un gobierno poseedor de todos los medios de producción. Y por eso terminó cayendo el muro (erigido “para proteger al pueblo de la amenaza capitalista-fascista”, según dijeron las autoridades de la Alemania Oriental), ‘die Mauer’ cayó porque no es posible el comunismo, porque es contrario a la libertad de pensamiento, de expresión, de asociación, de movimiento… Cierto que el capitalismo está a años luz de ser perfecto, cierto que los sistemas democráticos no son perfectos, pero siempre serán mejores que un régimen en el que no hay derechos individuales. 

Cualquier persona que, instalada en las libertades de una democracia occidental, se diga comunista, no hubiera durado (no duraría, aun hoy) una hora en aquella locura, pues bastaría que hablara para ser inmediatamente detenido y…


CARLOS DEL RIEGO

lunes, 10 de noviembre de 2014

EL IMPARABLE AUGE DE LAS BANDAS-TRIBUTO Es una buena opción si se quiere disfrutar con canciones contrastadas, con títulos que gusta tocar y escuchar siempre, es una buena opción si no se tienen más pretensiones que pasárselo bien en escena recreando creaciones de otros: es la banda-tributo.

Todo un clásicio en el campo de la imitación, el 'impersonator' de Elvis
Todo músico es antes aficionado, es fan de otros que hicieron música antes que él; de hecho, todo el que se cuelga una guitarra lo hace porque previamente había escuchado y admirado. Es decir, la historia de la música rock y pop es una continua combinación entre imitación y evolución. Y por eso, la figura del admirador es una verdadera constante.

Quién se atreve a decir si es Freddy o un imitador

Por otro lado, en el planeta del rock, el pop y otros géneros cercanos es muy habitual que el grupo o solista toque mayoritariamente sus propias composiciones cada vez que sube a un escenario; esto no sucede, sin embargo, cuando se trata de una banda de jazz ni, evidentemente, cuando quien ejecuta es una orquesta sinfónica o cualquier formación de violines, atriles y partituras. Es decir, en la música clásica el compositor rarísimamente es también el ejecutante, entre otras cosas porque las orquestas, grupos de cámara, quintetos de cuerda o bandas municipales se inclinan siempre o casi siempre por interpretar piezas escritas por músicos ya desaparecidos. De igual modo, dentro de unos pocos años los grandes nombres de la historia del pop y el rock pasarán a la categoría de leyenda, o sea, dejarán este mundo, con lo que sus creaciones se convertirán en patrimonio de la Humanidad, lo que significa que todo el que lo desee podrá grabarlas y recrearlas sin tener que pagar derechos de autor. Cuando vaya llegando ese momento, cuando el tiempo se lleve a los mitos, se multiplicarán los grupos centrados en repertorios concretos y, seguro, gozarán de enorme aceptación.

Sea como sea, en los últimos años han florecido por todas partes las bandas-tributo. Buscando el máximo parecido posible al ‘original’ en vestimentas, peinados, puesta en escena y estética en general, estos combos ofrecen los repertorios más demandados por una audiencia que ya sabe qué es lo que va a ver y escuchar. Algunos se presentan como auténticas fotocopias, mientras que otros van un poco más allá y no hacen ascos a una buena y cariñosa caricatura; de hecho, hay integrantes del original que aplauden y bendicen a esos que quieren ser sus dobles. Claro que hay nombres y grupos que se prestan más a la imitación que otros; por ejemplo, en el caso del Elvis el imitador es prácticamente un profesional con horario y sueldo, y por eso abundan en todo el mundo los concursos de ‘impersonators’ del rey.

De este modo, tirando de melodías infalibles, los repertorios son inevitablemente muy agradecidos, pues están integrados por temas célebres y siempre celebrados, o sea, el público se lo pasa en grande cantando sus estribillos favoritos, hasta el punto de que hay quien se llega a olvidar de que lo que tiene delante es un remedo, una copia. Habitualmente los integrantes de estas formaciones son buenos músicos, respetuosos y admiradores de sus ídolos, encantadores muchas veces…, pero imitadores al fin. Sin embargo, este hecho no les quita su mérito, su valor, su acertada propuesta para disfrutar de un buen concierto. La banda-tributo es un medio excelente para que el espectador tenga una idea de cómo debían ser los auténticos; cierto, innegable, el genio pertenece al verdadero y como éste no hay nada, pero también tendrán algo los sucedáneos cuando son capaces de llenar incluso grandes recintos.

En fin, con el grupo que se dedica exclusivamente a recrear lo que crearon sus ídolos, el personal la goza cantando, saltando y bailando, recordando y pagando menos; y por su parte, los que están en escena la gozan cantando, bailando, recordando y cobrando menos. Todos contentos.  
  

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 5 de noviembre de 2014

ENCUESTAS: LOS ORÁCULOS DE LA ACTUALIDAD Sorprende que gentes bien informadas, ilustradas, cultas, se traguen a pies juntillas lo que dicen las encuestas; es lo mismo que sucedía en otros tiempos, cuando todo el mundo se creía sin la menor duda los vaticinios de los adivinos.

Las encuestas son el equivalente a los oráculos y adivinos de antaño (la viñeta de Astérix reproduce el cuadro 'Lección de Anatomía...' de Renbrandt)
Las posibilidades de acierto del augur ayer son parecidas a las de los sondeos hoy
Antiguamente los augures recurrían a sacrificar un animal y mirar en sus entrañas para  adivinar el futuro (entre otras ‘técnicas’). Hoy las entrañas del animal son las encuestas, y con ellas creen que predicen el futuro los adivinos de la actualidad, que son tanto las empresas que se dedican a preguntar como los medios de comunicación y los partidos políticos, que son los que se encargan de ‘interpretar’ los resultados.

Así, es tanta la fe que se tiene en el sondeo que, después de interrogar a una serie de personas, los medios hablan en presente y dan por acontecidos hechos que aun no se han producido: por ejemplo, un diario de tirada nacional titulaba “el partido X pierde la mayoría en la comunidad Y”, para explicar en el texto que, según una consulta llevada a cabo entre tantos mil ciudadanos, el partido X obtendrá menos votos. Quiere decir este periodista que, con total seguridad, los electores votarán más a este que a aquel, es más, ya lo da por hecho, pues utiliza el presente para hablar del resultado de un referéndum para el que faltan años. Otro escribe después de leer en ‘las entrañas de un sondeo’: “El éxito de Z…”, dando así por cierto un resultado de una competición que ni siquiera ha tenido lugar. Son muestras de la fe ciega que algunos tienen en las encuestas, una fe sorprendente, pues procede de personas que aparentan gran cultura, conocimiento, ilustración.

Del mismo modo que hay mucha gente que cree en los adivinos y los astrólogos, en quirománticos y profetas, en los horóscopos, cartas astrales y oráculos, también hay quien se traga a pies juntillas cualquier profecía de un ‘estudio sociológico’, que no es otra cosa que el resultado de las respuestas dadas por unos cuantos ciudadanos a un cuestionario, casi siempre dirigido; los que están en centros de poder o los que hablan de él suelen ser más crédulos que el resto, tal vez porque, al igual que los jefes de muchos pueblos de la antigüedad, necesitan la predicción para tomar decisiones.

Y el caso es que todos estos futurólogos fallan más que un juez, entre otras cosas porque el que responde no siempre es sincero o puede cambiar de opinión, y también porque las respuestas de cinco mil o treinta mil personas no tienen por qué representar a las respuestas de veinte millones (las personas no son ovejas que reaccionan idénticamente a un mismo estímulo). Por tanto, si se encuesta a cinco mil personas, lo único que empíricamente se puede afirmar es que de ellas, tantas mil dijeron esto, tantas mil aquello y tantas mil lo de más allá, y eso es todo. Quiere decirse que no se puede (no se debe) proyectar con precisión matemática lo que han dicho unos pocos a lo que más tarde pueden decir todos, pues tal cosa es pura y llanamente manipulación; si así fuera, cada respuesta pasada estaría representando a miles, decenas o cientos de miles de respuestas futuras…, un completo disparate. 

En fin, las encuestas y sondeos, las investigaciones que buscan intenciones, la lectura de las respuestas a unos cuantos cuestionarios, tienen tanto valor adivinatorio como los horóscopos que diariamente publican los periódicos, como las profecías de los futurólogos, augures, profetas, videntes y demás embaucadores y charlatanes. Y además, a las cifras se les hace decir lo que se quiere.  

Es muy oportuna (además de divertida e ilustrativa) la lectura del episodio de Astérix titulado ‘El adivino’.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 2 de noviembre de 2014

¿QUIÉN DEBE PAGAR LA MÚSICA?, ¿EL CONSUMIDOR O EL ESTADO? Es noticia que alguien renuncie a un premio, sobre todo si éste conlleva dotación económica. Sin embargo, tal cosa ha hecho un músico, el violista catalán Jordi Savall.

El violista Jordi Savall, especialista en música antigua, exige subvención
 para todos los artistas y la Cultura en general
Este especialista en música antigua ha rechazado el Premio Nacional de Música como protesta por las actuales directrices del Ministerio de Cultura y, en general, por la postura del ministro respecto a la Cultura en general. Para empezar, hay que destacar la coherencia y honradez del artista, quien ha obrado en consecuencia con sus ideas: está en desacuerdo con los gobernantes y, por tanto, no acepta prebendas de estos; contrasta esta actitud con la mostrada hace unos meses por unos estudiantes premiados por el mismo ministerio y su titular, los cuales abominaron de las políticas e incluso de las ideas del susodicho pero, asombrosa e hipócritamente, a la vez que se negaban a darle la mano, alargaban la otra para aceptar los dineros. De todos modos, también es oportuno recordar que Savall sí aceptó no hace mucho una distinción similar procedente de la Generalidad de Cataluña, la cual sólo promociona y subvenciona obras de arte (cultura en general) cuando esconden o exhiben ideología catalanista, postura con la que comulga el músico en cuestión. En fin que, bien mirado, tampoco se puede señalar a Savall como modelo de congruencia.

Declara que renuncia porque este ministro (al igual que los que le han precedido) no lo ha recibido para escuchar sus propuestas, pensadas para “preservar, difundir y grabar el maravilloso patrimonio musical antiguo”, y porque nunca ha visto a Wert en sus conciertos. El compositor, investigador e intérprete de música de otras épocas denuncia asimismo la falta de subvención a los creadores en general.

En resumen, Savall exige en voz alta más dinero, más subvención para todo el que se dedique al arte y la cultura. Quiere decirse, por tanto, que el músico de Igualada reclama al gobierno que se encargue de sostener (costear) todos los gastos que ocasionen las trayectorias de todos los artistas de España, y por tanto grita para que el erario ingrese dinero a los grupos de música antigua, orquestas sinfónicas, dúos, tríos, cuartetos de cuerda, quintetos…, a todos los tenores, sopranos, mezzos, contraltos…, a todos los grupos de danza clásica, flamenca, moderna…, y en general a todo tipo de bandas y agrupaciones musicales; y sin olvidarse de ciclos, festivales, certámenes, concursos, montajes, grabaciones, ediciones… Por supuesto, el eminente violista no se olvida de otros artistas ajenos a la música, y así exige que se pague a todos los directores y actores de cine y de teatro (¿profesionales y aficionados?, ¿y los de televisión?), y también para todas las películas, series y obras teatrales (incluyendo otras artes escénicas como la danza) que se ruedan o ponen en escena. No se olvida de pedir para todos los escritores (novelistas y narradores, poetas, ensayistas, historiadores), pintores, escultores y grabadores, para todos los dibujantes e ilustradores (incluyendo los de cómic y los de los periódicos), orfebres, ceramistas y el resto de quienes trabajan las artes plásticas; ¿y los grafiteros? Tampoco hay que excluir del maná a los especialistas en ‘performances’, ‘happenings’, instalaciones y, en fin, a quienes se dedican al denominado arte contemporáneo. Ni que decir tiene que también han de tener derecho al reparto de efectivo las bandas de gaitas y las de música tradicional, los combos de saxofones o las masas corales. E igualmente también son cultura y deben percibir subsidios los grupos de heavy y de punk, de jazz, de pop y demás subgéneros de ahí derivados (regaetón incluido). ¿Y por qué no las orquestas de verbena? ¿La moda y la gastronomía no son también cultura?...

Y todo eso sin contar apartados culturales ya subsidiados, como puedan ser la restauración y conservación de patrimonio histórico-artístico, las bibliotecas, los museos… La lista puede seguir desglosándose casi hasta el infinito, y más a día de hoy, cuando cualquier cosa puede señalarse como arte, tener acceso al museo o al escenario y, ¡cómo no!, derecho a la beca correspondiente. En resumen, que si el Estado (el contribuyente, vamos) tiene que pagar a todo el que decida dedicarse al arte, todo artista se convertirá en funcionario, por lo que habría que ir pensando en las consiguientes oposiciones, ya que todo el mundo se declararía artista. Sea como fuere, la partida destinada al capítulo del arte y los artistas se elevaría hasta lo delirante, lo insostenible.
Eso sí, la propiedad intelectual sigue perteneciendo al artista, es decir, el ciudadano ha de pagar si quiere disfrutar de la obra artística, y da igual si la película, concierto o montaje, si los discos, libros o cuadros gustan y se venden o no. Quiere decirse que el artista exige pago estatal contributivo por ser un artista y, a mayores, pago individualizado a cargo del consumidor. Lo que sí es inadmisible, sin embargo, es la disparatada carga impositiva que recae sobre las obras y actividades culturales, que las convierte en artículos de lujo; si no exentas, su iva debería ser mucho más bajo.

En este pedir y pedir a papá Estado sólo falta que se le exija una ley que obligue a todos los españoles a consumir artes y culturas, a acudir a un mínimo de conciertos y eventos culturales (música, cine, teatro, danza), a comprar un mínimo de libros, discos y obras plásticas…, y si no es así, se sancione al ciudadano. En caso contrario Jordi Savall tachará de ignorantes (término que siempre tiene en boca) a todos los que no coincidan con él en cuanto a gustos y preferencias, gastos y subvenciones.

Alguien lo dijo alguna vez: las subvenciones siempre son injustas, pues es imposible subvencionar a todos. 


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 29 de octubre de 2014

CHINA, DICTADURA CONSENTIDA El inmenso país asiático está casi siempre en las primeras páginas, ahora por las protestas de los estudiantes de Hong Kong. Pero lo más llamativo de China es que sigue siendo una dictadura comunista con economía capitalsta (¿).

Cualquier tipo de manifestación en China es reprimida del mismo modo
 que en cualquier otra dictadura
Los más de 1.300 millones de chinos están gobernados desde hace décadas por el Partido Comunista Chino, que se apropió del poder en los cuarenta del siglo pasado ocupando el sitio de otra dictadura, y como toda dictadura, no se plantea la posibilidad de convocar elecciones. Y si el pueblo no puede participar en la elección de los que mandan no existe otro nombre para designar cualquier modelo político. Es ocioso volver a hablar la catástrofe provocada por atrocidades como el Gran Salto Adelante o la Revolución Cultural cuando el comunismo era todo. Sin embargo, actualmente (y desde hace años), en China existe una contradicción sorprendente: desde el punto de vista político el país sigue estando bajo el yugo de partido único marxista, pero desde el punto de vista económico el gigante asiático está abierto al capitalismo sin prácticamente ninguna restricción.

Puede afirmarse, por tanto, que el comunismo que hay allí está sólo en el ámbito del partido y del poder, pero no en la calle, donde la economía de mercado reina abiertamente. De este modo, lo que sucede en China tiende a confundirse con cualquier tipo de absolutismo, sin que sea preciso ya determinar el modelo económico (planificado o liberal). Por ello, no puede extrañar que las protestas en Hong Kong sean reprimidas como es preceptivo en toda dictadura; esta ciudad pasó de ser protectorado británico a integrarse en el país en 1997, de modo que sus habitantes tienen un pensamiento político más cercano al occidental que el resto de sus paisanos (incluso pueden votar libremente). En el resto del interminable territorio no existe esa cultura, por lo que la represión nunca ha tenido obstáculos; no hará falta recordar lo de la plaza Tianannmeng de 1989 y cómo desaparecieron muchos de los que allí estaban. En fin, que China sigue rigiéndose según los parámetros más clásicos de la dictadura: no hay libertad política y sí un férreo control de la prensa (con infinitas direcciones de Internet vedadas), no se permiten críticas al partido y se encarcela a cualquiera que eleve la voz contra el mismo, no existe separación de poderes (ni siquiera en teoría) y los juicios y sentencias se adecúan siempre a la exigencia política, abundan los centros de ‘reeducación’ para disidentes y, en fin, el partido que maneja los hilos hace y deshace a su antojo. Por no mencionar las penas de muerte que se ejecutan (se dan cifras de cientos al año, pero el convencimiento general es que son miles), en algunos casos por delitos como el que llevó al patíbulo recientemente a un funcionario al que ‘no le salían las cuentas’; también está la práctica de robar órganos a los cadáveres…, y muchas otras barbaridades que, debido al control de la prensa, es casi imposible conocer. En cuatro palabras: ausencia de Derechos Humanos. En una palabra, fascismo.

Pero lo más curioso del asunto es que China está muy bien vista desde los dos extremos ideológicos. Por un lado, los políticos, economistas y gentes en general que en todo el mundo simpatizan con ideas de izquierda, la defienden ardorosamente por ser una sociedad dominada por un partido comunista (aunque el patrón económico ya no lo sea); y por otro, los países capitalistas están con el gigante por ser eso, por ser un monstruo que compra y vende en cantidades colosales, por ser un cliente que afecta a las macroeconomías de espacios internacionales.

En fin, que dado que en China no hay libertades políticas ni de opinión, poco importa hacia dónde se incline la teoría del gobierno, pues el resultado sólo puede ser denominado como dictadura. Eso sí, consentida e incluso agasajada por gobernantes que usan palabras gruesas para con otras dictaduras; por ejemplo, de Corea del Norte no tiene buena opinión casi nadie con responsabilidad política; el caso de Cuba (el otro reducto de teoría marxista) es distinto, pues su régimen es bien visto por los que, desde la comodidad de la democracia capitalista, se posicionan del lado de la tiranía marxista-leninista-estalinista-maoísta, a diferencia de quienes aborrecen cualquier totalitarismo, que están deseando el cambio en la isla; por cierto, cuando muera Fidel Castro seguro que las cosas cambian drásticamente y en poco tiempo…

Sí, el caso de China se puede estudiar como perfecto modelo de esquizofrenia, pues en ella conviven un gobierno comunista e inamovible con una sociedad capitalista y dinámica; además, esa paradoja se produce también entre los gobiernos que tratan con el gobierno de Pekín.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 26 de octubre de 2014

ALVIS STARDUST Y OTROS PERDEDORES: CAPRICHOS DEL ÉXITO Hace unos días murió Alvin Stardust, pionero del glam-rock que, a pesar de haber hecho buenos discos, apenas rozó el triunfo. Es otra muestra del misterio del éxito, impredecible, caprichoso, que agasaja a unos y a otros con similares virtudes se niega

El éxito, como el público, es caprichoso, voluble y muchas veces injusto
El éxito es generoso con algunos y cruel con muchos más. Todos los músicos de rock lo persiguen aunque digan o aparenten otra cosa, todos desean el aplauso, que les regalen los oídos, acaricien su ego... y les llenen las cuentas. Pero el triunfo es caprichoso. Muchos son los que han pasado por las diversas épocas del rock sin alcanzar el éxito que, aunque sólo fuera de pasada, algunos merecían. Asimismo, también están los que sin lograr grandes cifras de venta al menos sí que accedieron a status más que respetables, como el de ‘artista de culto’ (por ejemplo The Band), o ‘grupo maldito’ (puede valer New York Dolls), o ‘adelantado a su tiempo’ (por ejemplo Screaming Lord Sutch) o como ‘genio nunca valorado’(tal vez Nick Lowe), y así aparecen en las discotecas particulares de los especialistas y los aficionados más iniciados; y también están los que tocaron la gloria una vez, una sola, con un único destello (‘one hit wonder’). Pero algunos artistas de mérito hubieron de conformarse con unas míseras migajas y, para mayor escarnio, ni siquiera accedieron a la pedrea del reconocimiento por parte de los más interesados. Son los desheredados de rock, auténticos perdedores.



Sí, el éxito es misterioso y caprichoso. Es imposible explicar por qué un músico que está en el momento justo en el lugar apropiado y que tiene ideas imaginativas y estribillos pegadizos decorados a la última, no cala entre el gran público; y a la vez, no hay forma de entender por qué otro de similar valor y en las mismas circunstancias, sin embargo, conecta con el personal y llega a la cima.

Alvin Stardust estaba en lugar privilegiado cuando el glam-rock se imponía (en realidad ya llevaba más de diez años en este negocio) y tenía buenas canciones, de hecho, fue fugazmente objetivo de los focos con su primer álbum (‘The untouchable’), aunque sólo en Inglaterra. Pero inexplicablemente y en muy poco tiempo el público le dio la espalda y fue olvidado, y sus discos desaparecieron de escena a pesar de no ser peores ni menos contagiosos que otros que fueron generosamente bendecidos por la fortuna.

La lista de grupos y solistas valiosos maltratados por el destino es larga e injusta, pues en ella hay no pocos talentos desperdiciados. ¿Alguien conoce o recuerda a Joe Ely?; cantante, compositor y guitarrista tejano, dotado de una gran facilidad para escribir piezas brillantes en clave country y tex-mex, rock o rythm, siempre con gran clase y personalidad; su segundo disco, ‘Honky tonk masquerade’ (1978), es sencillamente excelente y absolutamente recomendable. Joe Ely ha editado docena y media de discos más que notables (y sigue activo) pero, incomprensiblemente, ni siquiera en los ambientes country llamaron la atención sus brillantes melodías. Eso sí, hay críticos y músicos que se deshacen en elogios cuando hablan de él. Pero eso es todo: Ely nunca pudo, ni de lejos, saborear un éxito. 



¿Cuántos saben del veterano canadiense Gordon Lightfoot? Enorme cantante folk y espléndido guitarrista, es autor de muchos temas luego interpretados por clásicos como Bob Dylan, Johnny Cash o Jerry Lee Lewis. Y aunque al menos ha sido reconocido infinidad de veces y en algún momento llegó a la cima de las listas country en sus más de 40 años de carrera (por cierto, uno de sus más celebradas canciones se titula ‘Don Quixote’), a pesar de todo, fuera del planeta country-folk es un perfecto desconocido. ¿Y quien recuerda a Jazz Butcher? Quince álbumes y un montón de singles con chispeante pop y ambientes muy especiales sólo les llevaron a visitar muy ocasionalmente las listas (del 20 al 50, no más alto). 

¿Y cómo es que The House of Love no salió nunca de un discretísimo segundo plano?, ¿cómo es que los artífices de piezas tan apasionantes como ‘Shine on’, ‘I don´t know why I love you’, ‘Christine’, o ‘Beatles & The Stones’ sólo tuvieran repercusión en la escena mod estadounidense?, ¿cómo es que su propuesta elegante y melancólica y sus doradas melodías no penetraran entre los amantes del mejor pop? En fin, ¿por qué Fortuna ha dado tanto a Oasis o Blur y negado tanto a The House of Love a pesar de que sus canciones tienen más que las de aquellos?

Claro que el caso más extremo es el de un olvidadísimo grupo escocés radicado en Hamburgo y llamado Light of Darkness; editó un único álbum en 1971, un disco de hard-blues de muy alta categoría, sin embargo, el público no le hizo el menor caso y, tras un par de conciertos, desapareció para siempre, e incluso sus integrantes jamás volvieron a subirse a un escenario. Escuchado aquel álbum hoy, se impone la pregunta: ¿Por qué nadie se dio cuenta de su valor?

El esplendor del éxito no siempre se corresponde con el talento, es más, muchos sin mérito nadaron en él y otros cargados de valía sólo recogieron los restos. Sí, el rock ha ido dejando muchos perdedores en su camino.     


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 22 de octubre de 2014

PALIZA A LA LENGUA ESPAÑOLA… INCLUSO DE LA RAE La lengua española es verdaderamente prodigiosa, un tesoro propiedad de cientos de millones de personas. Sin embargo, continuamente es asaltada, ensuciada, retorcida y violentada incluso por los encargados de cuidarla.

El idioma español está recibiendo más palos que don Quijote
Por todas partes se agrede al idioma español, que continuamente es asaltado por barbarismos y acepciones innecesarias, voces mostrencas, términos oportunistas, giros y locuciones disparatadas… Pero lo peor no es el continuo pateo que sufre por parte de los medios de comunicación o en internet, sino que la encargada de defenderlo, la Real Academia Española (‘Limpia, fija y da esplendor’), se suma a los vándalos lingüísticos para rebozarla en la chabacanería más garrula, bajando su calidad y privándola de su identidad.

Los continuos ataques que recibe el español proceden muchas veces de quienes deberían ser especialmente respetuosos, como los medios de comunicación, o de quienes están dispuestos a amoldar la lengua a sus intereses ideológicos. Por ejemplo, hay sectores de la prensa muy descuidados a la hora de expresarse, de modo que adquieren y utilizan rápidamente modismos del momento: una frase muy de actualidad se refiere al supuesto derecho de la persona a que le ayuden a suicidarse, y lo llaman ‘derecho a una muerte digna’…, como si el que no renuncia a seguir viviendo por muy grave que sea su enfermedad, como si el que decide luchar y someterse a los tratamientos que la ciencia médica recomienda tuviera, finalmente, una muerte indigna. ¿Por qué es más digna la muerte del que pide ayuda para quitarse la vida, convirtiendo de paso a los médicos y sanitarios en colaboradores necesarios de homicidio?, ¿por qué es más digna la muerte del que renuncia a luchar y se resigna, que la de quien no se rinde? ¿Acaso sólo el que decide poner fin a su existencia tiene una muerte digna?

Por otro lado, es muy habitual que se distorsione el idioma con fines ideológicos. Un ejemplo: en los últimos años ha aumentado el número e intensidad con que muchas personas ejercen y manifiestan su amor a los animales; y para convencer a los demás de que las bestezuelas han de ser bien tratadas, suelen acudir a una frase de Ghandi: “La cultura de un pueblo se mide por el trato que da a sus animales”. Bonita y bienintencionada sentencia pero totalmente falsa. Hay que recordar que en la Alemania nazi se promulgaron leyes que incluían durísimas penas para quien hiciera daño a los animales…, aunque se animaba a masacrar judíos, gitanos, disidentes… ¿Eran los nazis más cultos (o sea, respetables, civilizados, avanzados) que otros pueblos por proteger a los perros de cualquier maltrato? Además, lo habitual es que en todo pueblo haya quien maltrate y quien defienda a los bichos.

El español recibe muchos, muchísimos ‘ganchos’ y ‘directos’ diariamente. Lo malo es que se han puesto en primera fila para golpear (con guantes de peso pesado) los académicos de la Rae. Así, ésta acaba de admitir en el diccionario mamarrachadas tan indignas como ‘precuela’, serendipia (término que no parece de uso extendido y habitual y que equivale a casual, accidental) o ‘feminicidio’ (sin admitir masculinicidio u homosexualicidio); esperpentos tan innecesarias como ‘gorrilla’ para un controlador no autorizado de aparcamiento, ‘bíper’ para contestador automático, ‘citadino’ para ciudadano, ‘identikit’ para retrato robot (dentro de poco admitirá ‘jitazo’, un engendro que mezcla la voz inglesa ‘hit’, éxito, con el sufijo español azo, añadiendo la conversión en j de la h), o ‘impasse’ (¿se debe pronunciar la e final o dejarla muda como en francés?) por callejón o esperando. Respecto a otras como ‘coach’ en lugar de entrenador, o ‘chaise longue’ para un tipo de sofá, no se especifica si han de pronunciarse en inglés o como se escriben. Palabras mostrencas en todo caso, por mucho que otra cosa digan unos cuantos lechuguinos engreídos…; y es que, como dice el refrán, cuando el diablo no tiene que hacer, con el rabo mata moscas.

Algunas dejarán de usarse en poco tiempo, con lo que los académicos que han aceptado estas majaderías sonoras quedarán como marionetas al albur de la moda, como verdaderos mequetrefes; en fin, como alguien dijo, todas esas nuevas entradas se habrán convertido en arcaísmos en pocos años, es decir, habrán pasado de moda. 
La Rae está infestada de papanatas, de patanes que admiten las más ridículas atrocidades lingüísticas, lo que quiere decir que la academia en cuestión está llena de personajillos dudosos, empezando por Cebrián, un verdadero palurdo (tal cosa hay que ser para calificar hechos, pensamientos o personas de hace mil años con palabras, mentalidad y conceptos actuales), un chaquetero (porque fue destacado y entusiasta periodista del Movimiento para, llegado el momento, convertirse en socialista de toda la vida) y un codicioso inmoral (porque a la vez que la empresa por él dirigida mandaba al paro a 800 personas él se otorgaba una prima de varios millones). Si ahí se ha admitido a individuos tan sospechosos… Lo que sorprende es que Pérez Reverte, en otros casos tan combativo y de palabra gruesa, se achante y trague; seguro que, de no ocupar su bonita T mayúscula, se dirigiría a sus ahora compañeros (cómplices) a voz en grito y con calificativos y terminología del tipo acostumbraba Quevedo.    

El lema de la Rae es ‘Limpia, fija y da esplendor’. Sin embargo, de limpia nada, sino sucia e infestada de palabras ilegítimas, falsas, bastardas; de fija mucho menos, pues es voluble y está pendiente de las modas para cambiar tan rápido como ellas; y por tanto, no da esplendor, sino lástima (por el idioma español) e indignación.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 19 de octubre de 2014

LA INDUSTRIA MUSICAL EN LA ENCRUCIJADA El gesto de U2 con su nuevo disco, que ha sido regalado a los usuarios de iTunes, ha levantado no poca polvareda en el ámbito de la industria musical, la cual se encuentra en un momento de incertidumbre al no saber qué camino tomar

El gesto de U2 de regalar su nuevo disco ha descolocado aún más
a la ya despistada industria musical
U2 ha regalado su nuevo disco (íntegro) a varios millones de usuarios de iTunes. Esta idea, además de provocar fuerte polémica, presenta un nuevo escenario para el negocio musical. Por un lado, algunos de los colegas de los irlandeses (desde Black Keys a Iggy Pop) los han puesto a caldo por ‘abaratar’ tanto los precios: “han devaluado la música”. Otros afirman que no es más que una estrategia publicitaria para meter mucho ruido y que se hable de ellos, lo que redundará en apetitosas ventas posteriores. Incluso da la impresión de que el propio Bono, que parece perder la cordura por momentos, no se entiende ni a sí mismo, pues ha reconocido que regalar todo un disco (que requiere miles de horas de composición, arreglos, ensayos, producción, grabación, edición…) fue un acto que estuvo entre la megalomanía y la generosidad, entre el marketing y el temor a que su trabajo no se convirtiera en éxito…; sí, el cerebro del veterano cantante ha debido sufrir lo suyo tras tantos años de decibelios. Además, los clientes de iTunes comprobaron cómo el álbum se les metió automáticamente en sus teléfonos sin pedir permiso, cosa que mosqueó a muchos (millones), que han protestado airadamente. Por cierto, el álbum en cuestión, ‘Songs of inocence’ (cuya portada es inexplicable), será recordado por eso, por el lío, no por sus canciones, que están a años luz de merecer entrar en su lista de grandes éxitos. 

Por otro lado, varios importantes managers de algunos de los grupos y solistas más vendedores se han reunido ante la singular iniciativa de U2, lo que significa que la acción de regalar no ha dejado a nadie indiferente; algunos de aquellos representantes han afirmado que hay gente asustada ante tal ‘innovación’ (seguro que los ejecutivos de las grandes firmas también están cavilando sobre el asunto). Sea como sea, tanto los músicos como las discográficas y todos los que viven en este universo están confusos, inseguros, sin tener la más mínima idea de por dónde irá el negocio, y nada hay más preocupante que tener que caminar sin ver por dónde.

Es interesante recordar cómo la industria del disco empieza a tener verdadera relevancia a partir de la irrupción del rock & roll. El vinilo reinó de modo absoluto durante décadas y se reprodujo hábilmente (single, epé, elepé, maxi-single, edición limitada, fotodisco…), de modo que o se compraba o se escuchaba la radio; luego la casete pareció hacerle algo de sombra, pero lo cierto es que nunca fue lo mismo comprar un Lp que una cinta, e igualmente colocar una aguja sobre el surco era un rito de mayor empaque que pulsar el ‘play’, puesto que las C-60 venían a ser soportes de segunda división; y aunque la gente grabó mucho, los perjuicios causados no fueron realmente excesivos. Otros inventos como el cartucho o la bobina abierta para magnetofón apenas se usaron fuera del ámbito profesional. El cedé estaba destinado a destronar al disco tradicional, y así pareció durante un tiempo, sin embargo, hay indicios claros de su decadencia. Hoy, internet proporciona infinitas modalidades para escuchar, comprar, poseer o bajar música, y con ellas tienen que competir los soportes físicos. Por eso, el gesto del cuarteto irlandés viene a ser, entre otras cosas, un nuevo competidor, una nueva opción: además de vender, también se puede regalar. La maquinaria que lleva la canción desde el autor hasta el oyente-consumidor varía, evoluciona, y siempre lo ha hecho; el problema es que el nuevo medio ofrece tantas posibilidades que nadie se atreve a apostar decididamente. Será muy interesante comprobar por dónde irán los tiros: ¿quién se atreve a vaticinar qué pasará?, ¿quién puede prever cómo llegará la pieza a los altavoces de casa y cómo el dinero al músico?, ¿gestionará éste todo el proceso o recurrirá a intermediarios? Es posible que en los próximos años se puedan distinguir perfectamente dos tipos de consumidores de música: por un lado los que además de las canciones quieren tener algo en las manos, y por otro los que sólo quieren escuchar música sin más consideraciones; aunque en realidad ya existen estas dos vertientes, pueden llegar a separarse tanto que la industria opte por crear dos tipos de productos. De todos modos, las infinitas puertas que se abren con cada innovación tecnológica permiten pensar en la aparición de soluciones inimaginables a día de hoy que pueden cambiar todo el entramado.         

Llama la atención leer que en Inglaterra se venden tantos discos de vinilo como hace casi veinte años: en lo que va del presente se han despachado 800.000 elepés…, y quedan las Navidades. Pero esto apenas es el uno por cien de las ventas totales, de las que aproximadamente dos tercios siguen siendo cedés y un tercio digitales; lo interesante del asunto es que las cosas parecen estar cambiando. ¿Volverán a venderse elepés hasta alcanzar cifras significativas? ¿Terminará por imponerse el modelo que acaban de ‘inventar’ U2?


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 15 de octubre de 2014

EL PODER CORROMPE… Y VUELVE ESTÚPIDO Los estafadores, defraudadores y corruptos en general que al lado del poder y de la política trincan durante años están convencidos de que nadie se enterará y jamás les pillarán. Pero a veces la propia naturaleza se ríe de ellos…


Tras un tiempo en el poder, el sinvergüenza se vuelven tan tonto que cree que 
jamás lo pillarán, así que sigue y sigue
Los Pujoles, el Urdangarín, los de los Ere y los cursos de formación de Andalucía, el Bárcenas y los de la trama Gürtel, los de las tarjetas con barra libre, los Matas y Fabras que habrá por ahí… (y si se echa la vista atrás la cosa se puede ampliar hasta el infinito), han estado años malversando y llevándoselo en crudo sin sopesar posibles consecuencias. De ello se pueden extraer muchas conclusiones, pero hay dos que son más que evidentes: primero que la situación de poder y privilegio debe matar muchas neuronas, pues sólo un tonto cree que puede estar toda la vida distrayendo dinero sin que nadie se entere; y segundo, que los mangantes pertenecen a todos los partidos e ideologías.

Así es, todos los mencionados (que no serán los únicos) no se conformaron con dar el palo una vez para luego retirarse de la circulación discretamente y tratando de no llamar la atención; nada de eso, pues creyéndose a salvo de todo, continuaron sisando y trasegando pasta hacia sus cuentas diez, cien, mil veces, durante años y años. Es esta una prueba concluyente de que estar en el centro de poder demasiado tiempo (dos lustros ya es demasiado) acerca al sujeto a la estupidez y lo aleja de la honradez. En unos casos esa pérdida de honestidad se refleja en actuaciones política, social o económicamente disparatadas, y en otros se evidencia en actuaciones como las protagonizadas por los arriba mencionados. Éstos, ganando en cretinismo a cada nuevo desfalco, fraude o ratería, llegan a creerse tan por encima de leyes y moralidades que se convencen de que pueden seguir trincando el resto de su vida sin que nadie sospeche, sin que nadie se entere, sin que nadie investigue; es decir, llegan a la conclusión de que todos los demás se chupan el dedo, de modo que, piensan, jamás habrá quien se dé cuenta de que las cuentas no cuadran ni nadie echará en falta los miles o millones. Esto es, en fin, una muestra papable de que el exceso de tiempo empuñando bastón de mando (sea en el ámbito que sea) conlleva una grave pérdida de materia gris. Otra cuestión es que el bandolero ya tuviera esa inclinación antes de acceder al poder o que ese impulso le sobreviniera una vez acomodado en la poltrona; de todos modos, lo que queda demostrado es que, irremediablemente, pasados los años suficientes el poder corrompe y vuelve estúpido, ya sea en sentido político o social, ya sea en un sentido estrictamente dineril. Ya lo decía Galdós, que se preguntaba hace más de un siglo: “¿Qué tendrá esta ocupación que vuelve tonto al inteligente, ladrón al honrado, mentiroso al veraz?”. ¿Y qué diría el gran autor canario si viera la bajeza moral protagonizada por Gallardón, que saltó de un cargo a otro como quien alarga el paso para no tocar el suelo húmedo y frío?

Por otro lado, tras desvelarse dichos escándalos ha quedado probado, más allá de cualquier duda razonable, que abunda la figura del saqueador en todos los partidos políticos, y que hay chorizos, estafadores y descuideros adscritos a todas las ideologías. Es evidencia que demuestra (por enésima vez) que las creencias políticas no tienen nada que ver con la integridad y la decencia; o sea, la vileza moral o la rectitud dependen exclusivamente de la persona y no de su pensamiento. Por ello, ser buena o mala persona, caradura o íntegro, cínico o sincero, pringado o limpio, es algo que depende del individuo, no del grupo o colectivo en el que se integra; es decir, existen los dos tipos de personas en todas partes. En todas.   
CARLOS DEL RIEGO


PD: Por cierto, hace un par de años, en Santa Catalina, Brasil, una enorme anaconda se zampó a un político que iba a esconder dinero. Un pescador contó: “Bebía y contaba billetes en su lancha. Yo vi cuando la víbora llegó, se enrolló y se lo comió”; luego, corrió a pedir ayuda, pero la gente se rió de él. Más tarde, la viuda explicó que el hombre “había viajado al Amazonas para esconder una fuerte suma de dinero en la selva”… Al final la noticia resultó ser falsa, pues un lugareño asegura: “somos una comunidad pequeña y los pocos diputados que tenemos siguen a robarnos”; pero eso sí, la engañifa produjo millones de comentarios jocosos (fácilmente imaginables) en Iberoamérica y el resto del mundo. 

El supuesto traga políticos

domingo, 12 de octubre de 2014

VERSIONES CON ENCANTO Y PERSONALIDAD Es una excelente manera de aprovechar una idea brillante a fin de darle un matiz con el que revitalizar su brillo, e incluso con ellas se puede rematar una melodía que, aunque con buenos modos, no termina de funcionar.

Joe Cocker, que no compone, siempre ha realizado espléndidas versiones




Son las versiones, las variaciones sobre un tema, ese recurso que se viene repitiendo desde que existe la música; no en vano las variaciones, adaptaciones, revisiones de partituras de otros han sido cosa común siempre que un músico quiere reconocer o rendir tributo a otro, o simplemente cuando se desea dar un toque renovador a una melodía que se agarró a la mente. Eso sí, si no se consigue aportar algo al original, la cosa se queda en pretensión fallida, hasta el punto de que algunas reinterpretaciones que muchos se han atrevido a hacer resultan de todo punto sonrojantes, de auténtica vergüenza ajena (y mejor no mencionar nombres).






Prácticamente no hay grupo o solista que no haya tirado de obra ajena antes o después y con mayor o menor acierto. Incluso se ha podido dar el caso de que alguna pieza que apenas llamó la atención en su original aparece deslumbrante cuando se la trabaja nuevamente. Además, siempre funcionan fantásticamente bien en vivo.

Algunas versiones han conseguido un estatus especial, como si se hubieran convertido en auténtica novedad. Un buen ejemplo es la excitante y pasional visión que aportó Joe Cocker del clásico de Beatles ‘With a Little help from my friends’, mucho más desgarrada, más desordenada y visceral que la que cantó Ringo; de hecho, se emite más veces en la radio la de aquel que la de éste…, aunque claro, la original es la original y siempre posee algo que nunca tendrá la reproducción. Otra muestra de cómo se puede reinventar una partitura y darle algo que en principio no tenía es lo que Jimi Hendrix hizo con el ‘All along the watchtower’ de Bob Dylan; el emblemático guitarrista añadió muchísimos matices, encontrando cosas en la canción que ni el propio Dylan había atisbado; es más, el autor de la pieza confiesa que, cuando la toca, suele hacerlo a la manera de Hendrix.  


Esas son dos auténticas clásicas en el universo de las versiones. Pero hay otras con menos caché que también resultan enriquecedoras, encantadoras y con poderosa personalidad. Lou Redd escribió la melodramática ‘Femme fatale’ para la Velvet Underground en los sesenta, cuando Nico la cantó de un modo un tanto desmayado, lineal; luego, en los ochenta, los alemanes Propaganda la retomaron y le proporcionaron mayor musicalidad, mucha más armonía y, sin duda, superior voz e interpretación; así, el tema se volvió más dinámico y adquirió mayor carga melódica, hasta el punto de que parece otra canción…, aunque sin el tono despectivo e incluso patético con el que Reed la concibió.

Otra canción que se reconvirtió con enorme acierto fue ‘The passenger’, originalmente aparecida en el ‘Lust for life’ de Iggy Pop en 1977 (con producción, coros y teclado de David Bowie), y que Siouxie & The Banshees rehicieron diez años más tarde. La de Iggy era esquemática, desnuda de arreglos y ornamento, sin embargo, la de los ‘góticos’ presenta una riqueza sonora asombrosa, con metal, con solos, con cortes y múltiples variaciones. Curiosamente, en ambos casos la voz solista parte de registros bajos, tratando de mantener profundidad, gravedad, huyendo de tonalidades alegres al hablar del cielo vacío de la noche, de los suburbios, del pasajero que lo ve todo a través de la ventanilla (hay quien afirma que está basada en un poema de Jim Morrison). El propio Iggy Pop afirmó que le encantaba la versión de Sioxie, pero la magia que tenía la original...


Ramones publicó un disco de versiones titulado ‘Acid eaters’ en 1994 (su penúltima entrega), en el cual se dieron el gustazo de recrear algunas de sus canciones favoritas (en realidad habían hecho tal cosa a lo largo de casi toda su carrera), y entre ellas estaba la maravillosa ‘Have you ever seen the rain’, original de otra leyenda americana: los Creedence Clearwater Revival del siempre brillante John Fogerty, que la editaron en 1970. Ni que decir tiene que los de Nueva York cambiaron la dulce y evocadora acústica que transmitía calma y armonía por una salvaje y distorsionada guitarra que parece desenvolverse en plena tormenta. Son poco más de dos minutos de punk-rock maduro pero encendido, resultando una pieza que se adapta como un guante a esos Ramones cercanos a su final. Tiene ritmo mucho más vivo y mucha mayor sonoridad que la de los Creedence, sin embargo, ésta posee un sabor añejo, el regusto del clásico.

¿Y quién no hace sus propias versiones al cantar en casa, en el coche, en la ducha?

CARLOS DEL RIEGO