El éxito, como el público, es caprichoso, voluble y muchas veces injusto |
El éxito es generoso con algunos y cruel con muchos
más. Todos los músicos de rock lo persiguen aunque digan o aparenten otra cosa,
todos desean el aplauso, que les regalen los oídos, acaricien su ego... y les
llenen las cuentas. Pero el triunfo es caprichoso. Muchos son los que han
pasado por las diversas épocas del rock sin alcanzar el éxito que, aunque sólo
fuera de pasada, algunos merecían. Asimismo, también están los que sin lograr
grandes cifras de venta al menos sí que accedieron a status más que respetables,
como el de ‘artista de culto’ (por ejemplo The Band), o ‘grupo maldito’ (puede
valer New York Dolls), o ‘adelantado a su tiempo’ (por ejemplo Screaming Lord
Sutch) o como ‘genio nunca valorado’(tal vez Nick Lowe), y así aparecen en las
discotecas particulares de los especialistas y los aficionados más iniciados; y
también están los que tocaron la gloria una vez, una sola, con un único
destello (‘one hit wonder’). Pero algunos artistas de mérito hubieron de
conformarse con unas míseras migajas y, para mayor escarnio, ni siquiera
accedieron a la pedrea del reconocimiento por parte de los más interesados. Son
los desheredados de rock, auténticos perdedores.
Sí, el éxito es misterioso y caprichoso. Es
imposible explicar por qué un músico que está en el momento justo en el lugar
apropiado y que tiene ideas imaginativas y estribillos pegadizos decorados a la
última, no cala entre el gran público; y a la vez, no hay forma de entender por
qué otro de similar valor y en las mismas circunstancias, sin embargo, conecta
con el personal y llega a la cima.
Alvin Stardust estaba en lugar privilegiado cuando
el glam-rock se imponía (en realidad ya llevaba más de diez años en este
negocio) y tenía buenas canciones, de hecho, fue fugazmente objetivo de los
focos con su primer álbum (‘The untouchable’), aunque sólo en Inglaterra. Pero
inexplicablemente y en muy poco tiempo el público le dio la espalda y fue
olvidado, y sus discos desaparecieron de escena a pesar de no ser peores ni
menos contagiosos que otros que fueron generosamente bendecidos por la fortuna.
La lista de grupos y solistas valiosos maltratados
por el destino es larga e injusta, pues en ella hay no pocos talentos
desperdiciados. ¿Alguien conoce o recuerda a Joe Ely?; cantante, compositor y
guitarrista tejano, dotado de una gran facilidad para escribir piezas
brillantes en clave country y tex-mex, rock o rythm, siempre con gran clase y
personalidad; su segundo disco, ‘Honky tonk masquerade’ (1978), es
sencillamente excelente y absolutamente recomendable. Joe Ely ha editado docena
y media de discos más que notables (y sigue activo) pero, incomprensiblemente,
ni siquiera en los ambientes country llamaron la atención sus brillantes
melodías. Eso sí, hay críticos y músicos que se deshacen en elogios cuando
hablan de él. Pero eso es todo: Ely nunca pudo, ni de lejos, saborear un
éxito.
¿Cuántos saben del veterano canadiense Gordon Lightfoot?
Enorme cantante folk y espléndido guitarrista, es autor de muchos temas luego
interpretados por clásicos como Bob Dylan, Johnny Cash o Jerry Lee Lewis. Y
aunque al menos ha sido reconocido infinidad de veces y en algún momento llegó
a la cima de las listas country en sus más de 40 años de carrera (por cierto,
uno de sus más celebradas canciones se titula ‘Don Quixote’), a pesar de todo, fuera
del planeta country-folk es un perfecto desconocido. ¿Y quien recuerda a Jazz
Butcher? Quince álbumes y un montón de singles con chispeante pop y ambientes
muy especiales sólo les llevaron a visitar muy ocasionalmente las listas (del
20 al 50, no más alto).
¿Y cómo es que The House of Love no salió nunca de
un discretísimo segundo plano?, ¿cómo es que los artífices de piezas tan
apasionantes como ‘Shine on’, ‘I don´t know why I love you’, ‘Christine’, o
‘Beatles & The Stones’ sólo tuvieran repercusión en la escena mod
estadounidense?, ¿cómo es que su propuesta elegante y melancólica y sus doradas
melodías no penetraran entre los amantes del mejor pop? En fin, ¿por qué
Fortuna ha dado tanto a Oasis o Blur y negado tanto a The House of Love a pesar
de que sus canciones tienen más que las de aquellos?
Claro que el caso más extremo es el de un
olvidadísimo grupo escocés radicado en Hamburgo y llamado Light of Darkness; editó
un único álbum en 1971, un disco de hard-blues de muy alta categoría, sin
embargo, el público no le hizo el menor caso y, tras un par de conciertos,
desapareció para siempre, e incluso sus integrantes jamás volvieron a subirse a
un escenario. Escuchado aquel álbum hoy, se impone la pregunta: ¿Por qué nadie
se dio cuenta de su valor?
El esplendor del éxito no siempre se corresponde con
el talento, es más, muchos sin mérito nadaron en él y otros cargados de valía
sólo recogieron los restos. Sí, el rock ha ido dejando muchos perdedores en su
camino.
CARLOS DEL RIEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario