Con el oro y la plata de América se construyeron las universidades, hospitales, colegios, catedrales e infraestructuras de América_ en la imagen la Universidad de Perú, fundada en 1551, sigue funcionando
Uno de los principales
‘argumentos’ en que se basa la leyenda negra es el tópico de que España saqueó
América, llevándose de allí todo lo que había valor. Cosa que es, evidentemente,
mentira. En los virreinatos americanos (que nunca fueron colonias, si acaso
provincias de ultramar) se construyeron grandes edificios e infraestructuras,
universidades, colegios, hospitales…, que fueron pagados, claro está, con el
metal precioso americano. En otras palabras, más de la mitad de lo extraído se
quedó en América
La leyenda negra
antiespañola está cimentada en falsedades. Una es la del inexistente genocidio,
pues los porcentajes de poblaciones indígenas y mestizas dominan cada país
hispanoamericano, a diferencia de lo sucedido donde sí hubo genocidio (en el
norte); además, todo historiador mínimamente riguroso (hasta el más
indigenista) admite que no menos del 90% de las muertes se debieron a enfermedades,
muchas de las cuales llevaban asolando Europa desde hacía milenios, y seguían
devastándola igual que en América. La otra gran mentira ‘negra’ es la del
supuesto expolio que España llevó a cabo en sus provincias americanas; esto es
tan contrario a la realidad como lo anterior; baste recordar, por un lado, que en
las últimas décadas se ha extraído más oro y plata (en México y otros
productores) cada año que lo que España extrajo en todo el tiempo que duró su
presencia; y por otro lado, alrededor de la mitad de lo extraído se quedó allí
para costear el increíble impulso constructor con el que la metrópoli dotó a
Hispanoamérica de universidades, colegios, hospitales, catedrales, vías de
comunicación... ¿Qué potencia conquistadora dejó al marcharse tal legado?
Los que se creen las
patrañas por más absurdas que sean desconocen el dicho “España llenó América de
hospitales”, a los que tenían total acceso indios y blancos, negros y mestizos,
sin la discriminación que caracterizó EE UU hasta hace cuatro días. Los datos
son inequívocos, y sólo quien no quiera verlos no los verá. En fecha tan
temprana como 1509 (17 años después del descubrimiento), en la isla de La
Española ya estaban en funcionamiento los hospitales de San Nicolás de Bari,
San Buenaventura y Concepción de la Vega. En la Nueva España (México) Hernán
Cortés fundó y financió en 1521 la construcción del Hospital de Jesús, que tanto
tiempo después sigue en funcionamiento. En este virreinato se construyeron (a
partir de 1521) los hospitales para leprosos de San Lázaro; en 1540 se erigió
en Hospital de San Juan de Letrán, en 1562 el Real de Nuestra Señora del
Rosario, en 1562 el de Hospital de la Caridad del Nombre de Dios, en 1575 el de la Santa Veracruz, en 1580 el de Nuestra
Señora de Montserrat y el Real de El Nombre de Jesús, en 1582 el de San
Bartolomé y el de San Juan de Dios, y la lista continúa... Y todo esto sólo en
lo que hoy es México… Allí donde se fundaba una ciudad se construía casi de
todo, desde hospitales a monasterios.
El origen de esa forma
de actuar (que hoy se diría humanitaria) estaba en la mismísima Isabel de Castilla, que en 1503
escribe al gobernador de Cuba Nicolás Ovando: “Haga en las poblaciones donde
viera que fuera más necesario casa para hospitales en que se acojan los pobres,
así de los cristianos como de los indios”. ¡Qué mujer!
En lo que será EE UU (donde
sí hubo colonias) la primera universidad fue la de Harvard, fundada en 1636, y
la segunda la de Pensilvania, en 1765, como escuela médica. Siglos de retraso
respecto a Hispanoamérica, donde, para entonces, ya había no menos de trece
universidades: en Santo Domingo (La Española, en 1538), Lima y México desde
1551, la de Santiago en La Española desde 1558, la de Bogotá en 1580, la de Quito
en 1586, la Pontificia de Lima en 1608, la de Córdoba (Argentina) en 1613, la
de Santiago de Chile en 1619, la San Miguel de Chile y la Pontificia (jesuita)
de Bogotá en 1621, la jesuita de Quito en 1622, la de Sucre (Bolivia) en 1624.
Pero lo mejor es que a
todos estos centros podían acudir los indios y los mestizos. Es más, durante el
siglo XVII a la de México acudían incluso filipinos, que eran considerados ‘indios
japoneses libres vasallos de Su Majestad’ (algo que reclamó un estudiante
filipino, Manuel de Santa Fe). Según un trabajo sobre los indios con vocación
sacerdotal, en las últimas décadas del siglo XVIII se contaron 134 indios realizando estudios
superiores en México, ya fuera en la universidad, el seminario, los colegios
universitarios de Puebla o los centros de jesuitas en Oaxaca. Se conserva una
ordenanza de 1697 que ordenaba que una cuarta parte de las becas para
estudiantes mexicanos se dedicase a los indios. Muchos indios de familia noble
(las noblezas de cada territorio se respetaron hasta la independencia)
estudiaron en los seminarios, pero no para llegar a curas (excepto unos pocos
casos), sino para adquirir formación de cara a convertirse en líderes y
funcionarios. Como anécdota muy ilustrativa puede señalarse que la
patrocinadora del colegio exclusivo para indios, Nuestra Señora de Guadalupe,
la noble india Ana Ventura Gómez, escribió en 1790 al Rey de España, Carlos IV,
para quejarse porque la rectora del colegio había permitido ingresar a una
española.
Podría añadirse que
España llevó a América la planificación urbanística de las ciudades, dando
solidez y personalidad a las ciudades, algunas de las cuales han sido
distinguidas como Patrimonio de la Humanidad: Sucre y Potosí en Bolivia; Cartagena
de Indias y el centro histórico de Santa Cruz de Mompox, en Colombia; la ciudad
vieja de La Habana y sus fortificaciones, el centro histórico de Cienfuegos o
el centro histórico de Camagüey, en Cuba; el Viejo San Juan, en Puerto Rico; los
centros históricos de Quito y Cuenca en Ecuador; los de México, Oaxaca, Puebla,
San Miguel de Allende, Guanajuato, Morelia, Zacatecas y Campeche, en México; el
distrito histórico de Panamá; las zonas históricas de Cuzco, Lima y Arequipa,
en Perú; la Antigua Guatemala, en Guatemala; Coro, en Venezuela…, así como
muchas ciudades coloniales construidas por los españoles y que hoy son
candidatas a figurar en la lista de la Unesco como Salta, en Argentina o Villa
de Leyva, en Colombia.
Todas esas
construcciones, ciudades, barrios, infraestructuras, monumentos… se costearon
con el oro y la plata que allí se extraía, lo que deja como burda mentira lo
del saqueo.
CARLOS DEL RIEGO
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