Una historiadora afirmó que lamentar la caída del Imperio Azteca equivale a lamentar la caída del III Reich nazi, ya que uno y otro llevaron a cabo una agresión sangrienta contra todos los pueblos que estaban a su alrededor. Y también coinciden los dos reinos en la intención de utilizar a sus vecinos como si fueran animales a los que esclavizar, eliminar o comer, sin escrúpulos morales. Sólo la unión de los pueblos-víctima y la llegada de ayuda exterior pudo finalmente acabar con la tiranía, nazi o azteca
No es que los aztecas fueran nazis medio milenio antes, eso es un anacronismo sin el menor sentido. Lo que sí es cierto es que existen similitudes que, salvando la enorme distancia temporal, permiten equiparar los métodos que utilizaban los americanos con los que siglos después utilizarán los nazis.
El III Reich agredió sin más motivo que el sentimiento de superioridad a todos los países que estaban a su alrededor: Polonia, Bélgica, Holanda, Francia, Inglaterra, URSS...; y consideraban ‘untermenschen’ (infrahumanos), a quien no fuera ario, o sea, de su supuesta raza. El Imperio Mexica, el más fuerte de toda Mesoamérica, atacaba con mucha frecuencia a todos los pueblos de la zona: tlaxcaltecas, zapotecas, tarascos, totonacas…, hasta casi un centenar de cacicazgos y culturas, considerados como poco más que víctimas para el sacrificio, animales de carga y comida. Los alemanes se llevaron a las cámaras de gas y a los crematorios a millones de personas, mientras que los mexicas las llevaron a las pirámides de sacrificios para arrancar miles, cientos de miles de corazones en vivo (imposible saber cantidades). ‘Der dritte Reich’ se quedó con las posesiones de sus víctimas antes de eliminarlas, y después aprovechaban cabello, piel, dientes de oro…; los aztecas también se quedaban y aprovechaban el cuerpo de los otros indios: una vez sacrificados eran despiezados y devorados, y las partes que no les gustaban se las echaban a los animales.
Los altos jerarcas nazis pronunciaban, en grandes escenarios y con gran despliegue de pompa y parafernalia, encendidos discursos ante masas enardecidas y fanáticamente convencidas de los ideales que sus jefes proclamaban. De manera similar, los sacerdotes y grandes personajes del Imperio Azteca lanzaban sus arengas desde lo alto de las pirámides de sacrificio entre un gran despliegue de disfraces, máscaras y rituales ante un gentío adoctrinado. Puestas en escena muy parecidas
Sobrecogedoras son las imágenes de los trenes de ganado que conducían a los judíos y otros cautivos a los campos de concentración y exterminio, unos destinados en principio al trabajo esclavo, pero todos finalmente sentenciados a la cámara de gas o el paredón. Los mexicas transportaban a sus víctimas (para trabajo esclavo, para sacrificio y para comérselas) sujetas por el cuello a unos haces de cañas largas, seis u ocho cabezas por haz, con las manos a la espalda y recibiendo palos al mínimo indicio de debilidad; así, cuando caminaran un haz tras otro, podrían semejarse a vagones transportando víctimas (hay que tener siempre presenta la inmensa distancia temporal entre unos y otros). Las maquinarias nazi y azteca llegaron a ser muy eficaces en cuanto a la matanza masiva, planificada y sistematiza de personas.
Muchos pueblos y sociedades mesoamericanas con cultura y tradición propia sufrían la tiranía azteca, pero dadas las rencillas ancestrales entre ellos, no eran capaces de ponerse de acuerdo para defenderse de la continua agresión de Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba, la Triple Alianza, base del poder azteca; tuvo que llegar alguien del otro lado del mar para unirlos, organizarlos y, entre todos, derrotar al imperio caníbal. De igual modo, los países invadidos y bombardeados por los alemanes a partir de 1939 se mostraron absolutamente incapaces de ponerse de acuerdo para hacerles frente, hasta que llegó un poderoso aliado del otro lado del mar con el que, ahora sí, consiguieron acabar con la sangrienta y cruel tiranía nazi.
No hay que perder de vista que todos los pueblos de aquella zona sacrificaban y se comían a las víctimas, y no debe juzgárselos por ello; era lo que imponían las costumbres y tradiciones y nadie se lo cuestionaba. En otras palabras, cualquiera de los presentes, si hubiera nacido allí en aquel momento, hubiera comido, vestido y actuado igual, incluyendo sacrificios y antropofagia.
En fin, no se trata de comparar aztecas y nazis y ponerlos a la misma altura, nada de eso, pero sí que se pueden encontrar ciertas similitudes que conducen a la conclusión de que la caída del imperio azteca trajo mucho bien a toda Mesoamérica, de igual modo que la caída de los nazis trajo muchos beneficios a Europa. Finalmente, también puede deducirse que antes de la llegada de los españoles había en América mucha más violencia que después.
CARLOS DEL RIEGO
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