Pete Townshend, uno de los músicos más importantes e influyentes de la historia del rock, cumple 76 intensas primaveras
La vida de casi todos
los artistas suele ser muy intensa, pero cuando se trata de estrellas del rock
la cosa se desmanda, el exceso es norma y las locuras se vuelven casi
cotidianas. Sería difícil encontrar a una gran figura de este negocio que no
tuviera las más disparatadas aventuras que contar. Entre ellos Pete Townshend, compositor y guitarrista de
The Who, que cumple por estas fechas (19-V) 76 primaveras
Todo el mundo podría
contar unas cuantas batallitas más o menos interesantes, más o menos
impactantes, pero muy pocos podrán presentar un ‘expediente’ de desvaríos,
anécdotas y sucesos sensacionales equiparable a cualquier estrella del rock,
por ejemplo Pete Townshend, que podría escribir varios libros. Él mismo ha
contado muchas de sus peripecias.
Roger Daltrey y Pete
Townshend se conocieron en el colegio y casi acaban a palos. Pete vio como
Roger peleaba con malos modo con otro chaval, así que le gritó e insultó. Recuerda:
“Roger se volvió y, con amenazas, me obligó a disculparme. Al poco lo echaron
del colegio por fumar. Un día lo vi por la calle con una guitarra. Y al otro
volvió al colegio para hablar conmigo; los demás se acercaron creyendo que
habría pelea, pero sólo me dijo que le habían dicho que yo tocaba bien la
guitarra, que estaba formando un grupo y que si me interesaría probar. Me quedé
sin palabras pero acepté”. Y todo cambió.
En aquellos
idealizados años sesenta, quien más quien menos todos buscaban aquello de la
paz interior, la realización espiritual, la expansión de la mente…Townshend
contó que estaba en la cama de un hotel viendo la tele cuando “escuché la voz
de Dios en una epifanía singular y trascendental. Sentí una llamada al
corazón”. No hay por qué dudar de la palabra del músico, aunque si se tiene en
cuenta que, seguramente, estuviera algo ‘colocao’ y que se quedaría semidormido
ante la tele… En todo caso, según él, aquel episodio le empujó a escribir su
gran obra ‘Tommy”.
Lógicamente, con tanto
‘viaje’ hay alguno que sale mal. En el avión de regreso del Monterry Pop
(1967), los miembros del grupo se comieron unas “grandes píldoras de color
púrpura” que les había regalado un químico llamado Owsley Stanley, que fue el
primero en producir LSD a gran escala. Keith Moon, como se esperaba, se tomó
una inmediatamente, pero Daltrey y Entwistle no quisieron, por lo que Townshend
decidió tomarse media “para que Moon no viajara solo”. Cuenta el guitarrista que
a la media hora “la azafata se había convertido en un cerdo, comía y resoplaba
como un cerdo. Luego me puse los auriculares y escuché todos los géneros
musicales a la vez, rock, clásica, jazz, música de cine, country…, todos
competían por captar la atención de mi cerebro”. Sí que estaba alucinando, pero
no acabó ahí la cosa, pues de repente Townshend creyó estar flotando en el
techo del avión, lejos de su cuerpo y viendo desde arriba a sus compañeros:
“Karen (esposa de Townshend, que había tomado la otra mitad de la pastilla) se
abofeteaba a sí misma, Moon se hurgaba los dientes… Entonces escuché una voz de
mujer que me decía suavemente ‘tienes que regresar, no puedes quedarte aquí’,
yo respondí que tenía miedo de volver y morir, pero ella me dijo que ‘no
morirás, y no puedes quedarte aquí’. De repente volví a mi cuerpo, notando
sonidos y colores maravillosos”. Aquel fue un mal ‘viaje’, tanto que Townshend
no volvió a probar el ácido jamás, al menos voluntariamente.
El guitarrista,
cantante y compositor ha hablado varias veces sobre su bisexualidad, por
ejemplo en su libro ‘Who am I’ (2012), en el que explica cómo le atraían tanto
mujeres como hombres, así Ray Davis (The Kinks) y sobre todo Mick Jagger. “Mick
era misteriosamente atractivo y me resultaba sexualmente muy provocativo. De
hecho, Mick es el único hombre al que hubiera deseado follar… Una vez llevaba unos pantalones anchos, como un pijama, y
al inclinarse vi que no llevaba ropa interior y que se notaba la silueta de su
pene… Mick estaba muy bien dotado”. Seguro que sí.
Aun en los sesenta, en
el 69, The Who tocó en el Fillmore East de Nueva York. A mitad de concierto un
espontáneo saltó al escenario, le quitó el micro a Daltrey y empezó a hablar al
público. Townshend recuerda: “Un minuto antes estábamos trabajando y ahora un
tipo estaba hablando con el público, con nuestro público. Roger quiso recuperar
el micro, pero el intruso lo apartó. Entonces me acerqué, aun con la guitarra
colgada, para darle una patada en el trasero, pero justo cuando el pie estaba a
medio camino, el hombre se volvió, de modo que mi Doc Martens (marca de las
botas) impactó de lleno en sus pelotas. Cayó de rodillas poco antes de que un
par de asistentes se lo llevaran. Seguimos tocando. Al acabar me enteré de que
el tipo era un policía que trataba de evacuar la sala porque se había declarado
un incendio en el local de al lado”. Townshend fue arrestado, aunque pagó la
fianza y salió en horas. El juez lo acusó de delito menor y lo condenó a una
multa de 75 pavos. El músico se disculpó varias veces, explicando que la adrenalina
del momento lo condujo a la patada. Lo raro es que nadie le hubiera advertido antes.
Aquel mismo año el
promotor Frank Barsalona le propuso tocar en el festival de Woodstock, que se
iba a celebrar unos meses después. Parecía interesante, pero demasiado
precipitado, hacía un par de meses que había sido padre y le apetecía estar con
su mujer e hijo. Frank insistió, pero Townshend se mantuvo inflexible.
Entonces, el promotor cerró con llave de seguridad la puerta de su piso y la
tiró por la ventana. “Me dijo que no saldría de allí hasta que aceptara.
Durante más de dos horas me negué, incluso perdí mi avión a Londres. Al final
le dije que sí sólo para que me dejara marchar, pero el muy astuto tenía
preparado un contrato; lo firmé pensando que no afectaría al grupo, sino sólo a
mí, pero unos días después me dijeron que nuestro manager había firmado para
tocar en Woodstock al ver mi firma en el contrato de Barsalona”.
Y The Who tocó en Woodstock. Sin
embargo, Pete Townshend no guarda buenos recuerdos: Para empezar, el público
que acudía tuvo que empujar el coche en el que iba el grupo, pues se había
atascado en el barro. Cuenta que “el ‘back stage’ era horrible; toda la zona de
alrededor era barro gelatinoso, pegajoso y espeso; el camino al escenario era
un camino entre el barrizal; al salir del coche me resbalé y caí de rodillas; fuimos
a una carpa donde había té y café, me serví y a los pocos minutos comprendí que
el agua del café estaba ‘enriquecida’ con LSD; el viaje comenzó definitivamente
a la media hora; me quedé mirando una foto de un gurú, embobado, y entonces un
chico descalzo y descamisado saltó sobre el techo de una ambulancia y se agarró
a una línea eléctrica, con lo que se llevó una descarga que casi lo iluminó.
También hubo muchos problemas técnicos y nuestra actuación no fue la mejor,
pero sirvió para colocar a The Who entre los grandes del rock”. No debió estar
tan mal.
Y aun tiene muchas
más batallitas que contar, como cuando, durante una fiesta con sus compis,
Townshend estuvo a punto de palmar por comerse una flor a la que resultó ser
alérgico. O como cuando compraron un coche fúnebre (un Packard V12 de 1936) que
él aparcaba frente a su casa, hasta que un día desapareció porque, al parecer, le
daba mal fario a la Reina Madre, Isabel, madre de Isabel II, que pasaba a
diario por allí; al final “lo vendimos, pero dediqué ‘My generation’ a la Reina
Madre”. O como cuando, en 1972, unos amigos de Eric Clapton le pidieron que los
llevara a casa de éste, pues tenía una fortísima adición a la heroína y no
sabían nada de él desde hacía días; el problema es que Townshend luchaba contra
su alcoholismo, de modo que (como era de esperar), terminó estrellando su
Porsche: “iba algo borracho y confiado en el coche, pero llovía, perdí el
control y acabamos entre dos árboles, aunque sin grandes daños; comprendí, y no
me hizo gracia, que yo era un borracho que trataba de ayudar a un heroinómano”.
Lo ideal, vamos.
Cosas de las
estrellas del rock.
CARLOS DEL RIEGO
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