Los españoles, a diferencia de otros conquistadores, se mezclaron sin racismo con los indígenas americanos
Sigue hablándose de
racismo, aunque no se señala en la dirección correcta… Y es que, a pesar de
todos los tópicos históricos con que muchos se refieren al hablar del
descubrimiento y presencia española en América (colonialista, imperialista, expoliador),
la realidad es que de todas las potencias coloniales sólo los españoles se
mezclaron con los nativos sin el menor atisbo de racismo; Hispanoamérica es el
único territorio donde triunfó el mestizaje
El sentimiento
racista continúa muy presente en América, sobre todo en el norte. Sin embargo,
a pesar de que nunca los conquistadores españoles mostraron esa bajeza moral,
muchos de los presidentes de Hispanoamérica (entre otros personajes) continúan
repitiendo los insultos tópicos contra los primeros en llegar allí hace más de
cinco siglos. Curiosamente, casi todos ellos tienen apellidos españoles, lo que
indica que si estos no hubieran arribado a América ellos no existirían; y
exactamente lo mismo puede decirse de los millones de mestizos que viven desde
Río Grande hasta Cabo de Hornos y que tienen nombres hispanos. El mestizaje que
se dio entre esas dos fronteras demuestra la ausencia de racismo entre los
aventureros; seguramente el contacto con los musulmanes durante ocho siglos
hizo desaparecer esa maldad de la mente de los españoles.
Hay que recordar que
lo que España tuvo en América no fueron colonias, sino territorios incorporados
a la corona, como bien claro lo dejó Isabel de Castilla en su testamento, en el
que subrayó que los indígenas americanos debían ser tratados y considerados
como cualquier otro súbdito de la corona de Castilla, e incluso debían ser más
protegidos porque eran más vulnerables (a ello hay que sumar las numerosas
disposiciones legales de protección al indio que instituyó Carlos I). Pero la
prueba más contundente de que los españoles no fueron a colonizar y no fueron
racistas es precisamente el fenómeno del mestizaje.
El escritor mexicano
Juan Miralles dejó escrito que “la mayor obra de arte de España en América es
el mestizaje”, una afirmación absolutamente indiscutible. No será preciso
volver a recordar el estado prácticamente residual de los indios norteamericanos
o la situación de marginación, arrinconamiento y exclusión social que sufren
los aborígenes australianos..., dos casos de auténtico colonialismo, pues los
que llegaron confinaron, ocultaron y discriminaron (cuando no exterminaron) a
los que allí vivían.
Por el contrario, los
españoles que atravesaron el océano en carabelas, galeones y otras naves se
mezclaron con los indígenas desde el primer momento: cuando llegó a las costas
de Yucatán la expedición de Cortés (cuenta Bernal Díaz del Castillo), se encontraron
con que algunos de los que habían llegado antes (con Hernández de Córdoba o
Grijalva) se habían casado y tenido hijos con las nativas. El propio Cortés
reconoció y legitimó al hijo que tuvo con la nahua Malinche (llamado Martín
Cortés), la cual se casó después con uno de sus hombres de confianza y tuvo
otro mestizo; Cortés también fue el padre de Leonor Cortés Moctezuma, nieta del
emperador, la cual viajó a España como una gran señora. Francisco Pizarro se
casó con la inca Quispe Sisa (o Inés Huaylas Yupanqui), hermana del emperador
Atahualpa, de cuya unión nació Francisca Pizarro Yupanqui. Muchos otros,
grandes capitanes o simples soldados, se casaron con nativas, tuvieron hijos y
se ocuparon de ellos, incluso no pocos alcanzaron cargos importantes, como el
hijo de Diego de Almagro y la india panameña bautizada como Ana Martínez, Diego
de Almagro ‘el mozo’, gobernador de Perú.
Así, toda la América
que hay entre El Paso y la Patagonia está habitada mayoritariamente por
mestizos, por descendientes de español e indígena, fenómeno que no se da en
ningún otro país o territorio conquistado por otros europeos. Nadie negará que
el número de mestizos nacidos en Norteamérica de inglés y nativa tiende a cero
(de hecho, los blanco-negro apenas se han empezado a dar en las últimas
décadas) y que los sioux y similares van camino de la extinción. Igualmente
sucede en Australia, donde la mezcla es prácticamente inexistente. Y se podría
repasar lo sucedido en lugares como Sudáfrica, donde ingleses y holandeses se
encargaron de penalizar por ley no sólo cualquier unión mestiza, sino tener el
menor roce con ‘razas inferiores’; ningún inglés mantuvo contacto con indias en
la India, ningún belga se acercó a las congoleñas, ningún francés a las
argelinas… De hecho, el único sitio de todo el planeta en el que se ha
producido mestizaje en cantidades significativas es en Hispanoamérica,
territorio en el que progresan las poblaciones nativas y donde la mezcla de
razas y culturas se muestra más productiva.
En definitiva, todos
los que tienen ancestros hispanos y americanos viven gracias a que un día un
español carente de prejuicios raciales convivió con una americana. Por eso, si
en lugar de los extremeños y castellanos hubieran llegado otros, no existiría
el fenómeno del mestizaje, “la mayor obra de arte de España en América”.
CARLOS DEL RIEGO
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