Malcom Young ya ejecutó su último acorde |
La
Parca afilaba su guadaña mientras echaba un vistazo a la lista de los mortales que
ese día iban a recibir su visita. Reparó en que dos hermanos iban seguidos.
Vaya, pensó, siempre crujen los dientes cuando hay que llevarse a familiares
directos a la vez, sobre todo si no hay accidente. Entonces echó un vistazo al
archivo para ver quiénes eran esos George y Malcom Young que seguirían juntos a
la hora de tomar su último tren.
Ambos
eran músicos (igual que otro hermano, Alex, al que se había llevado hace unos
cuantos años). El mayor, que conoció el éxito desde muy pronto y enseñó a sus
hermanos pequeños, emprenderá su viaje final inmediatamente. El más joven,
Malcom Young, soñaba desde niño con tocar en un grupo de rock. Y logró hacer
historia dentro de la modalidad más gruesa; envolvía con una atmósfera densa y
pesada unos textos simples que casi siempre trataban sobre el alcohol y las
mujeres, los viajes destructores y las propias esencias del rock & roll. Siendo
compositor, ideólogo y creador de su banda de siempre, y a pesar de tener mucho
temperamento, prefirió quedarse un poco detrás, puesto que su hermano pequeño,
Angus, acaparaba invariablemente todas las miradas. De algún modo esto le
liberó, puesto que así podía vivir la música de un modo posiblemente más
personal, como si fuera el encargado de manejar desde dentro esa desbocada
locomotora de sonido, dejando para otros los brillos, los focos y los baños de
multitudes. Él, Malcom, fue algo así como la roca de granito sobre la que se
edificó el monumento sonoro que culminaba su hermano pequeño, una sólida base
que también tenía algo de red de seguridad.
Me
llevaré primero al mayor, se dijo la flaca de la guadaña, esperaré un poco y
volveré a por Malcom. Tal vez éste agradecerá no tardar mucho en emprender el
viaje: es un rockero, una estrella de alcance mundial, pero ya no es consciente
de ello, ha perdido la cabeza y su mente ya no rige, es decir, todo él languidece
sin remisión. ¡Y qué puede ser peor para un héroe de la guitarra que dar una
imagen tan patética y desvalida!; por eso, es mejor no hacerle esperar
demasiado…, pensaba la encargada de poner punto final a toda vida.
Y
no se dilató la espera, pues Malcom siguió el camino de su hermano George
apenas unos días después. Con su marcha el grupo queda muy tocado; sólo su gran
figura permanece en pie, ya que uno de sus compañeros se ha quedado sordo, otro
ha decidido retirarse de la farándula y el tercero no es de fiar y siempre mete
la pata. No, la cosa no pinta bien para la histórica banda. Tal vez Angus, el
pequeño Angus, encuentre energía e inspiración para mantener vivo un cuerpo tan
golpeado como está hoy la banda de los infinitos voltios.
Los
que parecían indestructibles en el escenario, envueltos en luces y aplausos,
están sujetos a las mismas debilidades que los demás y terminan sus días igual
que el más común de los mortales.
Aun
así, ojalá la Parca tarde mucho en volver al barrio del rock & roll.
CARLOS
DEL RIEGO
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