Chrissie Hynde, líder de Pretenders, dijo a un maleducado público lo que la mayoría de músicos piensan del uso de móviles en los conciertos |
Un concierto de rock tiene sus ritos.
En los años heroicos, era costumbre encender el mechero cuando sonaba el
baladón de turno, pero cuando la cosa se generalizó, cuando era más un tópico
que otra cosa, los asiduos renegaron de los que seguían dándole a la lucecita. Andando
el tiempo esta práctica cayó en desuso; pero con la mejora de la herramienta,
algunos han encontrado forma de hacer el lechuguino desde que se apagan las
luces hasta que termina el último bis. Así, muchos de los que acuden al
concierto no guardan su móvil en ningún momento, de manera que de vez en cuando
lo ponen en modo cámara, graban al grupo y envían, otras veces se fotografían a
sí mismos con el escenario de fondo o en medio del personal y envían, también
tienen tiempo para mandar mensajes a sus grupos contando dónde están y cómo es
la cosa, y claro, no van a dejar de atender a las respuestas de los colegas ni
mantener la conversación dándole a los iconos más graciosos… Y así se van
sucediendo las canciones sin que el asistente le preste más atención al artista
que a su teléfono.
Hace unos días (X-17) la temperamental
cantante de The Pretenders, Chrissie Hynde, explotó durante una actuación en la
que, desde la primera nota, la mayoría del público no dejaba de apuntarla con
las (en momentos como ese) odiosas lucecitas. El suceso tuvo lugar en un
concierto del veterano grupo en Dubái. Ya de entrada, la veterana cantante rogó
al personal que guardara los teléfonos, e incluso explicó que “si hacéis caso
al teléfono no nos lo hacéis a nosotros y no escucharéis al grupo”. Pero el
ruego no dio resultado, pues apenas habían hecho la primera canción del
repertorio cuando, ante la masa de pantallitas, luces de colores y flashes,
Chrissie se interrumpió, se encaró con el maleducado público y, furiosa, les
espetó: “¡Meteos vuestros jodidos teléfonos en el culo!”, y añadió: “Nosotros
no somos ni Lady Gaga ni Katy Perry, así que si queréis grabar conciertos id a
verlas a ellas”. Hecha un basilisco, y mientras abandonaba el escenario del
Irsih Village de Dubai, soltó un taco y mostró al personal el dedo corazón
enhiesto, acto seguido se señaló la entrepierna diciendo “grabad esto”, y
finalmente mandó “a la mierda” al poco respetable público.
Después, ya en casa, reconoció a través
de las redes sociales que sí, que se pone “un poco perra con la gente que graba
continuamente con su teléfono móvil durante un concierto”.
Este es uno de los efectos perversos de
los móviles: la gente se ensimisma, se abstrae de lo que tiene alrededor,
interrumpe cualquier conversación, retira la atención a quien tiene delante
para centrar todo su interés en el mensaje recién recibido y en su respuesta, y
eso que en el 99% de los casos tanto uno como otra son chorradas sin la mínima
importancia.
Estas evidencias incontestables de mala
educación resultan especialmente molestas e inoportunas cuando tienen lugar en
ambientes donde se precisa un respeto por lo que se tiene delante, ya sea
teatro, cine o, como es el caso, durante un concierto. Este novísimo problema surge
del impulso incontenible de ciertas personas a, de algún modo, convertirse en
coprotagonista del evento, como si enviando las imágenes quisieran explicar que
el concierto es importante porque ellos están allí. De este modo, muchísimos de
los que van a ver a un grupo de rock en vivo prefieren difundir antes que ver, demostrar
que están antes que disfrutar.
Seguro que muchos van a ver a su grupo
en vivo con ánimo de cantar a pleno pulmón, de saltar y bailar, de meterse en
la esencia del rock & roll, de disfrutar de esas dos horas como si no
existiera el mundo. Sin embargo, a día de hoy, también otros muchos acuden con
intención de dejar constancia de su presencia, de difundir, de comentar
(incluso chascarrillos ajenos), de sacar y mandar fotos…, por lo que oirán pero
no escucharán, no se meterán en el concierto, apenas prestarán atención y no lo
disfrutarán. Al final, realmente habrán visto poquísimo, y no habrán encontrado
esa ‘conexión’, esa magia que surge cuando el grupo toca tus canciones, cuando tú
las cantas y bailas y, en fin, cuando dejas salir las emociones que sólo el
rock & roll puede provocar.
Bueno, siempre habrá quien le ponga
gaseosa a su Vega Sicilia, y será muy dueño de hacerlo. Como decía el castizo
“hay gente pa tó”.
CARLOS DEL RIEGO
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