Con total seguridad, muchos Pérez, García o Fernández integran gran parte de la turba vociferante y agresiva. |
La
figura del converso retrotrae a aquella época en que, en España, el cristiano
viejo, o sea, el que lo era desde siempre, miraba por encima del hombro al
converso, al cristiano nuevo convertido recientemente (muchas veces por
obligación); para compensar, éste trataba de hacer más méritos y así demostrar
su convencimiento y fanatismo; a esto le llamaban el furor o el celo del
converso. Tal situación se está produciendo actualmente en Cataluña, donde gran
parte de su población, tanto de catalanes viejos como de conversos, parece
haber roto toda relación con la lógica y la razón.
Un
mesetario que hace años emigró a esa región del noreste vuelve a su tierra cada
verano. Hace un par, después de los saludos y parabienes, y metidos en
tertulia, le preguntan sus paisanos que qué hay de eso de la independencia, a
lo que él responde con un rictus de melancolía: “¡nos han robado tanto!”
Silencio. “Pero a quiénes”, vuelven a preguntarle; “pues a los catalanes”,
contesta él. Más silencio. Ante las caras de sus interlocutores, el converso
explica que él ya se siente catalán, que se identifica con el catalanismo y,
más aún, que España y los españoles odian, persiguen y desprecian su cultura y su idioma, y viven a costa de su
trabajo y prosperidad, y que no les dejan vivir en democracia y libertad…
Alguien empieza a dar razones pero a los pocos segundos se da cuenta de que el
neocatalán no escucha, no atiende, como si estuviera obligado por su nueva fe a
no tener en cuenta ningún argumento, ninguna explicación por razonable y
evidente que sea. Los ánimos se encienden, y cuando uno de los presentes le
asegura que “llegará el día en que el catalán viejo no te necesite, desee lo
que tú tienes o no esté de acuerdo contigo, y entonces te llamará charnego”, él
responde: “¿Veis como nos odiáis?”. Ante la incredulidad de los que fueron sus
amigos, el converso se levanta y se va. Desde entonces no ha vuelto.
Pero
además de ciudadanos de a pie, también personajes de relevancia, como el
cantante Manolo García (cuyo segundo apellido es García-Pérez), asumen las
tesis independentistas, dando a entender que sí, que Cataluña es exclusivamente
de los catalanes y, por tanto, tienen derecho a violar las leyes españolas, y
que la ‘historia’ muestra la sucesión de agravios de todo tipo que han sufrido
los pobres catalanes. Otro ejemplo es el ex jugador de baloncesto Xavi
Fernández Fernández, que hubo de ser desalojado a la fuerza de un falso colegio
electoral el 1-X porque se situó fuera de la ley. Es como si, en un partido, el
árbitro le pita la quinta personal, pero él se niega a abandonar la cancha al
considerar injusta la falta y, además, al tener a gran parte del público con
él; entonces el árbitro avisa al delegado de campo que si ese jugador sigue en
pista el partido no se reanuda, así que el delegado le pide a la policía que
saque al jugador, el cual se resiste y es sacado a la fuerza…; posteriormente
declara que la brutalidad policial le privó de ejercer su trabajo, que la
democracia está por encima de la ley y que, por tanto, como la mayor parte del
público estaba en contra de la decisión arbitral, él tenía derecho a seguir
jugando… Los dos personajes, Manolo y Xavi, catalanes de nacimiento, no de ancestros,
son elocuentes muestras de conversos dispuestos al sacrificio para que no quede
duda sobre su catalanismo. Es de suponer que, en caso de que los padres de
ambos hubieran emigrado a Madrid (desde Albacete y Cantabria), actualmente
estarían echando pestes de los independentistas.
Es
el furor del converso, que se siente obligado a demostrar continuamente su
adhesión a la nueva fe, es decir, cree necesario ir más allá que los que
nacieron en esa fe. Estas circunstancias se vieron hace siglos en España,
cuando musulmanes y, sobre todo, algunos judíos se convertían al cristianismo
de un modo fanático e intransigente. No hay que olvidar que el Inquisidor
General Tomás de Torquemada, martillo de desafectos y sospechosos, descendía de
conversos.
De
este modo, se dan situaciones esperpénticas, delirantes: catalanes de
nacimiento y de ascendencia se ven insultados, amenazados, perseguidos por conversos
que, nacidos en otras partes de España y/o apellidados García, Pérez o Fernández,
son los encargados de entregar los carnets de catalanidad, puesto que se ven con
toda la autoridad para decidir quién es el buen catalán y señalar al que no lo
es… Así, uno de cuna y estirpe pero tan español, comentaba que últimamente sale
de casa acongojado, y que desde hace unas cuantas semanas ha sido seguido
varias veces por un grupo de vociferantes independentistas, la mayoría de los
cuales le son conocidos, vecinos que inmigraron humildemente hace unos años y
que hoy se niegan a hablar en español, criaturas que muestran una rabia contra
su tierra natal que resulta desconcertante, inquietante. ¿Qué transformación ha
sufrido su percepción de la realidad? Si en lugar de a Cataluña hubieran
emigrado a Arabia Saudí ¿prohibirían a las mujeres salir de casa solas?, y si
hubieran llegado a Sudáfrica en los años setenta del siglo pasado ¿serían
racistas partidarios de la segregación?
Y
también está, evidentemente, el caso de los catalanes viejos autoconvencidos de
tener la exclusiva de la verdad…, aunque también hay otra razón. Perfecto
ejemplo es Guardiola, el ex futbolista. Se trata de un personaje que ha
demostrado su enorme hipocresía y venalidad: declara haber sido independentista
desde siempre, sin embargo no dudó en vender sus ideas ante el primer plato de
lentejas que se le presentó: sus fuertes convicciones no lo fueron tanto cuando
tuvo que defender los colores del “estado opresor y antidemocrático”. Este
hombre demuestra, en cuanto tiene ocasión, que es un analfabeto funcional (o
está muy cerca), pues de otro modo no se entiende que trate de dar lecciones de
democracia a España mientras se codea jubiloso con jeques y representantes de
países en los que la democracia y los derechos humanos, la igualdad y la
libertad son ideas “degeneradas”. Claro que el hoy entrenador tiene otros
motivos más ‘comprensibles’ para explicar su desprecio por las leyes españolas
(esas que le han permitido llegar a donde ha llegado): algún que otro familiar
cercano está cobrando siete de los grandes al mes en una de esas falsas embajadas
de Cataluña… Y esta es otra: los miles y miles de ‘colocados’ por su ideología en
puestos apetecibles, con grandes sueldos y escaso esfuerzo; lógicamente, todos estos
son los más interesados en que continúe el chiringuito, pues de otro modo se
acabaría el chollo. ¿Y los cadáveres monetarios que tienen tantos politicastros
separatistas en el armario?
CARLOS
DEL RIEGO
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