Una de las más inspiradas y profundas muestras dr rock acústico es el memorable 'Dust in the wind' de Kansas. |
Cuando
todo resulta agobiantemente ruidoso, cuando las noticias, la calle o las
relaciones se vuelven puro estruendo, entonces se agradece la melodía suave y
el acompañamiento simple. Y aunque el rock suele presentarse como una poderosa
demostración sonora, también ha producido excelentes melodías que brillan casi
desnudas, con voces apenas escoltadas por una guitarra.
Casi
todos los grupos y solistas con relevancia en el escalafón, incluso los más
duros, han cedido alguna vez a la tentación de la intimidad, como si hubieran
tenido la necesidad de hacer algo sin gruesos envoltorios sonoros. Así han
surgido enormes canciones que, carentes de distorsiones y agresivas secciones
de ritmo, vienen a demostrar que el rock no tiene por qué sonar necesariamente
burro y estruendoso, sino que con apenas una acústica basta para sentir toda su
emoción.
Además
de los que se mueven siempre con estas premisas, como grupos folk-rock, o
country, o la mayoría de los cantautores solitarios que instintivamente tienden
a rechazar la amplificación, las grandes figuras del género han prestado
especial atención a la causa del rock de sencilla construcción. Por ejemplo el
imprescindible ‘My my, hey hey’ de Neil Young, un autor que podría presentar
docenas de gloriosas melodías construidas sólo sobre el transparente sonido de
su acústica y apenas adornadas con una armónica; es esta una canción que habla
de la eclosión del punk y, como todo iniciado sabe, tiene su versión borrica e
híper-distorsionada; cualquier principiante puede tocarla y comprobar, por sí
mismo, lo primoroso y auténtico que puede resultar el rock cuando se viste con
el traje más simple. Puede recordarse que junto a sus cómplices Stills, Nash y
Crosby crearon todo un mundo propio dentro del rock al natural.
También
los Beatles tienen un gran remanente de encantadoras canciones edificadas con
un instrumento y voz. Podrían citarse títulos indiscutibles como ‘Yesterday’ o
Eleanor Rigby (sólo con grupo de cuerda), pero también otros menos clamorosos
aunque con tanto talento; así el volátil ‘Blackbird’, la maravilla ‘Norwegian
wood’, la semioculta ‘Her majesty’ y sus apenas 23 segundos de gracia y emoción,
la tremendamente emotiva ‘Julia’, la ecológica ‘Mother Nature´s song’… ¡Hay
tanto donde escoger y tanta calidad artística!
No
se olvidaron Rolling Stones de marcarse acústicos aunque no se prodigaron
demasiado y, en puridad, apenas tienen títulos estrictamente desenchufados. Así
su célebre ‘Angie’, que cuenta con más arreglo del que parece, igual que la
excelente ‘Wild horses’ o la levantisca ‘Street fighting man’. No, eso de
buscar un sonido limpio nunca fue su lo suyo, al revés, su fuerte está
precisamente en la sonoridad turbia.
Auténticos
especialistas en el rock más pulcro y natural son Simon & Garfunkel: en su
memorable repertorio hay abundancia de canciones sin más materia que voz y
guitarra. Por eso podrían citarse unas cuantas, aunque si hubiera que señalar
una bien podría ser su evocador ‘Mrs. Robinson’. Se trata de otra demostración del
inagotable ingenio de Paul Simon para la creación de armonías con especial
encanto. Un par de guitarras, una percusión somera y poco más precisa una
partitura de esta altura para engancharse para siempre en el subconsciente.
Merece
la pena recordar el ‘Give a little bit’ de Supertramp. El sonido de la guitarra
de doce cuerdas proporciona un ambiente luminoso a esta expresiva canción, y
aunque a lo largo de la misma se suman ocasionalmente otros instrumentos, el
tema funciona a la perfección sólo con el atractivo y profundidad de aquellas
doce cuerdas.
Otro
experto en la modalidad es Bob Dylan, muchas de cuyas canciones están hechas
pensando sólo en guitarra y armónica. El arisco autor siempre supo mantener la partitura
a la altura de sus letras, algo que queda patente en su celebrado ‘All along
the watchtower’ (imposible mencionar este tema sin que Jimi Hendrix acuda raudo
a la memoria, pues su acongojante versión rescató el tema para el gran
público); tiene bajo y percusión, pero como simple apoyo, pues el denso
contenido del texto, la voz paliducha de Dylan y su aguda guitarra apenas dejan
espacio para nada más.
Imposible
olvidarse de uno de los máximos y más lúcidos exponentes del rock acústico: el
filosófico y profundo ‘Dust in the wind’ de Kansas. Todo es armonía y belleza, las
dos guitarras al desnudo, el tono melancólico de la voz, el antológico solo de
violín (y viola) hacen que todo amante del rock sienta un cosquilleo de
satisfacción cuando reconoce sus primeras notas.
Cierto
que el rock se asocia a música recia e impetuosa, pero también tiene, cuando se
despoja de sus características más rompedoras, una cara más fina, un tono más
cercano y amigable.
CARLOS
DEL RIEGO
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