'Por favor no escapar'. Así de difícil lo tienen algunos delincuentes para no pasar mucho tiempo en la cárcel. |
Terroríficos casos de violación de
menores, de pornografía infantil, infanticidios, asesinatos despiadados de
familias enteras, violación e intento de asesinato perpetrado por un preso de
permiso, agresiones callejeras… Siendo todo ello terrible, casi asusta más la levedad
con que, a la larga, son tratados los criminales (la mayoría reincidentes), una
ligereza que contrasta con el tópico “caerá sobre ellos el peso de la ley”, con
el que se llenan la boca muchos profesionales de la política y la judicatura, que
son los que tienen la autoridad y la obligación de librar a la ciudadanía de la
presencia en las calles de estas auténticas amenazas ambulantes.
Por un lado las leyes, que son
absolutamente desproporcionadas. Así, no parece razonable que un estafador, un
ladrón de traje y corbata, sea condenado a veinte años por haber desvalijado a veinte
personas, y que un asesino de otras tantas lo sea a poco más (lo de poner
condenas de mil años es una burla, una mentira): esto es una desproporción.
Luego está lo del cumplimiento real, que inevitablemente se reduce a la mitad,
a un tercio de la condena, con lo que prehomínidos que han segado vidas
recobran la libertad pasados quince años más o menos: esto es una gigantesca
desproporción, pues si uno arrebata cien años de vida a sus víctimas, ¿cómo
puede tenerse como justo que sólo pague con quince de la suya? Pura
desproporción de un sistema legal y penal que transmite la sensación de estar
preocupado exclusivamente por el confort y el futuro del criminal; como prueba,
las palabras del cuádruple asesino brasileño, el despiadado que perpetró el
llamado crimen de Pioz, que dejó bien claro que prefería entregarse en España,
“donde hasta tienes una celda para ti solo”, antes que ser perseguido en su
país. Además, resulta irritante que sujetos con cargos gravísimos (y pruebas
abrumadoras) estén en la calle, a la espera de juicio, el mismo día de su
detención, por mucho que tengan que se presentarse en comisaría; existe una evidente
desproporción entre los crímenes cometidos y el trato tan amable que reciben
por parte de la ley. Claro que también hay gran parte de la ciudadanía (esa que
tiene como prioridad la corrección política) en contra de la ‘prisión perpetua
revisable’, es decir, abogan por que el violador asesino vuelva pronto a sus
quehaceres.
Por otro lado algunos jueces (algunos,
pues afortunadamente hay muchos que no se la cogen con papel de fumar), que
penetrados por el pensamiento buenista,
tan de moda, parecen buscar consciente o inconscientemente beneficios para el
culpable, y para ello llegan a
razonamientos muy discutibles desde cualquier punto de vista. El caso es que los
encargados de dictar sentencia están tan sujetos a la equivocación como todo
hijo de vecino, pero lo desgraciado es que a veces sus errores afectan
gravemente a inocentes y, por chocante que parezca, rara vez tienen que dar
cuenta de sus dudosas interpretaciones; no hace mucho un juez dictó en un
sentido, pero los siguientes tribunales, uno tras otro, incluyendo el
Constitucional, lo contradijeron con razonamientos concluyentes, a pesar de lo
cual no se tiene constancia de que al primero le llamaran la atención.
Asimismo, se ha dicho y escrito hasta
el infinito que si un médico equivoca los síntomas y alguien sale perjudicado
será llevado ante los tribunales y seguramente castigado, igual que si un
conductor de autobús o tren comete un error y hay muertos o heridos, lo mismo
que si el carnicero u hostelero se confunde y hay intoxicados… Pero la
equivocación no tiene la misma consideración si quien yerra es el magistrado
aunque sea de buena fe (igual que los anteriores). Hace unas semanas un juez
dio permiso a un violador reincidente calificado de muy peligroso, y dio su
visto bueno en contra de los informes de los encargados de evaluar las
peticiones de los presos, que se la habían negado más de una docena de veces;
nada más poner el pie en la calle el indeseable buscó víctima, la encontró, la
violó e intentó asesinarla. Puede asegurarse que, en este caso, el juez se
equivocó, y a raíz de su metedura de pata alguien salió gravemente perjudicado.
¿Habrá estamentos superiores que pidan explicaciones a este profesional y,
llegado el caso, será encausado igual que aquellos otros profesionales que se
equivocaron?
Los legisladores han promulgado un
cuerpo penal tan comprensivo con el delincuente que casi tiende a la exculpación
(“la culpa es de la sociedad”, sostienen muchos
biempensantes), y esa corriente de pensamiento es seguida por algunos de
los encargados de imponer la legalidad…, algunos, ya que afortunadamente no
todos son como ciertos jueces de la Audiencia Nacional que tanta preocupación y
comprensión mostraron con aquel etarra que fingió una huelga de hambre; esos
‘algunos’, pues, transmiten la sensación de que su principal objetivo es quitar
severidad a la condena de criminales de probada abyección y con certeza de
reincidencia.
Aunque se haya dicho hasta el infinito,
continuamente se demuestra que, por una u otra razón, en España cuesta muy poco
delinquir.
CARLOS DEL RIEGO
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