miércoles, 16 de noviembre de 2016

LEYES Y (ALGUNOS) JUECES COMPRENSIVOS CON LOS CRIMINALES. España ha sido escenario en las últimas semanas (XI-16) de escalofriantes delitos; sin embargo, la respuesta de los poderes garantes de la ley resulta flácida, muy holgada con los agresores, que gozan de un trato inaudito, comprensivo y amable.


'Por favor no escapar'. Así de difícil lo tienen algunos delincuentes para no pasar mucho tiempo en la cárcel.
Terroríficos casos de violación de menores, de pornografía infantil, infanticidios, asesinatos despiadados de familias enteras, violación e intento de asesinato perpetrado por un preso de permiso, agresiones callejeras… Siendo todo ello terrible, casi asusta más la levedad con que, a la larga, son tratados los criminales (la mayoría reincidentes), una ligereza que contrasta con el tópico “caerá sobre ellos el peso de la ley”, con el que se llenan la boca muchos profesionales de la política y la judicatura, que son los que tienen la autoridad y la obligación de librar a la ciudadanía de la presencia en las calles de estas auténticas amenazas ambulantes.  

Por un lado las leyes, que son absolutamente desproporcionadas. Así, no parece razonable que un estafador, un ladrón de traje y corbata, sea condenado a veinte años por haber desvalijado a veinte personas, y que un asesino de otras tantas lo sea a poco más (lo de poner condenas de mil años es una burla, una mentira): esto es una desproporción. Luego está lo del cumplimiento real, que inevitablemente se reduce a la mitad, a un tercio de la condena, con lo que prehomínidos que han segado vidas recobran la libertad pasados quince años más o menos: esto es una gigantesca desproporción, pues si uno arrebata cien años de vida a sus víctimas, ¿cómo puede tenerse como justo que sólo pague con quince de la suya? Pura desproporción de un sistema legal y penal que transmite la sensación de estar preocupado exclusivamente por el confort y el futuro del criminal; como prueba, las palabras del cuádruple asesino brasileño, el despiadado que perpetró el llamado crimen de Pioz, que dejó bien claro que prefería entregarse en España, “donde hasta tienes una celda para ti solo”, antes que ser perseguido en su país. Además, resulta irritante que sujetos con cargos gravísimos (y pruebas abrumadoras) estén en la calle, a la espera de juicio, el mismo día de su detención, por mucho que tengan que se presentarse en comisaría; existe una evidente desproporción entre los crímenes cometidos y el trato tan amable que reciben por parte de la ley. Claro que también hay gran parte de la ciudadanía (esa que tiene como prioridad la corrección política) en contra de la ‘prisión perpetua revisable’, es decir, abogan por que el violador asesino vuelva pronto a sus quehaceres.         

Por otro lado algunos jueces (algunos, pues afortunadamente hay muchos que no se la cogen con papel de fumar), que penetrados por el pensamiento buenista, tan de moda, parecen buscar consciente o inconscientemente beneficios para el culpable, y para ello  llegan a razonamientos muy discutibles desde cualquier punto de vista. El caso es que los encargados de dictar sentencia están tan sujetos a la equivocación como todo hijo de vecino, pero lo desgraciado es que a veces sus errores afectan gravemente a inocentes y, por chocante que parezca, rara vez tienen que dar cuenta de sus dudosas interpretaciones; no hace mucho un juez dictó en un sentido, pero los siguientes tribunales, uno tras otro, incluyendo el Constitucional, lo contradijeron con razonamientos concluyentes, a pesar de lo cual no se tiene constancia de que al primero le llamaran la atención.

Asimismo, se ha dicho y escrito hasta el infinito que si un médico equivoca los síntomas y alguien sale perjudicado será llevado ante los tribunales y seguramente castigado, igual que si un conductor de autobús o tren comete un error y hay muertos o heridos, lo mismo que si el carnicero u hostelero se confunde y hay intoxicados… Pero la equivocación no tiene la misma consideración si quien yerra es el magistrado aunque sea de buena fe (igual que los anteriores). Hace unas semanas un juez dio permiso a un violador reincidente calificado de muy peligroso, y dio su visto bueno en contra de los informes de los encargados de evaluar las peticiones de los presos, que se la habían negado más de una docena de veces; nada más poner el pie en la calle el indeseable buscó víctima, la encontró, la violó e intentó asesinarla. Puede asegurarse que, en este caso, el juez se equivocó, y a raíz de su metedura de pata alguien salió gravemente perjudicado. ¿Habrá estamentos superiores que pidan explicaciones a este profesional y, llegado el caso, será encausado igual que aquellos otros profesionales que se equivocaron?     

Los legisladores han promulgado un cuerpo penal tan comprensivo con el delincuente que casi tiende a la exculpación (“la culpa es de la sociedad”, sostienen muchos  biempensantes), y esa corriente de pensamiento es seguida por algunos de los encargados de imponer la legalidad…, algunos, ya que afortunadamente no todos son como ciertos jueces de la Audiencia Nacional que tanta preocupación y comprensión mostraron con aquel etarra que fingió una huelga de hambre; esos ‘algunos’, pues, transmiten la sensación de que su principal objetivo es quitar severidad a la condena de criminales de probada abyección y con certeza de reincidencia.

Aunque se haya dicho hasta el infinito, continuamente se demuestra que, por una u otra razón, en España cuesta muy poco delinquir. 


CARLOS DEL RIEGO

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