domingo, 3 de julio de 2016

ILUSTRES SECUNDARIOS, A LA SOMBRA DE LAS ESTRELLAS DEL ROCK Uno de los músicos que pusieron los cimientos del rock & roll, el gran guitarrista Scotty Moore (XII-1931–VI-2016), acaba de pasar a mejor vida. Es uno de esos brillantísimos secundarios que estuvieron siempre a la sombra de las grandes estrellas del rock.

Lo admitan o no, casi todos los guitarristas de rock han seguido el camino que abrió Scotty Moore.
El gran público se quedará frío ante tal nombre, pero el conocedor profundo de esto del rock, y no digamos el incondicional del rockabilly y el r & r de los primeros momentos, recordará que se trata de uno de los compañeros insustituibles de Elvis desde sus inicios hasta finales de los sesenta; sí, todo adicto al género contestaría de corrido: ‘Scotty Moore y Bill Black’, si le preguntaran quiénes acompañaban al rey ya en los años cincuenta del siglo pasado.


Moore es uno de esos colaboradores imprescindibles sin los que algunos nombres legendarios nunca hubieran alcanzado la gloria. Esta figura es bastante habitual en el devenir de este estilo tan característico de la segunda mitad del XX: los focos apuntan permanentemente al centro del escenario, donde está el gran protagonista, y dejan en una discreta penumbra a sus acompañantes; pero hay veces en que alguno de estos resulta ser algo así como el brazo derecho del astro, de modo que sin aquellos, éste estaría incompleto y, sin duda, no sería tan grande. Hay bandas en las que el estrellato, aunque de modo desigual, está más repartido, ya sea porque la faceta creativa es cosa de varios y así se reconoce, o porque el brillo de los focos no ilumina sólo al gran figurón. Situación distinta es la de los productores, quienes suelen ser artífices del modo final en que se presenta la obra, es decir, el artista crea, pero luego es el productor el que moldea esa creación y le proporciona la forma y el ornato con que llega al público; así, aunque prácticamente desconocidos para los consumidores, estas piezas esenciales en el proceso no suelen tener vocación ni posibilidad de convertirse en astros de la música.

El gran Scotty Moore es perfecto para trazar el perfil del gran artista que, aunque secundario, es tan indispensable como brillante. Aunque parezca exagerado, él fue quien marcó las pautas por las que se regiría la guitarra de rock en prácticamente todas sus ramas. Los solos entre las estrofas que cantaba Elvis no sólo muestran un pasmoso virtuosismo, sino que estaban explorando nuevos caminos que, a la larga, han sido los que otros han recorrido y desarrollado desde aquellos últimos cincuenta del veinte; en fin, a partir de ahora, cuando se vea o se escuche a aquel Elvis, sería de justicia fijarse no sólo en la voz, sino en el toque y el punteo de Scooty y degustar su magisterio. Su influencia en posteriores guitarristas ha sido enorme, tanto que el mismo Keith Richards confesó que en los años sesenta todos deseaban ser Elvis, pero él, en secreto, lo que anhelaba era ser como Scotty Moore. En aquellos años publicó un sobresaliente álbum en solitario cuyo título era de lo más elocuente: ‘La guitarra que cambió el mundo’. Fino, preciso, muy talentoso, imaginativo…, Scotty Moore fue una gran estrella cuyo brillo siempre quedó eclipsado por el hecho de estar muy cerca de una supernova.

Otro lugarteniente con un talento desbordante fue el también desparecido Mick Ronson. Quien sabe de él lo reconocerá como el guitarrista de David Bowie durante sus mejores años; sin embargo, este excepcional guitarrista fue un lúcido creador de ambientes, un imaginativo coordinador de instrumentos y sonidos, un productor y arreglista superlativo. Así (por ejemplo), cuentan quienes estaban allí, que cuando Lou Reed mostró en el estudio su fantástica canción ‘Perfect day’, apenas era un esbozo, un dibujo de trazo esquemático que no dejaba entrever su potencial (de hecho, aseguran que las canciones de Lou, antes de que fueran elaboradas, eran algo así como el cuadro de la bici, es decir, no tenían ruedas, ni manillar, ni cadena…); pero ahí estaba Mick Ronson, quien ideó los arreglos de cuerda (¡ese chelo pone los pelos de punta!), la melodía que dibuja el piano y, en fin, el ambiente dramático e inquietante que convierte ese ‘Día perfecto’ en una obra de arte que roza la perfección. Asimismo, además de construir la pieza maestra de Lou Reed (el álbum ‘Transformer’), este guitarrista superlativo dio forma también a algunas de las mejores piezas y elepés de Bowie (entre otros gigantes del rock), aportando no sólo el elegante sonido de su Gibson o su Fender, sino también su clarividencia para concebir estilos, para moldear melodías, para convertir un boceto en una obra maestra perfectamente acabada. Sin embargo, aunque esencial para algunas grandes estrellas, siempre estará en un discreto segundo plano, y sólo los más especialistas le tendrán la consideración que sin duda merece. Asimismo, es preciso recordar su fabuloso álbum en solitario ‘Slaughter on 10th. Avenue’.   

Georges y Malcom Young serán eternamente los hermanos de uno de los más icónicos héroes de la guitarra, Angus. Pero tanto uno como otro son más, mucho más que los ‘hermanos de’. Georges, el mayor, ya conocía el éxito con The Easybeats cuando el menudo solista de AC DC iba al cole en pantalón corto… Luego, pasó al otro lado del escenario y se convirtió en el artífice del sonido de la poderosa banda australiana, pues produjo sus primeros ocho o diez elepés, dando forma a ese estilo inconfundible; luego, animado por la fiebre de los ochenta, formó otro grupo, Flash & The Pan, con el que también logró escalar listas; aun así, nunca dejó de estar detrás de la banda de sus hermanos, y de las de muchos otros. Por su parte, el otro, Malcom, que también participó en la construcción de la propuesta sonora, entendió que su sitio estaba a un lado, así que dejó todo el protagonismo a Angus…, y la cosa ha funcionado. El caso es que cuando hay que hablar de ellos casi siempre hay referencia al hermano pequeño, lo que no quiere decir que Georges y Malcom no atesoren méritos más que suficientes para ser considerados por sus propias obras.

Hay más, claro, pero estos casos son perfectamente ilustrativos de esa figura que roza la excelencia aun estando siempre a la sombra. Por eso, es necesario reconocer el valor que sin duda tienen todos esos actores secundarios de esta comedia que es el rock & roll.    


CARLOS DEL RIEGO

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