domingo, 31 de julio de 2016

CONCIERTO PARA BANGLADESH, 45 AÑOS DEL PRIMER FESTIVAL BENÉFICO. El 1 de agosto de 1971 el rock empezó a ser solidario e ‘inventó’ el festival benéfico. Fue el Concierto para Bangladesh’, ideado por George Harrison y su amigo bengalí Ravi Shankar.

Entre otros muchos méritos, a George Harrison se le debe el concepto del concierto benéfico, que tan extendido está.
Acosado por la guerra, ese territorio llamado en principio Pakistán Oeste y luego Bangladesh, sufrió en 1970 un ciclón que arrasó todo lo que encontró a su paso y acabó con la vida de miles de personas, dejando a los supervivientes en la absoluta miseria. George Harrison y el músico indio Ravi Shankar tuvieron la idea de que el primero llamara a algunos de sus amigos músicos, grandes estrellas del rock, para organizar un concierto cuyos beneficios sirvieran para aliviar a aquellos desdichados. No deja de ser curioso que fuera precisamente un beatle quien abrió esta puerta que hizo que la música rock (tenida por dura, irreverente y hedonista) apostara desde entonces por la solidaridad; es decir, hasta la idea del concierto altruista, pensado para beneficio de los más castigados por la desgracia, procede de aquel cuarteto de Liverpool. En realidad el primer concierto benéfico de la historia (de que se tenga noticia) se produjo en 1918, y tuvo como beneficiarios a las viudas y huérfanos austríacos de la Primera Guerra Mundial; se celebró en Viena y, lógicamente, nadie tocó rock & roll… 

George Harrison, desde muy pronto sensibilizado y solidario, se involucró hasta las cachas en el proyecto, y consiguió llevar al Madison Square Garden de Nueva York a músicos de primera fila, como Bob Dylan, Eric Clapton, Bandfinger (grupo infravalorado y desgraciado) y Ringo Starr; se intentó reunir para la ocasión a Lennon y a McCartney, pero aquel dijo que no sin Yoko y éste que hacía muy poco que Beatles se habían separado y…; también participaron otros músicos de menor entidad aunque de enorme prestigio, como Billy Preston o Leon Russell. Así, el 1 de agosto de 1971 dieron dos conciertos en aquel mítico escenario, de los cuales se extrajo un triple álbum titulado simplemente ‘The Concert for Bangla Desh’, que se lanzó a finales de ese año. Acababa de descubrirse una fórmula que, en lo sucesivo, sería repetida una y otra vez con miras de mayor o menor alcance, pero siempre con la música rock sirviendo a causas humanitarias.   

Los títulos que contiene el concierto son fáciles de reconocer, pues se trata grandes éxitos en la mayoría de los casos; también son de destacar las múltiples colaboraciones y las mezclas de músicos y de bandas. El festival y el álbum se abría con una larga interpretación de música tradicional india liderada por Shankar al sitar; al principio se escuchaba con interés y curiosidad, pero a los dos o tres minutos la cosa se antojaba un tanto cargante para oídos occidentales y rockeros por mucho que el oyente ‘entre en el papel’; hoy resulta verdaderamente difícil meterse entre pecho y espalda aquella raga. La película (muy recomendable) refleja muy fielmente tanto el ambiente como lo estrictamente musical. Uno de los productores, el inquieto e imprevisible Phil Spector, dijo que allí “hubo magia, nadie había visto nunca nada igual”. Shankar afirmó que “fue historia, y una de las más intensas experiencias musicales”. Y George Harrison explicó que “más importante que lo recaudado fue comprobar cómo conseguimos llevar el mensaje a todo el mundo y ayudamos a acabar con la guerra; lo que hicimos fue demostrar que los músicos y el público fueron más humanos que los políticos” (cosa, por otra parte, tan evidente que no precisa demostración).       

En cuanto al asunto del dinero, no faltó la sospecha e incluso el indicio de manipulación y desvío de cantidades. Allen Klein (manager, industrial del ramo y sospechoso en otros casos) nunca mostró cuentas, número de entradas vendidas o dinero recaudado; y aunque se declaró una cantidad, realmente jamás se ha sabido con exactitud y de modo irrefutable el balance de ingresos y gastos. Además, el hecho de que esta iniciativa fuera absolutamente pionera también sirvió para que hubiera no pocos fallos en la organización. Por otro lado, y aunque el disco no era barato (no fue eximido de impuestos), se vendió muy bien en todo el mundo durante los años setenta, de modo que se calcula que alrededor de 12 millones de dólares terminaron llegando a aquel país. Hoy día, lo que generan el disco y la película se entrega a Unicef a través de la Fundación George Harrison.

En la actualidad se celebran festivales y conciertos con intenciones solidarias en todo el mundo, ya para recaudar fondos destinados a la investigación de una enfermedad o para paliar la situación de las víctimas de una catástrofe; y aprovechando la idea, también se organizan otro tipo de eventos lúdicos con fines humanitarios, como carreras populares, concursos, exposiciones… Y todo parte de un concepto que ideó y puso en práctica, seguramente con no poco esfuerzo, George Harrison, que es quien concibe por primera vez la posibilidad de unir el espectáculo, ya sea musical, deportivo o artístico, con un propósito social. Fue una buena idea.   

CARLOS DEL RIEGO



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