Por inconcebible que resulte, hay europeos que comparten ideas y conceptos con los terroristas , como el odio a occidente. |
Esa es la cuestión, puesto que el rencor especial
que sienten hacia todo lo que suene a occidental está en el origen de esa
violencia ciega que sienten esos sarracenos de mente estrecha, casi todos
nacidos y criados en Europa. El caso es que, entre otras, una de las causas de
ese odio islamista y deshumanizado hacia Europa y Usa (aunque matan en
cualquier lugar del planeta) es la envidia, la más pura, insana, visceral y
violenta envida. Su mayor deseo, su más pasional anhelo es hacer daño a las
democracias surgidas de la tradición judeo-cristiana. ¿Por qué?, pues porque éstas
han conducido al sistema político que, cargado de imperfecciones y defectos, se
va imponiendo como el menos malo: la democracia. Y esto, el hecho de que las
ideas con raíces bautizadas triunfen, resulta insoportable a los que, en el
fondo, sólo entienden la existencia de las diversas creencias como
enfrentamiento armado (igual que hace mil años).
Como señala Antony Beevor (gran especialista en las
guerras del siglo XX) en su ‘París después de la liberación’, ningún país ama a
su libertador. Siguiendo esa línea argumental, se puede admitir sin temor a la
exageración que nadie ama al que le saca de la miseria, al revés, existen
muchas personas que odian a muerte a quien le proporciona libertad, bienestar,
futuro, sobre todo si esas personas se niegan radicalmente a sentirse parte de
su país de acogida. La demostración más palpable es el evidente rencor que los
norteafricanos y musulmanes en general (sobre todo los de segunda o tercera
generación) sienten hacia la Francia que los acogió, les dio derechos y
libertades, servicios sociales, trabajo…, porvenir. Tal vez la razón de tal
ingratitud sea la sensación de que jamás podrán devolver tanto como han
recibido, de modo que ese sentimiento se transforma en una inquina rabiosa que
(combinada con otras causas) desemboca en sed de sangre.
Por otra parte es innegable que, en los últimos
quinientos años, ningún país musulmán ha albergado el mínimo progreso, al
contrario, esa cultura no hace más que retroceder; y para explicar esta
afirmación no hay más que recorrer el mapa de países donde es ésta la doctrina
imperante: son países lastrados por la injusticia en los que apenas existen las
libertades asumidas como elementales en occidente, son auténticas dictaduras donde
la mitad de la población (la femenina) carece de derechos, donde se mutila, se
azota y se lapida, donde el fanatismo es la ley. Si se prescinde de la
tecnología, esas poblaciones viven, piensan y actúan de modo idéntico a como lo
hacían en la Edad Media.
Por ello, parece oportuno recordar que todo avance
tecnológico, filosófico y de pensamiento, toda mejora médica o social, toda
conquista en ámbitos de derecho y libertad, incluso algo tan universal como el
deporte, procede de esos países en los que, un día, la razón se impuso al
fanatismo más colérico y regresivo. Y esto es, precisamente, lo que no soportan
los más enloquecidos y descerebrados musulmanes: su religión no permite el avance,
no aporta nada al beneficio de la Humanidad, lleva medio milenio sin ofrecer
una idea o una obra de provecho a la sociedad humana (excepto algún buen escritor)
y, por tanto, miran con envidia a los países que anclan sus raíces en el
cristianismo, que son los que prácticamente a diario proponen nuevos proyectos,
nuevos conceptos, nuevos ingenios que ayudan y se aprovechan en todo el planeta.
Bueno será recordar ahora que en España hay partidos
(nuevos y viejos) que se han negado a apoyar una declaración en contra de la
violencia terrorista-yihadista; no es que se hayan opuesto a una acción armada
o a una campaña de sanciones económicas, nada de eso, han rechazado con
altanería y orgullo firmar un papel en el que sólo se manifiesta la repulsa a
la violencia terrorista, sanguinaria, indiscriminada. Y si esos partidos
políticos (básicamente los unidos y los que pueden) no están con los que
escriben es que están con los que ponen bombas. Así de sencillo, puesto que en
temas como este no hay puntos intermedios, es decir, el que sostiene que “poner
bombas está mal pero…” está justificado, excusando, protegiendo o defendiendo
la masacre como recurso. Así de sencillo. Y la razón de esa traición conceptual
también está bastante clara; por un lado, uno de esos partidos emergentes ha
recibido financiación de un país islámico, por lo que al callar está
protegiendo a su benefactor; y por otro, los integrantes de esos partidos
políticos (muchos de los cuales se declaran abiertamente antisistema), odian a
occidente tanto como los musulmanes, ya que, al igual que éstos, no soportan
que el progreso que surge de la Ilustración (de donde salieron conceptos como
Derechos Humanos, Democracia, Igualdad) tenga su raíz en la tradición
cristiana. Así, no puede sorprender que existan individuos que, con tanta
inteligencia como una ameba, afirmen que la culpa de que unos tipos se pongan
un cinto de explosivos y maten a cuantos más mejor, es del país que los acogió
y, por extensión, de todo occidente.
Desgraciadamente esta barbaridad volverá a
repetirse.
CARLOS DEL RIEGO
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