Debieron poner señales anunciadoras para que las ardillas supieran por dónde cruzar. |
Entre tanta noticia trágica, entre tanta información
grave y trascendental de vez en cuando aparecen en los medios ciertos episodios
que, a diferencia de los primeros, mueven a la sonrisa maliciosa, a la indignación,
a la incomprensión. Tal es el caso del puente que construyó el Ayuntamiento de
La Haya (Holanda) para que las ardillas cruzaran una carretera que dividía un
bosque; la obra se finalizó en 2012 con un coste de casi 150.000 del ala, sin
embargo, desde entonces sólo la han usado cinco de estos roedores (tal vez fue
el mismo, que cruzó cinco veces), lo que significa que cada paso ha costado
casi 29.000 eurazos. Ante las críticas, el consistorio de dicha ciudad se
defendió especificando que a sus ciudadanos no les había costado nada, pues la
pasarela había sido financiada por fondos procedentes del ministerio…
De tal esperpento pueden deducirse varias
conclusiones, las cuales conducen inevitablemente a la chanza. Para empezar,
cuando dicen que a los vecinos no les ha costado nada ese desembolso están
dando a entender que el dinero del erario no procede de los contribuyentes
(entre los que están los de La Haya), o sea, esos politicortos tienen el convencimiento de que dicha cantidad surgió
por generación espontánea o que creció en los árboles…, en todo caso ellos
entienden que esos euros no los aportó nadie.
Por otra parte, siguiendo ese modo de pensar tan
típico de los tontos inmaculados (¿alguien recuerda aquel grupo y aquella
canción, ‘Inmaculate fools’?), seguro que cuando debatieron y aprobaron este
proyecto estaban convencidos de que las ardillitas iban a ponerse contentísimas
con su nueva pasarela, y que harían cola para atravesarla. A nadie se le
ocurrió pensar que si el animal está a un kilómetro no va a ponerse a buscar un
paso elevado para cruzar sin peligro la carretera (¡claro!, debieron poner
señales que los avisaran). Ninguna de las lumbreras municipales cayó en la
cuenta de que los animales no piensan ni actúan como las personas; es más,
seguramente alguno de los impulsores de la ocurrencia se habrá sentido
decepcionado con la ingratitud de esos habitantes del bosque. Y aquí está parte
del problema: hay muchos buenistas que encauzan rematadamente mal su intención benefactora
y, como en este caso, humanizan a los animales y los tratan como si fueran
seres conscientes y racionales; tal vez por eso construyeron el puente de metal,
con un bonito y moderno diseño, con barandillas y magníficas vistas. Los
resultados han sido chuscos, bochornosos, como para que a los responsables del
desaguisado se les cayera la cara de vergüenza (hasta los ecologistas
criticaron la construcción).
También resulta más que evidente que en la ciudad de
La Haya no existen verdaderos problemas, ya que si se pueden destinar tantos
miles de euros a causa tan estúpida es que todo funciona allí de maravilla, y
que no hay ningún otro asunto que merezca tanta atención pecuniaria. ¡Qué
suerte tienen esos vecinos!, tienen cubiertas todas sus necesidades, proyectos
y deseos.
De lo anterior pueden deducirse, sin temor a
equivocarse, que los que se dedican a la actividad política (o sea, a
administrar los dineros del primo-contribuyente) parecen no vivir en la tierra,
como si jamás tocaran el suelo, tanto que algunos dan la sensación de estar en
la luna o muy cerca, ya que hay quien da pruebas de vivir más allá del Sistema
Solar. Igualmente, el grado de idiocia de los representantes públicos se
muestra directamente proporcional a los años de permanencia en política, aunque
hay excepciones, puesto que existe el ejemplar que alcanza la máxima graduación
a los dos días de sillón y sueldo oficial.
Aunque mal de muchos consuelo de tontos, no deja de
ser tranquilizador (en cierto modo) que no sólo sean los políticos tontainas de
aquí los que se gastan la pasta de todos en costosos e inútiles proyectos, sino
que esa especie también se da en otros lugares y ocupa cargos en los países tenidos
como más avanzados… Aunque en este caso a los ediles holandeses les queda mejor
el traje de bobos rubios o nor-memos (Simpson dixit).
CARLOS DEL RIEGO
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