miércoles, 13 de mayo de 2015

LO IMPOSIBLE: PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO El pensamiento humano es curiosísimo, contradictorio, incoherente, ilógico, opuesto a sí en muchas ocasiones. Por eso, lo que se achaca a otro se disculpa en uno mismo, y siempre se está convencido de que uno actuaría correctamente llegada la ocasión.

Todo el mundo está convencido de que si tuviera poder y dinero, mostraría una conducta justa e intachable.
Especialmente en fechas preelectorales es cuando más se desatan las lenguas, aunque en realidad, en cuanto se tiene oportunidad, no hay quien se resista a señalar a los demás. Así, ya sea en los múltiples foros de internet, reportajes callejeros y entrevistas de los medios, en la barra del bar o sentados a la mesa, es habitual hablar con desdén acerca de este o aquel colectivo, subrayando que son todos unos tal y unos cual. Algunas muestras: en una emisora de radio de alcance nacional un experto en banca afirmaba coincidir con el sentir de la población al asegurar que el 90% de los banqueros eran unos ladrones sinvergüenzas; igual porcentaje e idénticos calificativos aplicaban los peatones a los políticos cuando se les colocaba un micrófono delante; en internet son abundantísimos los que escriben que lo de los reyes y las casas reales es puro parasitismo; y qué no se ha dicho sobre los empresarios y ‘los ricos’…

Lo curioso es que quien se expresa de ese modo se está acusando a sí mismo, puesto que el que proclama que ‘el 90% de esos son unos tal’ quiere decir que, en caso de estar él en su lugar, tiene un 90% de posibilidades de hacer lo mismo, o sea, es prácticamente seguro que sería igual que aquellos a los que tanto condena. Por ejemplo, si un trabajador  de los que tienen que fichar se convirtiera en empresario, político, banquero o rico (o todo a la vez), en nueve de cada diez casos se conduciría de idéntico modo al que critica. Eso sí, desde su posición actual está seguro de que, llegado ese hipotético caso, él sería distinto y su acción siempre sería legal, justa, moralmente irreprochable, solidaria…

Pero no hace falta apuntar tan alto, pues hay actividades cuyos trabajadores suelen ser objeto de menosprecio o vilipendio por parte del gran público, por ejemplo docentes y funcionarios, empleados de seguros, médicos, periodistas, abogados…; todos pueden ser presa de la maledicencia hasta que un hijo o un amigo o uno mismo (por un sorprendente giro del destino) entra en cualquiera de esos colectivos; entonces la visión cambia. Lo sorprendente es que nadie (o casi nadie) trata de meterse a priori en la piel de los demás.  

Igualmente, hay veces que se habla con burla y repulsa de los que disfrutan de envidiable y desahogada posición a causa de su nacimiento, sin embargo, ¿quién renunciaría a los privilegios, fama, consideración social o dinero en caso de que su padre fuera un banquero poderoso, un gran propietario o incluso un rey?

Generalmente, cada persona tiene un alto concepto de sí misma, sobre todo cuando habla y teoriza acerca de cómo sería si estuviera en lugar de privilegio. La realidad se obstina en mostrar otra cosa: de estar en el sitio del mentado, sería poco menos que imposible diferenciarse de de él. Hay un 90% de posibilidades de que así sea.


CARLOS DEL RIEGO

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