Todo el mundo está convencido de que si tuviera poder y dinero, mostraría una conducta justa e intachable. |
Especialmente en fechas preelectorales es cuando más
se desatan las lenguas, aunque en realidad, en cuanto se tiene oportunidad, no
hay quien se resista a señalar a los demás. Así, ya sea en los múltiples foros
de internet, reportajes callejeros y entrevistas de los medios, en la barra del
bar o sentados a la mesa, es habitual hablar con desdén acerca de este o aquel
colectivo, subrayando que son todos unos tal y unos cual. Algunas muestras: en
una emisora de radio de alcance nacional un experto en banca afirmaba coincidir
con el sentir de la población al asegurar que el 90% de los banqueros eran unos
ladrones sinvergüenzas; igual porcentaje e idénticos calificativos aplicaban
los peatones a los políticos cuando se les colocaba un micrófono delante; en
internet son abundantísimos los que escriben que lo de los reyes y las casas
reales es puro parasitismo; y qué no se ha dicho sobre los empresarios y ‘los
ricos’…
Lo curioso es que quien se expresa de ese modo se
está acusando a sí mismo, puesto que el que proclama que ‘el 90% de esos son unos tal’ quiere decir que, en
caso de estar él en su lugar, tiene un 90% de posibilidades de hacer lo mismo,
o sea, es prácticamente seguro que sería igual que aquellos a los que tanto
condena. Por ejemplo, si un trabajador
de los que tienen que fichar se convirtiera en empresario, político,
banquero o rico (o todo a la vez), en nueve de cada diez casos se conduciría de
idéntico modo al que critica. Eso sí, desde su posición actual está seguro de
que, llegado ese hipotético caso, él sería distinto y su acción siempre sería
legal, justa, moralmente irreprochable, solidaria…
Pero no hace falta apuntar tan alto, pues hay
actividades cuyos trabajadores suelen ser objeto de menosprecio o vilipendio
por parte del gran público, por ejemplo docentes y funcionarios, empleados de seguros,
médicos, periodistas, abogados…; todos pueden ser presa de la maledicencia
hasta que un hijo o un amigo o uno mismo (por un sorprendente giro del destino)
entra en cualquiera de esos colectivos; entonces la visión cambia. Lo
sorprendente es que nadie (o casi nadie) trata de meterse a priori en la piel
de los demás.
Igualmente, hay veces que se habla con burla y
repulsa de los que disfrutan de envidiable y desahogada posición a causa de su
nacimiento, sin embargo, ¿quién renunciaría a los privilegios, fama,
consideración social o dinero en caso de que su padre fuera un banquero
poderoso, un gran propietario o incluso un rey?
Generalmente, cada persona tiene un alto concepto de
sí misma, sobre todo cuando habla y teoriza acerca de cómo sería si estuviera
en lugar de privilegio. La realidad se obstina en mostrar otra cosa: de estar
en el sitio del mentado, sería poco menos que imposible diferenciarse de de él.
Hay un 90% de posibilidades de que así sea.
CARLOS DEL RIEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario