Su último disco, su última actuación, su adios definitivo |
Seguro que a muchos sorprenderá, pero en aquel
lejano 1970 y con una España todavía en blanco y negro, había adolescentes que
ya sabían de la existencia de la música pop y rock, y no sólo lo que se hacía
en español; y eso que el ambiente musical estaba dominado por la copla, la
canción española o el pasodoble, las verbenas y las tonadas aflamencadas, todo
lo cual tenía mucha presencia en las emisoras de radio, casi única fuente de
música: la tele estaba en pañales y casi nadie tenía ‘pick up’, o sea, tocadiscos.
Por eso, porque teniendo casi todo en contra, sorprende que en mayo de 1970 hubiera
chavales que, con apenas 13 años, estuvieran esperando que apareciera el nuevo
disco de un grupo del que ya se hablaba en todo el mundo, aunque por aquí la
mayoría se refería a ellos como cuatro ‘vocingleros con pelo largo e ideas
cortas’, como lo definió un desacertado, desubicado y desfasado locutor.
El caso es que empezaba a extenderse el sentimiento
de que la música pop y rock (en realidad en esos años resultaba muy difícil que
alguien se atreviera a diferenciar) tenía algo más que música; o sea, casi todo el mundo
reconocía a Elvis, pero quien sabía de Beatles o Stones se sentía ya distinto a
la gran mayoría, tanto que se permitía mirar un poco por encima del hombro a
los que seguían todavía en el cuplé, el fandango o la zarzuela, géneros
absolutamente respetables pero que chocaban con la marea que se extendía
imparable entre la juventud de todo el mundo. Por ello, los pocos españolitos imberbes
que sabían que The Beatles tenían nuevo disco, acudieron a las tiendas con
ilusión, con emoción.
No hará falta recordar que la información, hace 45
años, no era tan accesible como en la actualidad. Por ello no había trascendido
que, en realidad, el disco anteriormente publicado, el ‘Abbey road’, se había
grabado con posterioridad al ‘Let it be’ aunque éste viera la luz después. Y
tampoco se sabía (al menos por estos pagos) que la relación entre los cuatro
era muy tensa, sobre todo entre los tres principales compositores…, como mucho
se alcanzaba a conocer que una japonesa llamada Yoko había sembrado la
discordia; no habría dos docenas de españoles que supieran que los gustos e
intenciones de los dos ‘inseparables’ chocaban abiertamente; y se podrían contar
con los dedos de una mano los ‘enteraos’ que estuvieran en el ajo de la gran
noticia: el grupo estaba próximo a su disolución..., si no estaba ya deshecho.
Sin embargo, mientras se contemplaban las cuatro caras en que se dividía la
portada del ‘Let it be’ (‘Déjalo así’ o ‘Déjalo estar’ se tradujo) nadie tenía
otra cosa en la cabeza que irse a casa, colocar con mimo el plástico sobre el
plato y descubrir las nuevas maravillas que Lennon-McCartney, Harrison y Starr
habían ideado para pasmo de la nueva pero creciente especie; y es que ya no
eran tan raros y escasos los que habían caído en el irresistible hechizo de
‘Qué noche…’, del mencionado ‘Abbey…’ o del ‘doble álbum blanco’.
Desbandada, enfrentamientos artísticos, egos
personales y elementos extraños, problemas financieros en el sello discográfico,
ambientes irrespirables o, en fin, que si en realidad este ya era un disco
póstumo…, nada de eso importaba a quien manipulaba la portada y extraía el álbum
con todo el cuidado del mundo; ese mágico momento de ‘inaugurar’ un disco… Hubo
quien habló de esas canciones con desdén y hubo críticos que encontraron poca
cosa salvable en la despedida de los de Liverpool; el paso tiempo, sin embargo,
ha demostrado que ‘Let it be’ contiene títulos emblemáticos, piezas
imprescindibles de la historia de la música del siglo XX, canciones emitidas,
versioneadas y tarareadas hasta el infinito, melodías inconfundibles para
cualquiera que tenga el mínimo interés por la cultura de los últimos años del
segundo milenio.
Empezaba el disco y los ‘beatlemaníacos’ se decían “¿quién
canta, John o Paul?, parece que los dos, ahora Paul, ahora John, ¡qué bonita! Y
la segunda, ¿parece un blues no? ¡Oh, qué preciosidad es la tercera, qué
melodía maravillosa! ¡Anda, esta es de George, vaya cambio de ritmo que tiene,
y qué potente suena su guitarra! Este de ahora es John, ¿verdad?, ¿qué demonios
dirá? Ah!, esta es la que da título al disco, es irresistible, elegante,
pegadiza…, ¡oye, ponla otra vez! ¡En la que cierra la cara A parece que están
de cachondeo…, y se acaba de repente!
Con delicadeza, el felicísimo posesor daba la vuelta
al disco y arrancaba la cara B, “mira, vuelven a cantar los dos, es como blues,
pero a veces endurecen el sonido. Oh, qué ritmo trepidante tiene la segunda…,
rock & roll puro, ah!, y dicen que la compusieron todavía en los años
cincuenta, mucho antes de ser famosos. Y con la siguiente se ponen melancólicos
otra vez, ¡qué dulce suena la voz de Paul en esta dulcísima melodía! Otra de
George, tiene ritmo muy marcado, y esa guitarra al estilo country. Esta es la
que cierra el álbum, ¡qué fuerte, y los solos de guitarra, y el piano!..., oye,
ponla otra vez…, y cuando acabe pon todo el disco otra vez”.
¿Desde aquel momento han pasado cuarenta y cinco
años?, ¡no puede ser!, ¡pero si sigue produciendo las mismas emociones, pero si
las canciones suenan tan frescas, tan lúcidas y apetecibles!
CARLOS DEL RIEGO
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