El desdichado Lalo García, a diferencia del criminal piloto alemán, se fue solo y en silencio |
Lao García se fue él sólo, atormentado por haber llevado
a la ruina a familiares y amigos, incluso a sí mismo (habrá otras causas, pero
todo señala a ésta como la principal). Se fue de casa sin decir nada a nadie,
desapareció en silencio, sin meter ruido, casi pidiendo perdón a aquellos a los
que creía haber defraudado, casi ofreciendo su vida como compensación. El
desdichado exjugador debió pasar un auténtico infierno. Sí, hubo de retirarse
del baloncesto antes de tiempo a causa de las lesiones y, como sucede en
demasiadas ocasiones, las cosas no le fueron todo lo bien que él merecía fuera
de la cancha; pero (según cuentan quienes estaban cerca) el motivo determinante
de su tragedia interior fue el desasosiego y pesadumbre que le produjo el hecho
de haber aconsejado a amigos y familiares una inversión que resultó
catastrófica; sin embargo, hay que tener en cuenta que él lo hizo con toda la
buena fe del mundo. En pocas palabras, pensó más en los otros que en sí
mismo.
El copiloto alemán quiso irse con estrépito,
llevándose con él a casi 150 personas totalmente ajenas a sus pensamientos y
preocupaciones. Si Lalo se sentía culpable (sin serlo), el alemán culpaba a
todos los demás de la posibilidad (o la certeza) de perder su licencia, y si él
no podía guiar aviones, su enfermiza vanidad le persuadió para matarse del modo
más escandaloso posible, del modo más criminal e inhumano. Este tipejo no
merece la mínima empatía, y bien puede comparársele con los islamistas que
estrellaron los aviones contra aquellas torres acabando con la vida de miles de
inocentes; en ambos casos la causa de la barbarie fue el fanatismo: los
islamistas sacrificaron a todos aquellos por una demencial religiosidad, el
aviador por una no menos enloquecida vanidad, ya que llegó a decir a sus
allegados que el mundo recordaría su nombre.
Al contrario que el primero, el segundo no sólo no
pensó en nadie más que en él; conscientemente, intencionadamente,
premeditadamente asesinó a 150 hombres, mujeres y niños, y hubiera segado 150.000
vidas si hubiera tenido ocasión; no soportaba la pronta retirada de su carnet
de conducir aviones y se vengó (preventivamente) golpeando, destrozando a sus
semejantes. Y no sirve de escusa su desarreglo mental, pues la meticulosidad y
frialdad con que preparó y ejecutó su perverso y crudelísimo plan muestra un individuo
que sabe perfectamente lo que hace, que es perfectamente consciente de sus actos
y sus consecuencias.
Lalo García se echó a su espalda toda la culpa,
mientras que el otro culpó al resto del mundo. El entrañable Lalo será siempre
recordado con emoción y cariño. El estúpido aviador será siempre maldito y su
recuerdo dará asco.
CARLOS DEL RIEGO
Gracias a Wikipedia he podido conocer las causas por las que este hombre dio el paso final en su carrera humana de la forma que lo hizo. Efectivamente no es comparable con los hechos protagonizados por el alemán, y si se comparan resultan odiosos, como se suele dcir. No cabe duda de que haces bien rindiendo este pequeño homenaje a una persona al que la vida no le sopló de cara. Descanse en paz.
ResponderEliminarAndrés Quintero.
Gracias Andrés. Hasta en situaciones personales extremas las personas son y las afrontan de modo diferente.
EliminarSaludos