Este es el hombre que no quiso quedarse con lo que no era suyo |
El ex ministro y ex pez gordo del Fondo Monetario
Internacional Rodrigo Rato gana un pastón al mes y, sin embargo, no le parecía
suficiente, así que un día sí y otro no trincaba quinientos de una cuenta sin
dar cuentas, una noche no y otra sí exhumaba del cajero otros trescientos sin
que su saldo particular mermase (y eso sin entrar en otros jardines donde el
privilegiado anda metido). Por el contrario, un nigeriano que vende pañuelos en
el semáforo cogió del suelo una cartera con efectivo y cheques que había caído
del techo de un coche, corrió y gritó, pero el conductor no se enteró, así que
el hombre la entregó a la policía.
Uno lo tiene todo pero necesita más, incluso podría
decirse que necesita sisar y llevárselo de mala manera para sentirse satisfecho.
El otro no posee casas, cochazos ni gruesas cuentas bancarias, pero su
conciencia no le permitió quedarse con algo que no era suyo. El blanco goza de
posición, posee formación universitaria, seguro que es educado e incluso
finolis y su vida habrá sido fácil; el negro estudió Medicina en Lagos y
estudia aquí para convalidar su licenciatura pagándose como puede la carrera, y
para ello se echa todos los días a la calle a buscarse la vida sin meterse con
nadie: no disfruta de una vida regalada. Con tales precedentes, ¿cuál de los
dos inspira más confianza?, ¿a quién confiaría el ciudadano sus ahorros?
¿Cómo es posible que un hombre con abundante
patrimonio, con sueldazos por aquí, acá y acullá se pringue por unos cuantos
cientos? ¿Cómo se puede ser titular de cuentas y valores con cifras de ocho o
diez dígitos e ir a sacar calderilla al cajero que no hace preguntas? Puede
calificarse de cicatero y agarrado, de roñica mezquino a quien teniéndolo todo
se aprovecha de privilegios inmorales para que su saldo particular no baje unos
céntimos (pues eso es lo que unos cientos deben significar para quien se
embolsa, seguro, más de diez mil al mes). Se confirma eso de que cuanto más se
tiene más se quiere tener.
Al nigeriano le llaman Pedro, vive en Sevilla desde
hace años y busca trabajo; a veces encuentra algo y deja los pañuelos, pero
cuando el curro se acaba vuelve al semáforo; es decir, no se pone a trapichear
droga ni a meter la mano en el bolso ajeno, si no a tratar de ganarse la vida sin
perjudicar al prójimo. Por cierto, ¿habría devuelto Rato la cartera?, y el
africano ¿habría sacado pasta de una cuenta que no fuera suya?
Habría que darle a este hombre la nacionalidad
española (si él la quisiera), más que nada para que aumentara el número y
proporción de buenas personas en España. De todos modos, con absoluta
seguridad, muchos españolitos de a pie habrían obrado como él, puesto que, en
contra de lo que algunos creen, aquí también hay gente honesta y decente, pues
actos como el del nigeriano han sido protagonizados por nativos del país en
infinidad de ocasiones.
En definitiva, el individuo es íntegro o dudoso por
sí mismo, sin que en su proceder y su moralidad tengan que ser decisivas
cuestiones como su origen, su situación social o sus propiedades. Por cierto, ¿cuántos
de los presentes serían capaces de encontrar una cartera repleta en plena calle
y entregarla de inmediato?
Seguro que algunos conductores se acordarán del
nigeriano íntegro cuando un vendedor de pañuelos (negro o blanco) se les
acerque en el semáforo.
CARLOS DEL RIEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario