Para pelear por el fútbol hay que ser un descerebrado, y sin cerebro no es posible la ideología |
Es cruel decirlo, desagradable incluso, pero lo
cierto es que el desdichado individuo se recorrió cientos de kilómetros
buscando palos y violencia, como llevaba haciendo durante años, hasta que las
encontró en grado extremo; en fin, que lo de ‘él se lo buscó’ coincide
perfectamente con la realidad.
Puede resultar difícil entender cómo, aquí y ahora,
un grupo de personas se cita con otro simplemente para atizarse sin conocerse,
sin inquinas personales, sin el mínimo indicio de motivo; choca contra la razón
que se gaste dinero y tiempo y se viaje cientos de kilómetros para vapulearse,
para dar y recibir; asimismo es duro asimilar que no pocos presidentes de los
equipos de fútbol les ríen las gracias a los violentos o, directamente, les
facilitan las cosas con entradas, beneficios, viajes, gradas e incluso espacio
en el estadio para guardar parafernalia. Pues es así.
De todos modos, parece difícil de rebatir la
afirmación de que los únicos culpables son los matones, esos iracundos
borrachos de alcohol y violencia dispuestos a apalear a quien sea hasta la
muerte. Y son idénticos unos y otros, los de este y los de aquel, o acaso el
puñetazo procedente del antifa duele más o menos que el del facha. Actúan de
igual modo y con la misma filosofía, ya que ambos fanatismos se creen con la
exclusiva de la verdad y, por tanto, legitimados para zurrar de modo
inmisericorde a quien piensa o se dice diferente. Es más, ambas sectas se
necesitan, pues las integran gentes de tan cortas entendederas que no son capaces
de afrontar la vida sin violencia, de modo que ambos extremistas, tanto el
grupo antifa como el facha, precisan de un enemigo claro y evidente, un alter
ego, una imagen en el espejo a la que enfrentarse con todo… Así las cosas, cabe
la pregunta, ¿por qué este tipo, el muerto, siempre dispuesto a pasar a las
manos, era de izquierdas?, sólo porque él lo decía; pero el caso es que actuó
de modo idéntico a como actuaron sus ‘enemigos’, él se adhirió a una facción
que se rige por los mismos principios y objetivos que la facción rival:
apalear, aplastar al otro. Si lo que hacen es igual, ambas hordas de fanáticos
son, sin duda, idénticas. En fin, que si tu vida diaria, si tu proceder
habitual dice una cosa acerca de ti, en realidad poco importa lo que digas tú,
pues uno es lo que hace en mucha mayor medida que lo que dice.
Realmente, todos los que se introducen en estas manadas
tienen la mente (y muchas veces la vida) tan perdida que necesitan sentirse
integrados en algo, y dentro del grupúsculo se creen protegidos, identificados,
notan que forman parte de algo, de un grupo, de una secta, de un ejército que
tiene aliados y enemigos. Se encasillan colocándose un rótulo de izquierda o
derecha sin darse cuenta de que son la misma cosa, la misma mano. Ambas
catervas buscan lugares con abundante público para hacerse notar y, a la vez,
individualmente, perderse entre la masa; para ello el fútbol es el ideal. No
necesitan más para sentirse legitimados y buscar y aporrear a quien ellos ven
como enemigo, que finalmente puede ser cualquiera.
Hay que ser un verdadero descerebrado para matar o
morir por un equipo de fútbol, y sin cerebro es imposible tener verdadera
ideología; así, estos prehomínidos tienen, en lugar de razón o conciencia, algo
así como un programa informático equivalente a la sesera de un chimpancé. Y es
que toda violencia ciega y fanática tiene sus raíces en la estupidez más extrema,
toda violencia bruta se aleja de la humanidad y se acerca a la animalidad.
CARLOS DEL RIEGO
Hola, Carlos. En el último párrafo hablas de la estupidez extrema. Totalmente de acuerdo. En este artículo vuelves a aplicar tu criterio sobre los extremos de los "pensamientos" políticos que ya exponías en el post Fascismo y democracia, comunismo y capitalismo, criterio que sigue siendo válido, pero de lo que estoy seguro es de que si tuvieras que volver a escribir el post de octubre 2012 Los animales matan (casi) por las mismas causas que los humanos... no repetirías los razonamientos que en aquella ocasión aportabas. Sigue habiendo una enorme distancia entre el comportamiento animal y el humano.
ResponderEliminarUn cordial saludo. Andrés Quintero.
Evidentemente, amigo Andrés, la comparación de comportamientos no es literal, aunque sí que guarda evidentes paralelismos; por eso está el 'casi'. No hay que olvidar que el hombre dejó de estar 'integrado' en la naturaleza (ocupando un nicho ecológico como un depredador o una presa) hace sólo unos ocho o diez mil años, cuando empieza a imponerse el Neolítico y la gente deja de depender de lo que la naturaleza produce por sí misma, sin intervención humana. Sin embargo, lógicamente, los motivos de los hombres son más 'enrevesados'. De todos modos todo es opinable. Saludos y gracias.
EliminarAsimismo puede añadirse que los animales actúan al dictado de su instinto, sin posibilidad verdadera de elección, mientras que las personas cuentan con la inteligencia (al menos se les supone) y la libertad para poder actuar de un modo u otro. Abrazo
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