The Waterboys, uno de los grupos más brillantes de Esocia. |
La brumosa Escocia es mucho más que los tópicos de
lluvia y niebla, whisky y hombres con falda a cuadros, castillos con fantasma y
el monstruo del lago Ness: como en todas partes se manufactura muy buen rock,
con gracia y personalidad, y casi desde el primer momento surgieron allí grupos
que lograron alcance internacional. No es que exista un patrón, algo que identifique
a las bandas escocesas, nada de eso, sino que al igual que cualquier otro
territorio, las formaciones de pop y rock tiran por un camino u otro según
gustos e influencias; a pesar de todo, no sería descabellado señalar que, al
menos a muchas de las más representativas, se les puede colocar el denominador
común de la elegancia, del buen gusto, de la querencia hacia lo hecho bien y
con clase. Y así, Escocia ha producido un buen número de grupos de mérito,
algunos de los cuales son o han sido verdaderamente excepcionales. La nómina de
bandas que han traspasado fronteras y épocas no es demasiado extensa, aunque sí
es cierto que no son pocas las que han logrado éxitos meritorios y ocupado
puestos altos en los charts de medio mundo; en fin, que hay espléndidos temas y
grupos surgidos en la tierra del kilt que todo aficionado que se precie ha de
conocer…, y degustar. Aquí va un pequeño recorrido por el rock de las ‘highlands’.
De los años sesenta del siglo XX pueden rescatarse
de entre las nieblas de las ‘tierras altas’ a The Incredible String Band,
pioneros del rock sicodélico con tintes folk y muy hippies ellos, como puede
comprobarse en ‘Painting box’; igualmente a los más comercialotes Middle of the
Road con su ‘Chirpy, chirpy…”. En los setenta, en época del heavy, destacaron
Nazareth, que tuvieron cierta repercusión en los ambientes de campana y
plataforma, sobre todo con temas como ‘Razamanaz’ y alguna que otra baladita. Dentro
del apartado más céltico y tradicional es imposible esquivar a imprescindibles como
Wolfstone, Capercaille o los eternos The Tannahill Weavers.
Pero tal vez fuera en los ochenta cuando el rock
escocés produjo sus mejores e inspirados representantes en cuanto a música rock
y pop. Entre ellos no pueden faltar Simple Minds, de Glasgow, que lograron sus
mejores éxitos en plena vorágine de lo que se llamó ‘nuevos románticos’;
elegantes (influencia Bowie) y con espléndidos músicos (sobre todo su solista
Jim Kerr o el poderoso batería Mel Gaynor), produjeron muchas muy buenas
melodías, llegando a ser uno de los grupos más importantes de toda la década
gracias a canciones sobresalientes, como los medios tiempos ‘Don´t you forget
about me’ o ‘Alive & kicking’, la potente ‘Up on the catwalk’, la
trepidante ‘Love song’ o la saltarina y evocadora ‘Promise you a miracle’.
Con guitarras y violines, The Waterboys consiguieron
unir estribillos pop con ambientes célticos, a lo que añadieron recursos del
rock y otros géneros para alcanzar resultados verdaderamente brillantes,
cargados de emoción, de pasión. Desde Edimburgo y con las cuidadas propuestas
de Mike Scott, la banda regaló auténticas joyas ideales para cualquier tiempo,
como ‘The whole of the moon’, una maravilla a la que es imposible resistirse y
que representa muy bien las inquietudes literarias y filosóficas de Scott, y
cuyo texto exhibe una exquisita contraposición: “caminé por el mundo durante
años mientras tú te quedabas en tu habitación, yo vi el cuarto creciente, tú
viste la luna llena”). Pero también son absolutamente recomendables la animosa ‘Bang
on the ear’, la preciosa y sugerente ‘Fisherman´s blues’, o la imprescindible,
estremecedora ‘Raggle Taggle gipsy’ (quien no la conozca y quiera hacerse un
favor que busque cualquier versión en vivo).
‘The Jesus & Mary Chain’ es algo especial, muy
original y difícil de situar. Su sonido, sobre todo en sus primeros años
(primera mitad de los ochenta), era un conglomerado de distorsiones, chirridos,
ruidos y acoplamientos, con lo que parecían desfigurar una melodía vagamente
audible. Sin embargo, ya desde sus primeros discos, ese violento sonido (por
cierto, en sus primeros conciertos la violencia no se limitó a la música) dejaba
entrever canciones con mucha alma, tomando lo más oscuro de la Velvet
Underground de Lou Reed para ensamblarlo con las atmósferas post-punk que tan
en boga estaban en aquellos momentos. Su oferta artística, en fin, siempre fue,
a pesar de todo, atractiva por lo insólita. Entre sus más significativas piezas están ‘Some candy
talking’, ‘Just like honey’ o ‘Happy when it rains’.
Ni que decir tiene que las ‘highlands’ han dado
muchos otros grupos de renombre internacional, alguno de los cuales, con mayor
o menor fortuna, sigue hoy en la primera división, como Teenage Fan Club, Texas
e incluso la joven cantautora Amy Mcdonald (espléndido su ‘This is the life´), los
tan ‘britpop’ Travis o los no menos ‘indie’ Franz Ferdinand, los más veteranos
Primal Scream y los Belle & Sebastian con su elaborado pop… Pero tampoco se puede olvidar a Del Amitri y
su sofisticado sonido, todo lo contrario de los sucios y explosivos Exploited
(punk con cresta), el funk elegante y guitarrero de Hipsway, los delicados The
Big Dish y Love & Money, los suaves Deacon Blue, los más efusivos y
exaltados Big Country (inolvidable su excelente ‘Chance’), Orange Juice y su refinada
y distinguida propuesta (‘Lean period’ es una buena muestra), los Aztec Camera e
incluso el divertidísimo pop-punk de The Rezillos-The Revillos.
Y hay más, bastantes más bandas escocesas con mérito
suficiente para ser recordadas. Incluso alguna lució el tradicional kilt en
escena; por cierto, también es tópica la pregunta ¿qué llevan los escoceses
debajo de la falda?
CARLOS DEL RIEGO
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