Hay veces que los periodistas se dejan publicar
tonterías verdaderamente hilarantes. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que
el periodista es como cualquier otro profesional: comete, escribe y dice tantas
bobadas, con la única diferencia de que lo escrito o retransmitido causa mayor
efecto. La veterana revista estadounidense Time acaba de soltar una muy gorda:
la cantante Mariah Carey es la mayor artista pop de todos los tiempos (¡¡¿¿!!??).
Incluso aún se atreven a más: la lista de los cincuenta máximas estrellas de
pop desde 1960 incluye en los primeros puestos a ‘artistazos’ tan trascendentes
como Rihana, Usher, Kathy Perry, Diddy, Ludacris…, todos ellos considerados por
‘Time’ como más importantes que The Rolling Stones o Elvis…, absolutamente
delirante.
Repasando la lista que propone esta especie de boletín
populachero y sensacionalista, el amante y conocedor de la música pop se
quedará de piedra al comprobar que no aparece Bob Dylan y sí Britney Spears,
que se incluyen a Jenifer López y Akon pero no a Springsteen ni a REM… Los
criterios utilizados para confeccionar tal esperpento son, afirma dicha
publicación, las ventas de sus discos, la permanencia en las listas y la
emisión radiofónica…, eso sí, sólo en Estados Unidos y sólo en la lista de
Billboard. Queda patente que los criterios no tienen nada que ver con la
calidad artística de los cantantes, sino que la base para confeccionar la
relación ha sido exclusivamente económica, ya que las listas de éxitos y la
radiodifusión tienen mucho que ver con la inversión de las discográficas; hay
que tener en cuenta, para entender esta forma de ver las cosas, que para los
estadounidenses el dinero es el valor de referencia, por ejemplo, apreciarán
mucho más un espectáculo carísimo que otro menos costoso sin tener en cuenta
factores como la calidad, la originalidad o el efecto causado entre el público
(en este sentido, se recuerda que en USA se despreció la ceremonia de encendido
del fuego olímpico de los Juegos de Barcelona – con arco y flecha – porque fue barata, sin entrar en más
valoración).
Asimismo, se usó para calcular el tamaño de los
artistas la relación entre lo logrado (ventas, números uno…) y el tiempo que se
precisó para lograrlo, sin tener presente que el poder de difusión disponible hoy
(no hace falta enumerar las posibilidades) no tiene nada que ver con el que se
tenía hace 20, 30 ó 40 años, es decir, no hay comparación posible por ese lado.
Y todo ello dando por buenos los números, o sea, aceptando que este ha vendido
tanto (se cuentan como ventas las descargas, incluso las gratuitas), y tragándose
estimaciones tan poco fiables como que ha sido escuchado por tantos a través de
la radio. Otras curiosidades de la elaboración de la lista resultan
verdaderamente chocantes; una muestra, se ganan puntos cuando se colabora
(haciendo coros o dúos) como invitado en el disco de otro, pero no si se
lograron éxitos formando parte de un grupo anterior.
Cada publicación, revistilla, fanzine o panfleto
tiene todo el derecho de fabricar sus catálogos, del mismo modo que cada uno
tiene sus gustos, preferencias y simpatías, sin embargo, hay que tener un poco
de coherencia a la hora de justificar un inventario de ‘los mejores’; es decir,
no se puede sostener de ningún modo que Mariah Carey ofrezca más calidad,
ejerza mayor influencia y, en fin, posea mayor peso artístico que Bob Dylan.
Esto es un verdadero esperpento, un desvarío surgido de las mentes de
verdaderos ignorantes ceñidos exclusivamente a cifras (por lo demás muy fáciles
de manipular, pues no olvidemos el dicho: ‘a los números se les hace decir lo
que se quiere’) y que, careciendo de verdadera perspectiva, se dejan deslumbrar
por la purpurina que brilla en la actualidad. Papanatas.
Sí, todo el mundo puede expresar sus opiniones, del
mismo modo que todo el mundo tiene derecho a hacer el más espantoso de los
ridículos… En fin, que puestos a hacer listas (sin perder de vista que el arte,
siendo estimable, no es materia mensurable), lo suyo sería tener en cuenta
factores mucho más sólidos y ecuánimes que los referidos exclusivamente a
cifras y numerarios. Por ejemplo, para tratar de tasar la grandeza de un músico
de pop habría que tener en cuenta su influencia en otros artistas, la
ascendencia que ejercen (en cuanto a sonido, ritmo, ambiente, intención
temática…) sobre autores y bandas posteriores y, evidentemente, las versiones
que se hacen de sus canciones; igualmente, es determinante a la hora de
destacar a unos sobre otros la permanencia en el tiempo de sus obras, o sea, si
pasadas décadas éstas siguen siendo escuchadas, si siguen estando presentes en
la memoria colectiva; también hay que sopesar el arraigo del artista y sus
canciones en la conciencia popular, si la gente en cualquier sitio recuerda y
tararea sus melodías, dicho de otro modo, el reconocimiento mundial que tienen
las canciones del músico a evaluar.
La repercusión de Carey fuera de USA no puede
compararse con la de los nombres clásicos mencionados (por no mencionar más).
En fin, cualquiera puede libremente mostrar opiniones grotescas sin morirse de
vergüenza.
CARLOS DEL RIEGO
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