El Dj es hoy el protagonista de la noche |
La evolución es la clave de todo, pues todo está en
constante evolución. Y dentro de esta permanente situación de cambio, el
terreno de las costumbres, hábitos, usos, gustos y modas es uno de los más
dados a la mutación. Las preferencias musicales van variando casi de una
temporada a otra (clásicos aparte), e igualmente ocurre con los modos de
escuchar y disfrutar de la música. En toda fiesta, sarao o sesión de hoy, es
imprescindible la figura del Dj, idénticamente a lo que ocurría en los
guateques de los años sesenta del siglo pasado, que es cuando verdaderamente se
empiezan a organizar bailes con los discos como único motor.
Desde el guateque que tan de moda estuvo entonces
hasta las sesiones del siglo XXI, la presencia del encargado de hacer que suena
la música siempre ha sido absolutamente necesaria; sin embargo, sí que se ha
producido una transformación en cuanto a los ojos con que se le mira y la
consideración que tenía antes y tiene ahora. Hay que recordar que, en realidad,
no hace falta salir de casa para montar un buen sarao, y eso lo comprendieron
muy bien los jóvenes más lanzados en aquella España de hace medio siglo; así,
cuando uno tenía un tocadiscos (también llamado un ‘picú’, o sea, un pick up) y
una docena de singles, y siempre que se dispusiera de un garaje, cochera, local
o, en último caso, un piso con padres ausentes, ya se podía preparar un buen
baile; los invitados acudirían sin insistir y las invitadas insistiendo, pero
el éxito de asistencia estaba asegurado. Después, alguien tenía que hacerse
cargo de pinchar los discos, actividad poco deseada, pues si estaba pendiente
de cambiar la pieza se descuidaba el objetivo principal: bailar, que era el
comienzo de cualquier intentona; por eso, casi siempre el menos decidido, el
más tímido, el gafotas, el más timorato e inexperto tendía a acercarse al
aparato (generalmente portátil) y colocar la aguja en disposición de pinchar un
disco; por ello, casi de manera natural, el más pasmao terminó por hacerse con
los mandos.
Otra cosa era la disco. Allí el pincha permanecía en
su cabina, generalmente aislado del personal danzante pero casi al alcance de
la mano; se le miraba ya con cierta admiración, pues se le presuponían grandes
éxitos en el terreno de la seducción, casi tantos como los que sonaban por los
Altec (marca de altavoces omnipresentes en aquellas salas de fiesta)… Después,
en los ochenta, el ‘disquer’ empezó a cobrar importancia entre la audiencia,
pues renace la cultura de la discoteca (¡cómo no recordar la legendaria Barraca
de Valencia o la madrileña Rock-Ola!), y en ella el que seleccionaba se convertía
en auténtico maestro de ceremonias. Fueron momentos en los que el diyéi era
apreciado por su búsqueda incesante de la novedad y el sonido más vanguardista,
por mostrar a sus parroquianos la canción que será éxito dentro de un mes,
fueron años en que ese creador de ambiente tenía como único objetivo programar
mejor música que nadie.
Pero la evolución nunca se detiene, y llegó un
momento en que el Dj empezó a ser más importante que los músicos que creaban
las canciones con las que él ilustraba cada velada. Incluso un día en que los
reyes de la cabina fueron más allá y se atrevieron a modificar las grabaciones,
primero variando velocidades, cortando y mezclando unas con otras, luego
aportando sus propias creaciones que se insertan como morcillas en un guión
teatral, hasta que la tecnología ha impuesto su imperio. Hoy, el Dj estrella no
sólo cobra tanto o más que un grupo en directo, sino que mediante ordenadores,
secuencias pregrabadas, loops y todos los infinitos recursos que la electrónica
permite, son capaces de estar horas ofreciendo sonidos y ritmos de los que son medio
autores, arreglistas, productores y ejecutores. Lo de la calidad de la música
que atruena las pistas es otro cantar.
Sí, cómo ha evolucionado el director del ritmo. En
otro tiempo era un cargo no deseado, hoy es capaz de llenar por sí solo enormes
recintos.
CARLOS DEL RIEGO
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