Hay internecios que se comportan como animales |
La cosa suele empezar en soledad o, como mucho, en
‘petit comité’. El afectado ha llegado a la conclusión de tener el monopolio de
la verdad y la justicia y que, por tanto, quienes tienen pensamientos opuestos
se merecen todas las desgracias. En casa, en soledad, la idea da vueltas en su
cabeza. Y así, centran en la diana de su resentimiento a una persona, una
empresa, una institución o una idea o creencia. Un día y otro, mañana, tarde y
noche. Se habla a sí mismo, se convence, se expone razonamientos que,
lógicamente, no encuentran réplica. Y así hasta llegar al convencimiento de que
todo lo que haga en torno al asunto, está más que justificado. Quien tiene más
neuronas contaminadas por la cizaña es fácil que se eche al monte y llegue a la
agresión, pero lo más habitual es que la rabia no pase de la palabrería incendiaria
y vocinglera.
Seguro que antes de la llegada de Internet y las
redes sociales también existía esta especie, pero la facilidad para difundir
ideas y mensajes ha hecho que aparezcan por todas partes ejemplares iracundos,
indignados hasta el extremo y dispuestos a pasar por encima de todo y de todos.
Se trata de gentes que, basándose en su convencimiento de poseer la verdad
absoluta, se sienten legitimadas para cruzar todas las líneas legales y
morales. Y así, creyendo que la libertad de expresión permite todo, lanzan
injurias e insultos, ofensas obscenas y amenazas, calumnias, infamias y
vejaciones. Concluyen que, como la razón está enteramente de su parte, tienen
permiso para vociferar y divulgar lo que sea. Sin embargo, no es la razón o la
justicia la que está detrás de esta actitud, sino el odio visceral, la fobia
desatada a quien tiene más, a quien goza de mejor posición, a quien piensa
distinto, a quien saca mejores notas… Odio irracional, ciego, arrebatado. Odio
primitivo, odio tribal.
Realmente es difícil, casi imposible, que con esas
bases y procedimientos mentales se pueda tener razón. Pero aunque así fuera, si
se piensa fríamente, no hace falta estar en lo cierto para vomitar bilis
rabiosa contra personas y estamentos, sólo hace falta creérselo, sólo es
preciso estar persuadido, ofuscado; una vez en este estado, cuando la
obcecación anula cualquier atisbo de sensatez o lógica, cuando el fanatismo
fascistoide aplasta la conciencia y la
moralidad, es fácil sentirse legitimado para señalar con el dedo o lanzar
piedras. Tal cosa ocurrió en la España previa a la guerra: todos estaban tan
seguros de su causa que todos mataban creyendo estar ejerciendo la justicia más
certera, sin remordimientos.
Puestos en casos extremos, el dictador está tan
absolutamente seguro de que su creencia es la (única) correcta, que moralmente le
está permitido llevar a cabo cualquier acción. No es necesario, por tanto,
estar efectiva y objetivamente del lado de lo verdadero para ejercer violencia
física, sicológica o verbal. Sólo hay que creérselo.
Aunque exista el dispuesto a la agresión, la aplastante
mayoría de estos ‘internecios’ no pasan de matones de guardarropía que, en
soledad, en casa, en el anonimato, se conforman con verter su frustración e
insatisfacción en la red, con aplaudir la violencia contra ‘ellos’ y maldecir la
ejercida contra ‘nosotros’.
CARLOS DEL RIEGO
Se puede relacionar esta entrada con la del dia 30-04? Http://carlosdelriego.blogspot.com.es/2014/04/entre-la-estupidez-y-el-fascismo.html Son las redes o la falta de educación y principios a los que esta sociedad esta llegando, la culpa no es el medio, y la forma de acabar no debía ser acabar con los aparatos. Se llega a anular los comentaros de algunas noticias en la prensa on line, para evitar los desbarres de algunos. Pero también esta la otra cara ( http://arquitectamoslocos.blogspot.com.es/2014/05/calatrava-te-la-clava.html ) lo dificil es la linea, la de cada uno y la de los jueces.
ResponderEliminarcierto, ambos textos están relacionados. Las redes no tienen culpa, pues sólo son una herramienta, un instrumento; el problema lo apuntas tú: "la falta de educación y principios". Hay veces que esa línea que mencionas está difusa, siendo difícil encontrar la frontera entre la libertad de expresión y la agresión verbal. Muchas gracias por tus acertadas reflexiones. Un saludo.
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