lunes, 19 de agosto de 2013

ELVIS, EL ICONO ETERNO Todos los 16 de agosto se revitaliza el mito Elvis. Aparte de sus valores artísticos, el rey aportó otros factores que lo han convertido con el paso de los años en el gran icono a recordar

El rey cantaba y bailaba como nadie lo había hecho
Es curioso, pero no hay ‘impersonators’, imitadores, de otros grandes caídos del rock (y eso que muchos fueron fácilmente imitables), pero sí que abundan los que se visten, cantan y se mueven al estilo Elvis en todo el mundo, e igualmente concursos de dobles a los que se les exige no sólo presencia, sino también una voz y un estilo lo más parecidos posible a los que situaron al de Tupelo, Mississippi, en el trono del rock & roll. Además, su casa, ‘Graceland’, es lugar de peregrinación de admiradores durante todo el año y de concentración multitudinaria durante estas fechas. De hecho, pasa por ser una de las tres o cuatro personas más fotografiadas de todo el siglo XX.

El caso es que Elvis no inventó el rock & roll (se puede admitir que eso fue cosa de Chuck Berry, aunque no sólo) y tampoco fue nunca un gran compositor, sin embargo, sí que puede atribuírsele el baile, esos movimientos espasmódicos que nadie había siquiera imaginado jamás, eso sí que fue idea suya; luego estaba su tremendo carisma y su atractivo irresistible para una juventud que con él también inventó el fenómeno fans, los gritos desesperados, los desmayos, el torrente de emociones, las lágrimas…, nada existía antes que Elvis. Pero todo eso no hubiera tenido valor o sentido sin un tipo dotado de voz profunda, dulce, dorada, brillante, potente, flexible…, a lo que hay que añadir que el malogrado cantante entonaba maravillosamente, marcaba la melodía sin aparente esfuerzo y con una gracia especial. Por cierto, muchos de los grandes especialistas aseguran que en sus postreras actuaciones, ya gordo y abotargado, cantaba mejor que nunca, es más, en una entrevista el cantante Chris Isaak (admirador incondicional) aseguró que sólo si se le metía un calcetín en la boca se podría cantar mejor que Elvis.



A la construcción de su leyenda contribuyeron sus películas, sus fotos haciendo la mili, sus mujeres, sus trajes, sus Cadillacs y, por supuesto, las excentricidades que caracterizaron sus últimos años, cuando estaba más que rellenito y se tragaba docenas de pastillas al día, llegando a perder la cabeza (escribió al presidente Jimmy Carter ofreciéndose para luchar contra las drogas) y la memoria, como le ocurrió varias veces en sus últimos conciertos, en los que olvidaba la letra de la canción. Todo ello contribuyó a convertirlo en todo un icono, en la primera verdadera superestrella del rock, es decir, no sólo abrió camino en un terreno entonces inexplorado como el rock & roll, sino que mostró cómo iban a ser los astros de la música joven en el futuro.  

Fue también algo parecido a un puente entre generaciones en el terreno de la música popular, ya que no fueron pocos los padres que, ya en los sesenta y setenta, aborrecían ‘el ruido y las guedejas’ de Beatles y Rolling Stones, pero admitían ante sus vástagos que el individuo ese del tupé cantaba muy bien, con gusto, con armonía, con voz.

Va para cuatro décadas que murió Elvis y ya puede aventurarse que su leyenda no dejará nunca de crecer: su modulada voz no puede ser más evocadora, todo el mundo reconoce el disfraz de quien quiere parecérsele, sus canciones aparecen por todas partes y es raro el grupo o solista que no hace alguna de vez en cuando, sus discos (o lo que sea) siguen vendiéndose y su inconfundible imagen de marca es ya tan representativa como el pistolero del oeste o el astronauta en la luna.      

Su vida privada fue también problemática y tortuosa, e incluso no pocos de los que convivieron con él lo califican de ‘mala persona’, sobre todo en los años finales; curiosamente hasta en esto, en el escándalo, adelantó la conducta de las posteriores estrellas del rock.

Por todo ello no puede extrañar que la figura de Elvis Presley no pare de agrandarse año tras año. Y por encima de todo, muchas de las canciones que él popularizó siguen provocando emoción tantos años después, siguen transmitiendo ‘feeling’, sentimiento, de modo que el gusto por la voz del rey es una de las cosas que comparten millones de personas en todo el planeta. Sin duda tenía ese toque divino, esa chispa que sólo poseen los elegidos, esa cosa que hace hervir la sangre.
¡Elvis is King!

CARLOS DEL RIEGO   


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