La vieja iguana, Iggy Pop, sigue en forma a sus 66 |
La música rock (y géneros o subgéneros afines o derivados)
es muy joven, su recorrido vital se reduce a poco más de medio siglo. Eso
quiere decir que quienes formaron parte de las primeras generaciones de
cantantes, guitarristas, baterías de rock para luego acceder al estrellato,
llegan ahora o ya están instalados en edades de retiro y jubilación; claro que algunos
ya la han superado ampliamente, como el seminal, inagotable e imprescindible
Chuck Berry, que en unos meses cumplirá 87 añazos, sin embargo, el viejo Chuck
es una estrella desde el punto de vista del prestigio y el reconocimiento, pero
no como gran fenómeno mediático que vende millones de discos y llena grandes
estadios; algo parecido se puede decir de ‘The Killer’, Jerry Lee Lewis, que pronto
tendrá 78. Los genuinos grandes astros son aquellos que llegaron poco después,
ya en los sesenta, algunos con altibajos y otros sin desaparecer nunca de la
primera página, pero todos han conseguido mantenerse desde entonces en un
envidiable estatus de protagonismo y referencia mundial. Estos monstruos del
rock ya son viejos, rondan o superan los 65 y arrastran (faltaría más) todos
los achaques de la edad por más que conserven el encanto, el glamour, la capacidad
de seducción. El asunto es que no hay referencias previas, pues los rockeros alcanzan
la senectud por primera vez, o sea, hasta ahora no existía la figura del músico
de rock añoso, vejestorio, ajado y sin la chispa que su estilo exige; por
tanto, la cuestión que se les presenta a estos que pisan un terreno virgen es
qué hacer, cómo afrontar y gestionar la ancianidad desde el punto de vista de
quien fue un joven rebelde y provocador y que, desde aquel primer momento, ha luchado
y trabajado para no perder su condición.
Algunos de los otrora desafiantes animales de escenario que,
con alcance mundial, ya pueden ser tratados como venerables ancianos son
Jagger, Richards (ambos cumplen 70 este año) o Watts (72) de los Rolling
Stones, Paul McCarteney (71) y Ringo Starr (73), David Bowie (66), Eric Clapton
(68), Iggy Pop (66), Ozzy Osbourne (65), Bob Dylan (72), Neil Young (68), Van
Morrison (68), Roger Daltrey (69) y Pete Towsend (68) de The Who, Roger Waters
(70) y David Gilmour (67) de Pink Floyd, Robert Plant (65) y Jimmy Page (69) de
Led Zep, y muchos otros más o menos célebres. Afortunadamente la mayoría de
ellos se han hecho a la edad, han asumido los años y han seguido activos, y muy
pocos han recurrido a la cirugía para disimular el lógico desgaste, es decir,
asimilan su condición sin traumas.
Estos son los primeros triunfadores del planeta rock que,
habiendo sido acompañados por el éxito casi toda su vida, llegan a viejos; de
hecho, desde que comenzaron en este negocio-arte-espectáculo no hacen sino explorar
y abrir caminos vitales, puesto que nadie había llegado a donde ellos están
llegando ahora, nunca antes ningún glorioso héroe del rock se había hecho
pureta; así, ellos son los primeros en descubrir qué siente una gran estrella
juvenil al perder la juventud y convertirse en un artista maduro con problemas
tan comunes como la caída del cabello o la aparición de la barriguita (amén de
otros achaques más propios del exceso que de la edad). Y ahora se encuentran
ante otra puerta que ningún guitarrista, batería o solista de rock, ryhtm &
blues, pop o similar tuvo ante sí anteriormente. No debe ser fácil para la
estrella juvenil hacerse viejo (en realidad no lo es para nadie), sobre todo al
no tener referencias de otro que haya estado antes ahí. Por eso, seguro que
muchos de ellos se habrán preguntado qué hacer, ¿seguir como siempre publicando
y actuando o asumir que ya no se es un rockero vigoroso y desafiante y, por
tanto, mejor irse a casa?, ¿tal vez sería mejor cambiar de estilo, suavizar el
sonido y hacer música para personas mayores? ¿o fingir que el tiempo no pasa,
rodearse de músicos jóvenes y participar en discos y conciertos de bandas
noveles y continuar agitando la melena como hace cuarenta años?
La realidad es que la mayoría de los músicos de rock están
envejeciendo con gran dignidad; tocan y publican muy de vez en cuando pero
siguen activos, recuerdan sus viejos éxitos pero sin renunciar al material
nuevo, han comprendido que “sus buenos tiempos” han pasado y se han hecho elegantemente
a un lado para volver ante los focos sólo en ocasiones señaladas. Prácticamente
ninguna vieja gloria se ha quedado sólo en eso, en vieja y en gloria, casi
nadie se ha retirado del mundo y se ha quedado añorando sus buenos tiempos y
lamentando los estragos de la edad, como sí hicieron muchas de las primeras
estrellas del cine al no saber afrontar lo inevitable.
De todos modos siempre es mejor cumplir años y hacerse viejo
que haber dejado un bonito cadáver de menos de treinta. Claro que de cara a la
mitología del rock tienen mejor consideración los que vivieron deprisa y
murieron jóvenes, pues entraron directamente en la sala de la leyenda sin dar
tiempo a la decadencia. Estos que siguen ‘rocanroleando’ a pesar de ser
sexagenarios, septuagenarios u octogenarios demuestran, sin lugar a dudas, que
el rock & roll no es cuestión de edad, cosa que se demuestra al ver el
gesto de un crápula como Richards cuando está en el escenario.
En resumen, que los nuevos discos de Bowie, Young, Stones,
Dylan, Stooges…, significan buenas noticias. Son viejunos pero aun muy capaces
de hacer saltar la chispa del rock y con ella entrar en contacto con gentes de
15 y de 75; es más, la erudita elegancia de uno, cualquier guitarrazo del otro,
el menor desplante de estos, la poesía corrosiva de ese o el salvajismo de
aquellos contienen más rock & roll que la discografía completa de la
mayoría de los grupos que son y han sido. Y por último, todos son mejores
músicos y tienen mucho más criterio que cuando se comían en el mundo.
¡Larga vida a los viejos héroes!
CARLOS DEL RIEGO
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