viernes, 22 de noviembre de 2013

‘IN DUBIO, PRO REO’, O SEA, EN CASO DE DUDA, VIOLADOR Y/O ASESINO A LA CALLE Tales son los argumentos esgrimidos por los jueces de Estrasburgo para excarcelar a asesinos terroristas, violadores y pederastas; y los jueces de la Audiencia Nacional no han dejado pasar un segundo para castigar así a las víctimas de los degenerados

'El violador del chándal' ya está en libertad y a la caza de víctimas, gracias a jueces.
La crisis económica acongoja, igual que las catástrofes medioambientales que sacuden periódicamente a diversas partes del planeta; el desempleo, la contaminación de mares, la tala de bosques, la desaparición de especies, el agotamiento de caladeros de pesca, la corrupción…, son hechos que inquietan, que provocan incluso indignación. Pero nada da tanto asco y enfada tanto como el hecho de ver salir de la cárcel a delincuentes confesos de crímenes atroces, asesinos, violadores y pederastas que, a causa de la interpretación de la ley pueden volver inmediatamente a la búsqueda de víctimas (recordemos que lo que un juez dicta puede ser desautorizado por otro, es decir, un caso o un delincuente procesado dependen de la opinión, arbitraria y siempre subjetiva, de una persona).

En algunos casos (los de abuso sexual), los expertos han expresado su preocupación al ver poner los pies en la calle a esos degenerados, pues afirman que el riesgo de reincidencia es extremo; en fin, que se puede asegurar que, más pronto que tarde, esas bestias convertirán a niñas y mujeres en víctimas. Y ello gracias a unos exquisitos señores que sólo han tenido en cuenta los derechos humanos de los agresores, basándose en que una ley sólo puede tener carácter retroactivo si beneficia al reo. ¿Es esto lógico? Si se sustituye reo por un término que precise el tipo de reo que es, quedaría la cosa así: “si la retroactividad beneficia al violador pederasta debe aplicársele, pero si le perjudica (pobrecito él) no debe ser tenida en cuenta”. O sea, hay que buscar cómo beneficiar al asqueroso e indigno individuo, que en todo caso situación, presupuesto o condición (afirma la ley y los jueces) ha de ser tratado con guante de seda y gozar de las mejores ayudas, cortesías, privilegios. El problema es que (y de esto no se dan cuenta esos paradigmas del síndrome de Estocolmo) cada vez que se favorece de cualquier modo al agresor se está hurgando en la herida de la víctima, cada vez que se alivia pena al criminal se está castigando a la víctima, cada vez que se otorga beneficio al depravado se trata con puño de hierro a la víctima. Así, si estos delincuentes vuelven a las andadas (que volverán) podría llegar a pensarse que los jueces han actuado como colaboradores necesarios, pues han hecho todo lo posible para que esos prehomínidos estén a la búsqueda de víctima un año antes, un mes antes, una semana antes.

La cosa tiene relación con otro concepto absolutamente perverso de los códigos penales, concretamente ese que dice “In dubio, pro reo” es decir, en caso de duda hay que sentenciar a favor del violador, en caso de duda hay que hacer lo mejor para el pederasta… ¿Alguien opina que este es un modo lógico de pensar?, ¿por qué hay que buscar cualquier resquicio, debilidad, ambigüedad o posibilidad para que el agresor sexual esté cuanto antes al acecho de niñas? Podría aceptarse esa máxima si el reo fuera un carterista o a quien tenga delitos menores, sin sangre: “en caso de duda, a favor del carterista”; tendría una lógica, pero eso no se puede aplicar cuando el crimen es tan horrendo, cuando deja secuelas tan profundas y terribles en quienes lo han sufrido.

El problema (hay que insistir) es que los jueces (la mayoría de los jueces) siempre están pendientes de los derechos del agresor, pero jamás atienden a los del agredido, pues cada beneficio que se otorga a aquel es un agravio a este, es como proclamar: “este te violó, pero vamos a aplicarle el beneficio tal o cual y tú debes aceptarlo alegremente”. Otra cosa sería que a esos jueces sufrieran la agresión en primera persona…, habría que ver entonces qué beneficios penitenciarios recibía el culpable. Por cierto, los jueces suelen escudarse en que se limitan a aplicar la ley; sin embargo, muchos de sus colegas afirman que se podría haber interpretado la ley de otro modo y seguir ajustándose a derecho la sentencia; y por otro lado, si los jueces dictan automáticamente según el código, mejor sería sustituir la figura del juez por un ordenador con un programa específico.

En Inglaterra se han pasado los dictámenes del tribunal de derechos de los criminales de Estrasburgo por el forro, y nunca ha pasado nada. Allí no tienen que pasar por algo tan indignante, aterrador e insoportable como es ver al violador del chándal volver a la caza gracias a aquellos (y estos) magistrados. Aquí se han dado una prisa incomprensible, una prisa que contradice la evidente y exasperante lentitud de la justicia, pues nunca se les ha visto tan presurosos y diligentes a la hora de exigir las compensaciones económicas que los depredadores deben a las víctimas.     
  

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 17 de noviembre de 2013

FUNK: PODER NEGRO Dentro de la música popular del siglo pasado, el ritmo funk es uno de los más divertidos, bailables y transmisores de optimismo, un género ideado y puesto en práctica principalmente (pero no sólo) por negros. Es el auténtico ‘black power’.

Sería descabellado pensar que un blanco se atreviera a aparecer de esta guisa.
No hay canción hecha en clave funky que tenga efectos depresivos por sí misma, aunque sí que puede producir alergia, efectos secundarios indeseables y, en fin, otras consecuencias y secuelas entre la población heavy o punk, pero esto se debe más a la predisposición y características del oyente que a la composición química del producto. Sea como sea, la música funk ha proporcionado algunos de los comprimidos (canciones) más estimulantes, vibrantes, excitantes e incluso divinamente disparatados de todo lo manufacturado por la industria musical a lo largo del siglo XX.  
 

Se trata, evidentemente, de una idea que tiene su origen en el sentimiento llegado de África, es por tanto cien por cien negra; a ese principio activo se le fueron añadiendo la asunción del cristianismo, que dará lugar a los espirituales y al góspel, las tradiciones anglosajonas y la propia situación de los americanos negros; todo ello condujo al blues, al jazz, al soul, al rock & roll…, al funk. Aunque su prehistoria se hunde en los sesenta, no cabe duda de que sus mejores años fueron los setenta y los ochenta de la vigésima centuria. En realidad, en los setenta se produjo lo que se vendió como ‘soul explossion’, que dio pie a infinidad de discos e incluso películas (como la saga ‘Shaft’) en las que el peinado afro era protagonista absoluto. Y casi a la vez, empezaron a proliferar grupos integrados principalmente por negros (pero no solo) que, vestidos con ropas delirantes, disparatadas (de esas que sólo lucen si las llevan ellos), fabricaban ritmos irresistibles con guitarras percusivas, explosivas secciones de viento y, en general, puestas en escena excesivas, extremadamente barrocas y llamativas; textos sugerentes y perfectos para leer entre líneas en principio y plenamente explícitos después completaron una fórmula magistral que no ha dejado de llenar pistas de baile.   


 
En aquellos tiempos heroicos se trataba de encontrar diferencias entre la música disco y el funk, pues aquella era considerada basura de discoteca mientras que ésta mantenía el prestigio aunque también sonara bajo la esfera espejada. Y es que no hay que olvidar que, además, por aquí proliferó algo tan terrorífico y pavoroso como el ‘eurodisco’, procedente sobre todo de Alemania, Italia y Francia, donde se grabaron baratijas dignas de un chino que, lógicamente, tuvieron su éxito en las listas y pistas más cutres del viejo continente, donde las cuchufletas de buhonero siempre fueron bien recibidas.


En cuanto a los nombres propios del género, hay que citar en primer lugar al padrino del soul, el gran James Brown (tan buen músico como mala persona), quien siempre supo controlar a la perfección los resortes del show bussines: ritmos trepidantes con instrumentación abundante así como melodías simples y estribillos pegadizos, y al lado, espectáculo con efectos dramáticos, teatralidad, bailes y bailarines frenéticos… De su enorme producción destaca, lógicamente, su ‘Get up (I feel like bein a) Sex Machine’, pieza que encerraba infinitos recursos. También intuyeron por dónde podría ir la cosa los increíbles Sly & The Family Stone, que ya en los sesenta construyeron monumentos del funk-rock como el ‘I wanna take you higher’. 

Entre los nombres que siempre se asociarán a lo mejor del funk están, cómo no, Kool & The Gang, que tras una primera etapa más purista entraron en los ochenta con nuevos bríos, dando salida a piezas bandera del género como ‘Celebration’, ‘Get down on it’ o ‘Fresh’; coreografías desmesuradas, colores reventones, fulminante sección de viento, ritmos muy calientes y un sonido tal vez menos agresivo. De Chicago son los fabulosos Eart, Wind & Fire, que siguen en activo desde su fundación, en 1970; a lo largo de su carrera han editado cerca de dos docenas de álbumes de estudio, un sinfín en directo y una interminable lista de singles, algunos de los cuales están en los altares de la música funk, como la delicada ‘Fantasy, la impresionante versión del clásico de los Beatles ‘Got to get you into my life’ (más soul), la cautivadora ‘Septembre’ con su abrasadora sección de metal e incluso sus falsetes, la divertida, optimista y revitalizadora ‘Boogie Wonderland’ o la insuperable ‘Let´s groove’, tema que roza la perfección del género. No puede olvidarse a los neoyorquinos Chic, más elegantes y contenidos y con un gran talento como Nile Rodgers a la cabeza; ‘Good times’ es de lo más típico del funk, y ‘Le freak’ atrae irremediablemente por alguna causa desconocida. Los británicos Average White Band tenían dos cosas diferentes; una eso, que no eran de Estados Unidos, y otra que eran blancos; lo suyo era tal vez más cerebral y quizá fueran mejores músicos; sus momentos álgidos eran casi siempre instrumentales, como con ‘Pick up the pieces’ y algunos pasajes de sus canciones, donde evidenciaban deudas con el jazz.

Tal vez jugando en una división inferior, aunque manteniendo puntualmente el nivel e incluso superando a las vacas sagradas, puede mencionarse a los anónimos Lipps INC, que sólo hicieron una gran canción, una sola, pero de esas que perduran, ‘Funky town’. Y cómo olvidar a los KC & The Sunshine Band, de Miami, con blancos y negros en sus filas, puestas en escena exageradas y varios títulos para la historia, como la siempre recordada ‘That´s the way I like it’ o la estimulante ‘Shake your body’. De Filadelfia eran The Trampps, que tienen sitio en el Olimpo gracias a ‘Disco Inferno’, emblemática e irresistible canción de la banda sonora de la película ‘Saturday night fever’. Merecen ser recordadas asimismo algunas bandas que, desgraciada e increíblemente, están en el más oscuro de los rincones. Por ejemplo los efímeros Funkapolitan, ingleses procedentes de anteriores bandas que lanzaron un primer álbum antológico (con piezas como ‘Run run run’, ‘As the times goes by’, ‘In the crime of life’) y un atractivo funk-pop; o los escoceses Hipsway, que apenas hicieron un par de discos, pero al menos dejaron una auténtica joya como ‘The broken years’.

Cierto que la lista podría ser mucho más larga, y cierto también que prácticamente todos los mencionados no hicieron sólo funk, pero todos brillaron precisamente gracias a ese ritmo, a esas formas tan deslumbrantes como sus habituales atuendos. Y aunque algunos se atrevieran a ello a pesar de sus rostros pálidos, lo cierto es que el funk es y será pura magia negra.


CARLOS DEL RIEGO

viernes, 15 de noviembre de 2013

UN PARTIDO DE FÚTBOL Y UNA CRUZ Los ofendidos contra una cruz de 14 milímetros y los indignados por un partido de fútbol pertenecen a la misma especie: la de los que gritan exigiendo un derecho aquí pero ni lo insinúan allí

Este es el símbolo tan ofensivo.
Allá en el norte, en Noruega, una presentadora de televisión ha sido denunciada por aparecer con una cruz al cuello, una joya de 1,4 centímetros  que casi hay que mirar con lupa para distinguir de qué se trata. Aquí, en el sur del continente, varios partidos políticos han pedido (algunos exigido) que la selección española de fútbol no juegue un partido amistoso en Guinea Ecuatorial contra el equipo anfitrión, puesto que, aducen, se trata de un país gobernado por un dictador (cosa cierta, por otra parte).

Se trata de dos perfectos ejemplos de esa especie que anda siempre a escudriñando por aquí y por allí, a la búsqueda de algo contra lo que manifestar su indignación; pero ese rastreo no es al azar, nada de eso, su exploración se centra exclusivamente en aquello que ofende a sus creencias, de modo que jamás se preocuparía por elevar la voz si alguien exhibe, dice o hace algo que moleste a quienes tienen creencias distintas a las suyas. Es decir, esta especie de picajoso protesta no en función de la presunta ofensa, sino en función de quién la ejecuta (claro ejemplo de relativismo moral).    

En el primer caso, la televisiva fue acusada tanto por inmigrantes mahometanos como por quienes no soportan insinuaciones religioso-culturales (pues una cadena con una cruz pertenece ya tanto a la cultura europea como a la religión). Los musulmanes, sin embargo, jamás protestarían si la señora en cuestión saliera en pantalla con algún símbolo de su religión ni, evidentemente, se atreverían a elevar similar protesta en su país de origen. Los iracundos cazadores de todo lo que huela a religión, por su parte, no hubieran levantado la voz si la periodista hubiera lucido un pin con la hoz y el martillo y, por supuesto, también hubieran permanecido en silencio viendo cualquier programa de televisión de cualquier país musulmán, donde jamás faltan símbolos religiosos. Lo que en un lado se ve como ofensa en otro se tiene por costumbre aceptable.

El segundo caso recorre los mismos caminos. Partidos sobre todo de izquierdas (pero no solo) han clamado contra el partido en Guinea Ecuatorial donde, evidentemente, manda un dictador sanguinario. Sin embargo no dijeron una palabra cuando se celebraron los Juegos Olímpicos en Pekín, tal vez pasando por alto que allí también existe una dictadura, en este caso de partido único; en China no hay democracia, no hay partidos políticos, no hay libertad de opinión, prensa o expresión, está restringido el acceso a internet, hay una censura férrea…, en fin, todo lo que se achaca a las dictaduras. O sea, aquello que en un lugar es digno de exaltada indignación, en otro se ve con buenos ojos.

La cuestión, más que las protestas y esfuerzos por una u otra nimiedad, es preocupante por el hecho de que quienes tienen la capacidad de decisión siempre ceden ante los más vocingleros, reculan ante los que más ruido meten; y ello aunque la cosa vaya en contra del más elemental sentido común. Baste recordar que uno de los que estrelló el avión contra las torres gemelas se graduó en Alemania, pero rechazó recibir su diploma de manos de una mujer (ser impuro, según él), de modo que las autoridades académicas se bajaron los pantalones, pidieron a la señora que se fuera y cedieron ante las despreciables exigencias del futuro terrorista. Más aun, cuando el maremoto de 2004 en Indonesia y otros países, también en Alemania (correcta políticamente hasta el absurdo, ¿por qué será?) se prohibió una canción que hablaba de surf y que se titulaba ‘Die perfekt Welle’, o sea, ‘La ola perfecta’, puesto que eso podía ofender a los damnificados por… la ola, por el tsunami.

Parece que hay una permanente carrera internacional hacia el desatino más disparatado.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 10 de noviembre de 2013

TREINTA AÑOS VIBRANDO CON ‘THRILLER’ Aunque en puridad se editó a finales de 1982, el mágico ‘Thriller’ de Michael Jackson fue un disco del año siguiente, siendo en muy poco tiempo un álbum aplaudido en todo el mundo. Tres décadas después sigue causando sensación.

Aquellos fueron sus mejores años
En 1983 existía la Unión Soviética, el Muro de Berlín y el Telón de Acero, la guerra Irán-Irak continuaba con cientos de miles de muertos, no faltaba en USA el majara con fusil que tira contra todo lo que se mueve causando docenas de víctimas. En España se cerraban los últimos capítulos del estado autonómico y un delincuente apodado el Nani desaparecía mientras estaba bajo custodia judicial por un quítame allá esos kilos de oro. ¡Ah!, y fue el año del 12-1 a Malta. En cuanto a música, tras la patada en la puerta del punk, la ‘new wave’ se había hecho con la parte del león de la industria; fueron años de vacas gordas en creatividad y ventas. Aquel año murió el recordado Eduardo Benavente, las listas hispanas estaban dominadas por Alaska y Mecano y había mucho mercado para la música en general y la ‘nueva ola española’ en particular. Y en estas, Michael Jackson, lanza su nuevo disco.


Todo el que en España tuviera algún interés por la música (hay que recordar que de aquella, los que pasaban de 35 ó 40 años no tenían el menor contacto con la música pop, rock o similares) sabía ya de Michael Jackson; se le reconocía como el niño prodigio de los Jackson 5 y ya podía presumir de éxitos en solitario incluso en esta parte del mundo: ‘Rockin Robin’, ‘Ben’. A todo esto, la afición estaba bastante polarizada: por un lado estaban los viejos rockeros acérrimos que no cambiaban a sus Stones y viejos dinosaurios por nada, y por otro estaban los que sólo tenían ojos para las continuas novedades que asaltaban los mercados. Por eso (y muchas otras cosas), ‘Thriller’ cayó como una bomba en todo el mundo, puesto que en la misma cara del disco, incluso en la misma canción podía escucharse rock y funk, pop y disco, y la cosa no sólo no chirriaba, sino que funcionaba a la perfección…

El tipo tenía apenas 25 años y ya había publicado docena y media de discos con sus hermanos y otros cinco en solitario, o sea, no era un recién llegado. El álbum presentaba nueve canciones tocadas por las musas y por una producción extraordinaria del gran Quincy Jones, pero entre ellas estaban algunas de las cumbres de la música de la segunda mitad del siglo XX. La pieza que abre el disco, ‘Wanna be startin´ something’, es funk imaginativo y transgresor, con cantidad de efectos, arreglos, sorpresas, voces, pasajes instrumentales y una tensión mantenida de principio a fin. La cuarta era la que daba título al álbum y la única de las grandes cuatro no firmada por Jackson; en ella sigue el tono funk pero más contundente, marcado por una línea de bajo muy sólida, profusión de sección de metal y carta blanca para sintetizadores; ahí está el consabido ambiente terrorífico, zombi, plagado de efectos de pelis de terror e incluso con la evocadora voz de Vincent Price dando ambiente.

En medio del disco está la insuperable ‘Beat it’, puro rock, incontestable, poderoso y hechizante. La peña de iniciados estaba despistada. ¿Cómo es posible que una guitarra evidentemente heavy se pasee por una canción de un artista funk-soul-disco?, ¿qué?, ¿que el solo de guitarra es de Eddy Van Halen del grupo heavy Van Halen? (se dice que hizo dos tomas y fueron tan buenas que no hubo que grabar más). Bueno, la cosa tiene algo más de sentido, ¡vaya, sí que es una gran canción! Sí, hasta los más duros de la época reconocieron que esto era algo inaudito, ¡heavy y funk de la mano!, ¡ni Sly & The Family Stone se atrevieron a tanto!

E inmediatamente, ‘Billy Jean’, un funky electrizante y tenso sirviendo de base a una melodía pop de talla genial y que podría haber sido firmada por Lennon y McCartney. En el inicio el bajo engancha y ya no suelta, e imposibilita distraer la atención, luego el cantante introduce la melodía con sutileza y gracia. De repente, una precisa y cadenciosa guitarra, enérgica y cautivadora, entra y sale, toma el frontal del escenario y se va, explosión funk, seducción negra. No faltan efectos orquestales y violines juguetones. Si hay canciones que tocan la perfección, ésta es una de ellas.
Hay en este disco atemporal otras piezas de gran calibre y estribillos pegajosos en clave soul, funk y balada enamoradiza que, aun a gran altura, bajan unos centímetros respecto a las cuatro grandes.

Es sabido que el disco fue un éxito apabullante, posiblemente el mayor de la historia de la discografía, con ventas declaradas superiores a los 65 millones de ejemplares, pero más importante es que a pesar del tiempo transcurrido esas cuatro grandes permanecen en la memoria de miles de millones de personas en todo el mundo y, más difícil todavía, mantienen su embrujo para con las mentes más jóvenes y abiertas.   

Y a todo esto, la voz del ya malogrado artista, una voz fina pero potente, voz delicada y cristalina, voz madura pero aun ingenua, voz en plenitud, flexible y capaz de múltiples registros, entonada y medida. Una voz apagada por las consecuencias de una infancia sin infancia, destino al que van todos los que deslumbraron en la niñez, vida desarreglada y acosada por fantasmas, complejos, obsesiones y, casi seguro, traumas infantiles. Pero la idea que perdura, la verdadera imagen de Michael Jackson coincide con la que tienen aquellos que tuvieron la suerte de verlo alguna vez en directo, esa que  tendrán grabada de modo indeleble en su mente: delgado y con movimientos precisos de robot y ágiles de felino, pies con vida propia, baile hipnótico. Ritmo y melodía engarzados con genio. Arte. Y espectáculo.

Hace ya treinta largos años que salió ‘Thriller’ y cuatro desde que murió Michael Jackson pero ¿alguien ha olvidado al artista y su obra?


CARLOS DEL RIEGO

viernes, 8 de noviembre de 2013

EL CINE POLÍTICAMENE CORRECTO, LA ÚLTIMA ASTRACANADA La más reciente mamarrachada (de que se tenga noticia) salida de un parlamento democrático llega desde Suecia, donde van a clasificar las películas en función de su aportación a la igualdad de género

Lo que el viento se llevó sería, según los extremistas de lo políticamente correcto, contraria a la igualdad de género.
Dice un viejo refrán español “cuando el diablo no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo”, que más o menos quiere decir que el ocioso se entretiene con cualquier nimiedad, con cualquier tontería. Tal cosa suelen demostrar políticos de todo el mundo, que no encuentran nada provechoso en que gastar el tiempo y entonces se dedican a cualquier majadería. No hace mucho el parlamento belga dedicó horas y horas, días, semanas, a debatir si Tintín, el personaje de cómic, era o no racista…, con resultado absolutamente tan irrelevante como estéril. La última muestra de estupidez vana y petulante viene precisamente de la cámara parlamentaria sueca, que ha decidido clasificar las películas según su apoyo a la igualdad de género. Para ello usarán el Test de Bechdel, que básicamente dice que un filme es igualitario si al menos hay una escena en la que dos mujeres estén hablando de cualquier cosa que no sea un hombre.

La cosa es de aurora boreal, pues si en la peli una madre y su hija sólo salen juntas hablando de la muerte del marido y padre ¿ya no es igualitaria?, ¿y si hablan del bebé enfermo tampoco?, ¿y si la película está situada en época histórica y, por tanto, con diferente modo de pensar?, ¿y si es de submarinos en la II Guerra Mundial o de temas en los que no aparecen mujeres, o de adolescentes?... El test de aquel se muestra como lo que es, ridículo y con tanta base científica como la astrología, pues ¿por qué dos mujeres y no tres, o una en filosófico soliloquio?

Este tipo de ocurrencia de ociosos bienintencionados y faltos de un hervor tiene  precedentes, como aquella que prohíbe exhibir una película si no se retiran las escenas en las que salga alguien fumando; o sea, se pueden mostrar asesinatos o drogadictos en plena acción, pero lo de fumar, para cortos de entendederas, es peor. Sorprende que este tipo de gente crea a pies juntillas que disposiciones de este tipo van poco menos que a cambiar el mundo. Una cosa está clara, Suecia debe ser poco menos que el paraíso, pues sólo así se entiende que no haya asuntos más importantes en los que gastar tiempo y energías.  

Lo malo es que semejante clase de enfermedad (en sus múltiples variedades) es sumamente contagiosa entre congéneres, por lo que ya hay quien está dispuesto a imitarla, así que es de esperar que se convierta en epidemia y se propague por otros conciliábulos de políticos.

En este caso el refranero español vuelve a expresar con precisión el fondo de la cuestión: Un tonto hace ciento si le dan lugar y tiempo.

CARLOS DEL RIEGO


domingo, 3 de noviembre de 2013

LOU REED Y MANOLO ESCOBAR: INSATISFACCIÓN Y FELICIDAD La muerte visitó a dos cantantes con escasas horas de diferencia. Uno siempre aparentaba alegría, el otro siempre parecía triste y disgustado; la producción artística de uno y otro es fiel reflejo de dos trayectorias vitales absolutamente opuestas.

Lou no no sonrió cuando fue joven..


De mayor su gesto fue aun más adusto
Separados por apenas unos días se han ido dos cantantes, dos hombres que dedicaron prácticamente toda su vida a la música, el estadounidense Lou Reed y el español Manolo Escobar. Tienen eso en común, pero si se profundiza un poco en una y otra personalidad, en una y otra obra, se deduce fácilmente que uno era las antípodas de otro, y no sólo en el aspecto artístico.

Lou nació en la capital del mundo, en una Nueva York donde bullían vanguardias artísticas de todo tipo y donde la experimentación era un valor; junto a ello, la decadencia, las drogas, la sexualidad exacerbada y desinhibida…, en fin, la búsqueda del lado salvaje. Manolo era de Almería y nunca se preocupó por existencialismos ni filosofías, celebraba la vida en cada canción y su máxima causa de inquietud es que su novia fuera a los toros en minifalda. El neoyorquino representaba la rebeldía, el inconformismo, la protesta, la denuncia, la angustia, la letra profunda y doliente, mientras el andaluz se expresaba despreocupado, sonriente, contento, agradecido y transmitiendo mensajes optimistas, banales y con poca enjundia.

Esta fue la máxima expresión de alegría
de Lou Reed
 

La infancia de Manolo, aunque fuera en aquellos oscuros y menesterosos años (nació unos meses después que la II República), parece haber sido razonablemente feliz, por el contrario, la de Lou no debió ser tanto, a juzgar por los esfuerzos que hizo su padre para ‘curarle’ su presunta bisexualidad. Tal vez ahí radique el comienzo de la disparidad, la base de tan distintas formas de afrontar la vida y la música. Luego está, claro, el entorno; en aquella España hubiera sido impensable la protesta y la denuncia, la vanguardia elegante y multicolor, la desinhibición sexual o la experimentación. En Nueva York estaba Andy Warhol y su cohorte marcando los ritmos coloreados de las modas plásticas y musicales; en España resultaba difícil salirse del gris uniforme. Tal vez por eso puede resultar contradictorio que allí donde no había cortapisa para expresión artística y vital, Lou Reed siempre mantuviera tonos pesimistas en sus partituras, y que aquí, donde todo tenía horizontes más cercanos y había que tener cuidado con lo que se decía o cantaba, la melodía casi siempre sonaba dichosa y con escaso pesar más allá del amoroso. Por si fuera poco y para abonar más su tendencia al pesimismo, el autor de ‘Perfect day’ jamás gozó de reconocimiento en su país. Y la otra cara: como otro factor de su sempiterno buen humor, el que cantaba ‘Viva el vino y las mujeres’ (su máximo de drogas y sexo) disfrutó el éxito masivo casi desde el primer día.
Desde sus comienzos
Manolo Esocabar
regaló sonrisas y optimismo

Echando un vistazo a los títulos y temáticas de Lou Reed se comprueba que el tipo estaba siempre triste, insatisfecho, infeliz, atormentado: ‘Caminando por el lado salvaje’, ‘Vicious’, ‘Heroin’, ‘Esperando a mi hombre’ (camello), ‘Canción triste’, ‘Mata a tus hijos’… Por contra, Manolo Escobar trinaba con el intrascendente ‘Porompompero’, ensalzaba la maternidad con ‘Madrecita María del Carmen’, celebraba españolismo con ‘Y viva España’ y, en fin, contaba con orgullo cómo tenía de reluciente su desaparecido carro; poco existencialismo metafísico, escasa angustia vital, nada de oscurantismos o caídas por el tobogán de la perversión o el vicio. ¿Sería posible imaginar a Manolo Escobar cantando con una mueca de disgusto y a Lou Reed con gesto de alegría?   

Hasta sus últimos momentos mantuvo
el rostro alegre.

 
Al final, ¿cuál de los dos artistas vivió más feliz y satisfactoriamente? Al de Almería se le recordará con una enorme sonrisa en su cara, mientras que es prácticamente imposible ver una foto de Lou Reed en la que esté sonriendo. Cierto que hay mucha gente en el mundo que vibra con el ‘Rock & roll animal’ o el ‘Transformer’ y que se horroriza al oír ‘Mi reina gitana’ (aunque también habrá quien encuentre insufrible al neoyorquino y disfrute con el español), pero música aparte, ¿cuál de los dos pasó una vida más grata y amable?, ¿qué trayectoria por este mundo es más deseable, la del infeliz y atormentado gran creador o la del siempre dichoso e intrascendente intérprete? 


CARLOS DEL RIEGO




viernes, 1 de noviembre de 2013

LA IMPUNIDAD DE LAS MASACRES COMUNISTAS Millones de asesinatos y crímenes escalofriantes cometidos durante los años del totalitarismo comunista permanecen en el olvido, pues parece que casi nadie esté interesado en aquellas víctimas; en Rumanía hay quien quiere cambiar esa situación

Pol Pot masacró a más de dos millones de cambodianos en tan sólo cuatro años.
La justicia de Rumanía va a investigar a dos de los directores de prisiones por sospecha de asesinato masivo durante la dictadura comunista previa incluso a Ceaucescu. Lo curioso y sorprendente es que esto no haya ocurrido antes y en todos los países que estuvieron más allá del telón de acero; si aquellas dictaduras hubieran sido de corte capitalista  miles de voces hubieran denunciado, al día siguiente de la caída del régimen, a quienes masacraron a todos los que le resultaban molestos, pero al ser la tiranía de izquierdas parece contar con una benevolencia cómplice de todos aquellos que se creen de izquierdas, buenistas y correctos políticamente.

Cuando caen los videlas, somozas y pinochets, más pronto que tarde se busca y acusa a los responsables de la represión y la muerte de disidentes (como es lógico y natural), se les juzga y encarcela (desgraciadamente no a todos); hoy, en España se siguen buscando criminales de hace décadas y se acusa a indeseables torturadores octogenarios que, a pesar de sus edades, deberían ser llevados ante el juez, aunque esto no sirva nada más que para hacerles pasar un bochorno. Pero asombra que nada de esto se exija cuando se trata de investigar a los fascistas de corte comunista.

El problema es que la violencia de los fascismos capitalistas es vista con repugnancia sin más (como es lógico), pero cuando se trata de la de los fascismos comunistas la cosa cambia, pues se suelen negar o minimizar las masacres y, cuando la prueba es ya evidencia, se buscan disculpas, porqués, motivos…, ¡con decir que hay quien, a día de hoy, encuentra argumentos para defender el régimen de Corea del Norte!

En Rumanía estaba la Securitate, en Alemania Oriental la Stasi, en la URRS el KGB y, en fin, en todos aquellos había policías políticas, las cuales se pasaron décadas y décadas reprimiendo al disidente con saña, con crueldad inenarrable, pero no hay procesos para los responsables, ni siquiera se producen denuncias contra todos aquellos que se encargaron de borrar del mapa a quien se atreviera a levantar la voz. Se dice que hasta la llegada de Ceaucescu la policía política rumana hizo desaparecer (tras escalofriantes torturas) a no menos de 600.000 personas; en la DDR, en Polonia, en Bulgaria y otros países con gobiernos títere de la URRS las cifras no serán muy lejanas, pero nada que ver con lo que tuvo que pasar en La Unión Soviética (sólo el ‘Holomodor’ de Ucrania se llevó a tres millones), en la China de Mao (las cantidades deben ser aterradoras), en Cambodya (¡un tercio de la población!). En total, estimaciones conservadoras cifran en alrededor de cien millones de personas las sacrificadas en aras del marxismo. A pesar de todo, de momento parece que a nadie interesa, pues cuando se habla de crímenes de esa talla sólo se piensa en los fascistas capitalistas, no en los fascistas comunistas (hay que recordar que el comunismo es un sistema económico más que político, cuyo contrario es el capitalismo), sin embargo, seguro que antes o después se empezará revisar todo lo que ocurrió en aquellas dictaduras, se buscarán las fosas y se encontrarán los miles y miles de cadáveres de los que dejaron su vida en los gulags, en los campos de reeducación o en las aterradoras cárceles e ‘instituciones mentales’ de los países de la órbita soviética. Y las cantidades serán acongojantes, aunque realmente se tenga ya una idea bastante aproximada.

Lo preocupante es que, de momento, apenas hay siquiera ganas de revisar e investigar los hechos, tal vez porque los hijos y nietos de aquellos líderes comunistas ocupan hoy puestos desde los que impedir cualquier intento de indagación, pero sin duda llegará el día en que todas las atrocidades cometidas en nombre del comunismo, de la revolución, del proletariado tengan la misma consideración que las cometidas en nombre de la patria. No hay que olvidar que un asesinato es un asesinato sea donde sea, en la Alemania Nazi o en la Unión Soviética, y ambos han de tener igual consideración, es decir, torturar y matar son crímenes que nunca deben ser vistos a través de un cristal ideológico. Sin embargo, los que claman contra la impunidad sólo se refieren a culpables de un color, no a los del contrario.

Y por esa misma razón nadie gusta de ser tachado de fascista, pero hay muchos que se autoproclaman comunistas sin ningún rubor, cuando lo cierto es que una cosa y otra son equivalentes, son términos sinónimos.

Por cierto, ¿dónde está el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo?, la respuesta es fácil: escondiéndose y saliendo del cubil para velar sólo por los Derechos Humanos de verdugos terroristas y violadores y arrinconar los de las víctimas.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 27 de octubre de 2013

ROCK Y TERROR En época de Haloween hay que echar un vistazo a esos grupos y solistas que se vistieron de modo tremebundo y truculento para dar al rock un toque terrorífico, aunque sin perder nunca el buen humor: Screaming Lord Sutch, Alice Cooper, The Cramps…

Screaming Lord Sutch saliendo de casa
Sí, lo de la fiesta de Haloween llega procedente de Estados Unidos, motivo suficiente para muchos para rechazarla al tenerse por símbolo de colonización yanqui, aunque lo cierto es que su origen es europeo, celta por más señas, y además, hay muchas otras cosas surgidas en USA que han sido aceptadas de buen grado en todo el mundo como, por ejemplo, el mismo rock & roll. Desde el primer momento de éste hubo quien vio las posibilidades de combinar rock y horror, eso sí, sin impostura y con todo el sentido del humor posible. La lista es más amplia que lo que en principio pudiera parecer.


El primero que hizo tal cosa fue el americano (¡cómo no!) Screaming Jay Hawkins, que gustaba de montar espectáculos disparatados, circenses y a veces con tintes macabros, y tal cosa empezó a verse en escena nada menos que en 1956, cuando lanzó su primer disco y su mayor éxito, el fabuloso ‘I put spell on you’, pieza mil veces versionada y que, curiosamente, parece recobrar brillo cada vez…, y es que composición tan acertada será revisada dentro de un siglo y seguirá resultando cautivadora. La lástima es que el bueno de Hawkins, a pesar de haber editado una docena de álbumes y actuado hasta el agotamiento, apenas volvió a lanzar canciones para el recuerdo (tal vez ‘Feast of the mau mau’). Murió a comienzos del año 2000.



Su influencia fue inmediata en un inglés que incluso se hizo llamar Screaming Lord Sutch y que ya en 1958 tenía su propio grupo. Este curioso y singular personaje es de los que dejan huella. Fue el primer músico inglés que se atrevió a llevar el pelo largo, sí, antes que Beatles, antes de los sesenta. Sus espectáculos eran desternillantemente terroríficos, carnavaladas disparatadas con él vestido al supuesto modo de Jack el Destripador, rodeado de calaveras, saliendo de un ataúd, gritando desaforadamente y, en fin, adelantándose años a lo que luego será habitual en los grandes conciertos de rock: el espectáculo paralelo a la música. Su estilo era eminentemente rock & roll, arreglado de modo original y contundente, con mucha clase y gusto; pero lo mejor es que anticipó  incluso facetas puramente musicales, pues hizo auténtico punkabilly mucho antes de que aparecieron los Stray Cats o el punk, y para demostrarlo nada mejor que escuchar su trepidante ‘Scream & scream’ o cualquier otra de las que aparecen en la cara Rock de sus vinilos, pues habitualmente en sus discos no había cara a y cara b, sino ‘Rock side’ y ‘Horror side’. En ambas hay canciones memorables que, injustísimamente, están en el saco del olvido, como la insuperable ‘Jack the Ripper’, la increíble ‘Rockabilly madman’, la maravillosa ‘She´s falling in love with the moster man’ (esos coros), ‘All black & hairy’, ‘Monster rock’…, y qué decir de sus visiones de clásicos del rock como ‘Good golly miss Molly’, ‘I´m a hog for you’ o ‘The train ketp a rollin’…, buenísimas, únicas. Por si fuera poco, este pintoresco personaje tiene mucho más que contar, como que a su lado tuvo guitarristas como Jimmi Page, Jeff Beck o Ritchie Blackmore, bajistas como Noel Redding (Hendrix), baterías como John Bonham (Zeppelin), Mitch Mitchel (Hendrix) o el mismísimo Keith Moon. Ah!, y también montó una emisora de radio pirata, y fundó un partido político (con aires paródicos) con el que se presentó más de 40 veces al Parlamento Británico sin lograr nunca su objetivo. Pero ese humor ácido y burlesco tenía su contrapartida; padecía fuerte depresión y murió (se suicidó) en 1999.

Alice Cooper fue (cuenta la leyenda) una bruja que vivió en América en el siglo XVII, y otra leyenda afirma que el espíritu de aquella indicó a Vince Fournier, a través del tablero de la ouija, que adoptara su nombre para su nuevo grupo y para él mismo. Brujerías aparte, Alice Cooper ya estaba en marcha en 1964 y vivió una década como banda, aunque el cantante sigue en solitario desde entonces, y con muchas ganas de asustar al personal. Serpientes enroscadas por su cuerpo, ahorcamientos simulados, guillotinas, sillas eléctricas…, sus actuaciones fueron de lo más teatral que se ha visto. Su sonido también fue pionero, con guitarras muy distorsionadas y con sucesión de acordes muy característicos, tanto que las primeras veces que se mencionó el término ‘heavy metal’ se referían precisamente a Alice Cooper. Siete elepés con su grupo y más de dos docenas en solitario señalan que el macabro cantante nunca ha estado mano sobre mano. Títulos suyos para el recuerdo son ‘School´s out’ (la entrada de guitarra es crucial en el posterior devenir del heavy), ‘Elected’, ‘I´m eigteen’, ‘Under my wheels’… Lo curioso es que tan siniestro artista es un cristiano devoto: “destrozar una habitación y beber cerveza lo hace cualquiera, lo difícil es ser cristiano, eso es rebelión”, dijo hace unos diez años.

En los primeros setenta del siglo pasado surgió un grupo que supo meter en la marmita los ingredientes más aterradores para conseguir la pócima de un sonido novedoso y hoy inconfundible. The Cramps tomó rock & roll como base, le puso un ambiente de 60´s garaje y remató con rabia punk; el resultado fue una de las propuestas más escandalosamente esquemáticas que hayan sonado en el planeta rock, pues apenas una guitarra (poco distorsionada y tendente al punteo) coronaba a una sección de ritmo simple hasta el extremo; la voz grave y profunda de Lux Interior (muerto hace tres o cuatro años) aumentaba la poderosa personalidad de un grupo único. Su estética, además, tendía a películas y series de televisión de los cincuenta y sesenta, como las pelis de terror de serie B o la Familia Monster; por si fuera poco, la guitarrista, Poison Ivy, destila morbo por los cuatro costados, y cuando al bajo estaba Candy del Mar el escenario ardía como el mismísimo infierno…, con Lux poniendo voz ‘frankenstinesca’. Sus canciones son de una sencillez a veces insultante, pero poseen un atractivo casi absoluto, pues resulta imposible escapar del embeleso divertidamente tenebroso de piezas como ‘What´s inside a girl’, ‘Get off the road’, que suena como si se hubiera metido una grabadora en un aquelarre, ‘I ain´t nothing but a gorehound’, puro rockabilly, o la poderosa ‘Weekend on mars’, que destila punk y rock de principio a fin (vídeo imprescindible). De todos modos, cualquier álbum de The Cramps merece la pena.

Muchos otros han entrada, por una u otra puerta, en el lado oscuro. Se puede mencionar a los increíbles Alien Sex Fiend, que además se niegan a dejar de ser lo que han sido toda la vida (necesario escuchar su ‘Ignore the machine’); a los casi olvidados The Lords of the New Church, con el ‘dead boy’ (muerto en 1990) Stiv Bators a la voz solista (que procedía de un grupo llamado Dead Boys) y con un sonido muy pulido e incluso elegante (títulos imprescindibles son ‘Dance with me’, ‘Live for today’, ‘Roussian roulette’); además, muchos grupos heavys y góticos han utilizado recursos, poses y técnicas ‘inventados’ por aquellos. Hasta el excesivo y barroco Marilyn Manson podría hacer una buena escena Haloween.   
   

CARLOS DEL RIEGO

viernes, 25 de octubre de 2013

EL MIEDO PARALIZANTE DEL TRIBUNAL DE ESTRASBURGO La sentencia que desde Estrasburgo rebaja penas a asesinos, terroristas, violadores y pederastas es, ante todo, una noticia horrible, pues beneficia a los agresores y perjudica a las víctimas, y tal cosa indica, ante todo, injusticia

Estos son los que han velado por los derechos de los asesinos, pero jamás han dicho una palabra o perdido un sólo segundo en favor de las víctimas.
Aquellos jueces han sido esencialmente injustos, pues su sentencia ha alegrado a los matones y entristecido a las víctimas y sus familiares (que, evidentemente, también son víctimas). Les ha parecido correcto que quien asesinó a veinte personas se vaya a casa tras menos de veinte años en la cárcel, de manera que cada asesinato le habrá costado menos de doce meses; y así otros depravados humanoides. Si alguien roba doscientos años de vida no parece justo que devuelva sólo una pequeña parte de sus años de vida, del mismo modo que si alguien roba doscientos mil euros, y es cazado, nadie le exigiría devolver sólo una parte, sino todo lo robado. Pues igualmente habría que hacer con quien roba años de vida, pues estos se antojan más importantes que los euros.

¿Por qué, entonces, aquellos árbitros de la ley se han posicionado del lado del agresor e ignorado a la víctima? Principalmente por miedo, por miedo físico y cierto, por un miedo profundo e inconsciente, por ese miedo que hace que el secuestrado termine por experimentar el síndrome de Estocolmo; tal vez también por ese impulso involuntario de agradar y apaciguar al matón pensando que así mejorará su conducta, aunque realmente esa postura no es sino instinto de supervivencia, es decir, miedo cerval, un miedo paralizante, incontenible, un miedo que obnubila y distorsiona la realidad. Un buen ejemplo es el rector de universidad que permite y facilita los actos de coacción y sabotaje de actividades dentro de su centro, e incluso afea la conducta de los atacados cuando estos proponen resistir. Esto es miedo, tan puro y simple como evidente. E igualmente aquellos dudosos magistrados favorecen a los más viles e indignos por miedo a aparecer como un tipo que castiga, por miedo a que piensen que no se es suficientemente progresista, por miedo a quedar como un retrógrado que disfruta enviando a las personas a prisión. Todo el mundo tiene miedo tarde o temprano, por una causa u otra. El valiente lo sujeta y lo supera, el cobarde queda paralizado, se entrega, se rinde, cede y, finalmente, prefiere quedar mal con la víctima y sonreír al depravado. 

Afortunadamente este Tribunal de Estrasburgo no fue el encargado de someter a juicio a los monstruos nazis en Nurenberg, pues si así hubiera sido no sólo los hubieran dejado libres, sino que también habrían dictado indemnización para los Goering, Hess, Keitel, Kaltenbrunner, von Ribentrop, Rosenberg y las demás bestias, que hubieran pasado el resto de sus días recordando los viejos tiempos…

Muchos otros expertos y profesionales de la ley afirman que un veredicto en sentido contrario se hubiera ajustado igualmente a derecho, es decir, tal vez otros jueces hubieran visto las cosas de otro modo y dejado a los indeseables donde estaban. Además está claro que la doctrina Parot no quiebra la Constitución Española y que fue promulgada por un gobierno legítimamente constituido, por lo que sólo el miedo explica una injusticia de tal tamaño.

Y por si fuera poco, la ocurrencia de aquellos covachuelistas dejará en la calle a asesinos violadores y pederastas, los cuales cuentan con informes absolutamente desfavorables, o sea, han demostrado en la trena que no están ni arrepentidos ni rehabilitados; así las cosas, si uno de estos prehomínidos reincide (algo casi seguro a decir de los expertos), ¿sería disparatado señalar al tribunal como corresponsable? , ¿alguien podría tachar a sus integrantes de colaboradores necesarios?, cuándo se produzca esa agresión ¿podrán dormir con la conciencia tranquila?, ¿estarán convencidos de haber hecho justicia?   

Es curioso, por otro lado, cómo los que se dicen de izquierdas celebran el fallo, de hecho, muchos ya habían pedido por los terroristas otras veces ante este conciliábulo de arbitruchos, pero jamás se les vio en actos de homenaje a las víctimas ni, por supuesto, se les escuchó decir una sola palabra por ellas. Por ello, hay que deducir que esos que militan o simpatizan con partidos nominalmente de izquierdas están mucho más cerca de los asesinos que de los muertos (la cosa sería muy distinta si los ‘malos’ fueran de derechas), que irían de copas con un etarra pero jamás con un hermano de Miguel Ángel Blanco. Asombra que estas personas afirmen que quien pide más pena lo que exige es venganza, pero esto no es cierto, pues si fuera venganza se solicitaría que se pagara a los asesinos-violadores-terroristas-pederastas con su misma moneda, pero nadie pide cadalso, es más, increíblemente ninguno de los deudos de los muertos ha tratado nunca de vengarse.

Y las víctimas?, ¿hay alguna referencia a las víctimas en la resolución de tan timorato tribunal? No, los oscuros y tenebrosos personajillos que firmaron tal infamia sólo han estado preocupados por los derechos de los asesinos, sin un solo reproche a las hienas de dos patas y ni la más mínima palabra de compensación o reconocimiento para los inocentes perdedores.


CARLOS DEL RIEGO

lunes, 21 de octubre de 2013

BAUHAUS, 35 AÑOS DE LA ‘INVENCIÓN’ DEL ROCK GÓTICO No se puede decir que ellos fueron los genuinos y únicos inventores del género, pero sí que estuvieron en el primer momento y aportaron más que nadie. Bauhaus suena mejor hoy que entonces.

Aunque parezca increíble, esto comenzó hace ya 35 años
Echando un vistazo desde la actualidad, parece de lo más chocante que una propuesta musical como la de Bauhaus llegara al mercado del rock todavía en los años setenta del siglo pasado (década verdaderamente prolífica en ese particular universo de la música). Así es, hace ya tres décadas y media que Peter Murphy y sus secuaces echaron a andar bajo el arquitectónico nombre de Bauhaus 1919 (afortunadamente pronto dejaron la fecha). En aquel 1978 lo que hacía hervir las calles en Inglaterra era el recién nacido punk, mientras las bandas-dinosaurio daban sus estertores. Sin embargo, casi a la vez que el irreverente género, aparecía una variante que tomaba elementos del momento, pero también miraba hacia estilos teñidos de decadencia, como el glam; de esta forma, combinando punk y glam (con matices que van desde la psicodelia hasta el funk) surgen los primeros sonidos del rock siniestro o rock gótico. Bauhaus fueron de los primeros en adentrarse por este nuevo camino y darle salida, pero desde el inicio tuvieron compañeros como Siouxie & The Banshes o Joy Division.


Bauhaus (que está celebrando su aniversario con una gira por USA) irrumpe en 1978 con un impactante y largo tema titulado ‘Bela Lugosi´s dead’; es curioso cómo con una escuálida instrumentación la banda consigue un ambiente tan inquietante, claustrofóbico, tenebroso y a la vez hechizante, aunque la cosa se quedaría a medias sin la cavernosa voz de Peter Murphy; es aconsejable ver la secuencia inicial de la película ‘El ansia’ (The Hunger’), que es algo así como un vídeo clip de esa canción. A partir de ahí, apenas cinco años de actividad (reuniones esporádicas aparte, como la actual) en los que editan cuatro álbumes y un buen número de singles y maxisingles. Hay que dejar bien claro que Bauhaus siempre fueron especialistas en el single, pues cada uno de estos es una pequeña maravilla, mientras que los álbumes llegan a resultar reiterativos e incluso cansados.


Un recorrido por sus mejores sencillos y epés muestra una banda original, con sonido básicamente duro pero tremendamente flexible y variable, con un trabajo vocal excelente y con arreglos simplísimos que consiguen eficazmente lo que pretenden; además, estas canciones tienen mucho más que ambientes tenebrosos y misteriosos, pues presentan melodías atractivas gracias a la textura vocal de Murphy.

Después del imprescindible e iniciático corte dedicado a Bela Lugosi, el cuarteto lanza su cuarto single en 1980 con una extraordinaria versión del ‘Telegram Sam’ de Marc Bolan-T. Rex, menos sutil pero mucho más denso y sonoro que el original. ‘Kick in the eye’ fue el siguiente, basado en un ritmo más cadencioso y melódico pero sin perder el empaque. Ya en 1982 presenta su visión del ‘Ziggy Stardustt’ de Bowie (como se ve, el grupo sigue mirando al glam-rock), excelente adaptación con la que convencen a todo el personal; la voz de Peter Murphy suena desafiante, amenazante, sobre una sólida base casi heavy y una guitarra omnipresente que, obsesivamente, va guiando la brillante melodía creada apenas un lustro antes; se trata de una de esas versiones que compiten con el original. ‘Lagartija Nick’ salió como single en 1983 y, al igual que algunos otros, también tuvo su versión maxi; el tema impacta desde el primer efecto, y sigue con un bajo absolutamente letal al que se une, como si fuera un terremoto, una batería simple y dominadora, una guitarra punzante, un saxo que juega al escondite y…, una voz chulesca y retadora.  Pero lo mejor está en un tema que sólo aparece en la edición 12 pulgadas (el maxi), la irresistible ‘Watch that grandad go’; escucharla viene a ser algo así como montarse en una nave que viaja sobre un vertiginoso mar de ritmo y sonido  con, otra vez, una voz profunda y enigmática, intimidatoria y acosadora al timón: Murphy está aquí insuperable, con múltiples llamadas, gritos aterradores y desplantes; la guitarra golpea con cadencia casi funk mientras el saxo le da réplica y, de vez en cuando, parece volverse loco; pequeñas percusiones se combinan con inquietantes y distorsionadas voces mientras la guitarra-saxo parece ir y venir; la atmósfera es de auténtico aquelarre, de frenesí, de danza desenfrenada y retorcida que, curiosamente, algunas veces parece encontrar la liberación y suena casi con limpieza…, es una canción verdaderamente agotadora (¡cómo sonaba y qué efecto producía en la discoteca La Barraca de Valencia en 1984!).

Aun en 1983 lanzan un par de singles y su cuarto álbum y se separan; al parecer Murphy se siente mucho más importante, y sus ínfulas de gran estrella terminan por cansar a los otros tres (David J, Daniel Ash, Kevin Haskins), que aprovecharon una baja por enfermedad para ponerlo de patitas en la calle. Luego hicieron muchas cosas por separado, con nombres como Dali´s Car, Tones on Tail (recomendable su tema ‘Go!’ y su álbum ‘Pop’), Love and  Rockets (destacable el ‘Kundalini express’ y su versión del ‘Ball of confussion’ de los Temptation)…, hasta ahora, que se han tragado sus diferencias y han vuelto a escena para recordar los viejos tiempos.

Tuvieron una vida corta y en un momento en que las novedades del rock tardaban mucho en llegar al gran público. Por eso, escuchándolos 35 años después, sus grandes canciones aparecen con mayores dimensiones e impresionan más.      


CARLOS DEL RIEGO