Lo que el viento se llevó sería, según los extremistas de lo políticamente correcto, contraria a la igualdad de género. |
Dice un viejo refrán español “cuando el diablo no
tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo”, que más o menos quiere decir
que el ocioso se entretiene con cualquier nimiedad, con cualquier tontería. Tal
cosa suelen demostrar políticos de todo el mundo, que no encuentran nada
provechoso en que gastar el tiempo y entonces se dedican a cualquier majadería.
No hace mucho el parlamento belga dedicó horas y horas, días, semanas, a
debatir si Tintín, el personaje de cómic, era o no racista…, con resultado absolutamente
tan irrelevante como estéril. La última muestra de estupidez vana y petulante
viene precisamente de la cámara parlamentaria sueca, que ha decidido clasificar
las películas según su apoyo a la igualdad de género. Para ello usarán el Test
de Bechdel, que básicamente dice que un filme es igualitario si al menos hay
una escena en la que dos mujeres estén hablando de cualquier cosa que no sea un
hombre.
La cosa es de aurora boreal, pues si en la peli una madre
y su hija sólo salen juntas hablando de la muerte del marido y padre ¿ya no es
igualitaria?, ¿y si hablan del bebé enfermo tampoco?, ¿y si la película está
situada en época histórica y, por tanto, con diferente modo de pensar?, ¿y si
es de submarinos en la II Guerra Mundial o de temas en los que no aparecen
mujeres, o de adolescentes?... El test de aquel se muestra como lo que es,
ridículo y con tanta base científica como la astrología, pues ¿por qué dos
mujeres y no tres, o una en filosófico soliloquio?
Este tipo de ocurrencia de ociosos bienintencionados
y faltos de un hervor tiene precedentes,
como aquella que prohíbe exhibir una película si no se retiran las escenas en
las que salga alguien fumando; o sea, se pueden mostrar asesinatos o
drogadictos en plena acción, pero lo de fumar, para cortos de entendederas, es
peor. Sorprende que este tipo de gente crea a pies juntillas que disposiciones
de este tipo van poco menos que a cambiar el mundo. Una cosa está clara, Suecia
debe ser poco menos que el paraíso, pues sólo así se entiende que no haya
asuntos más importantes en los que gastar tiempo y energías.
Lo malo es que semejante clase de enfermedad (en sus
múltiples variedades) es sumamente contagiosa entre congéneres, por lo que ya
hay quien está dispuesto a imitarla, así que es de esperar que se convierta en
epidemia y se propague por otros conciliábulos de políticos.
En este caso el refranero español vuelve a expresar
con precisión el fondo de la cuestión: Un tonto hace ciento si le dan lugar y
tiempo.
CARLOS DEL RIEGO
Carlos...magistral. Qué pluma más ácida. Me ha encantado... ya lo he leído dos veces
ResponderEliminarGracias Santi, eso es que me miras con buenos ojos. Un abrazo
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