Estos son los que han velado por los derechos de los asesinos, pero jamás han dicho una palabra o perdido un sólo segundo en favor de las víctimas. |
Aquellos jueces han sido esencialmente injustos,
pues su sentencia ha alegrado a los matones y entristecido a las víctimas y sus
familiares (que, evidentemente, también son víctimas). Les ha parecido correcto
que quien asesinó a veinte personas se vaya a casa tras menos de veinte años en
la cárcel, de manera que cada asesinato le habrá costado menos de doce meses; y
así otros depravados humanoides. Si alguien roba doscientos años de vida no
parece justo que devuelva sólo una pequeña parte de sus años de vida, del mismo
modo que si alguien roba doscientos mil euros, y es cazado, nadie le exigiría
devolver sólo una parte, sino todo lo robado. Pues igualmente habría que hacer
con quien roba años de vida, pues estos se antojan más importantes que los
euros.
¿Por qué, entonces, aquellos árbitros de la ley se
han posicionado del lado del agresor e ignorado a la víctima? Principalmente
por miedo, por miedo físico y cierto, por un miedo profundo e inconsciente, por
ese miedo que hace que el secuestrado termine por experimentar el síndrome de
Estocolmo; tal vez también por ese impulso involuntario de agradar y apaciguar
al matón pensando que así mejorará su conducta, aunque realmente esa postura no
es sino instinto de supervivencia, es decir, miedo cerval, un miedo
paralizante, incontenible, un miedo que obnubila y distorsiona la realidad. Un
buen ejemplo es el rector de universidad que permite y facilita los actos de coacción
y sabotaje de actividades dentro de su centro, e incluso afea la conducta de
los atacados cuando estos proponen resistir. Esto es miedo, tan puro y simple
como evidente. E igualmente aquellos dudosos magistrados favorecen a los más
viles e indignos por miedo a aparecer como un tipo que castiga, por miedo a que
piensen que no se es suficientemente progresista, por miedo a quedar como un
retrógrado que disfruta enviando a las personas a prisión. Todo el mundo tiene
miedo tarde o temprano, por una causa u otra. El valiente lo sujeta y lo
supera, el cobarde queda paralizado, se entrega, se rinde, cede y, finalmente,
prefiere quedar mal con la víctima y sonreír al depravado.
Afortunadamente este Tribunal de Estrasburgo no fue
el encargado de someter a juicio a los monstruos nazis en Nurenberg, pues si
así hubiera sido no sólo los hubieran dejado libres, sino que también habrían
dictado indemnización para los Goering, Hess, Keitel, Kaltenbrunner, von
Ribentrop, Rosenberg y las demás bestias, que hubieran pasado el resto de sus
días recordando los viejos tiempos…
Muchos otros expertos y profesionales de la ley
afirman que un veredicto en sentido contrario se hubiera ajustado igualmente a
derecho, es decir, tal vez otros jueces hubieran visto las cosas de otro modo y
dejado a los indeseables donde estaban. Además está claro que la doctrina Parot
no quiebra la Constitución Española y que fue promulgada por un gobierno
legítimamente constituido, por lo que sólo el miedo explica una injusticia de
tal tamaño.
Y por si fuera poco, la ocurrencia de aquellos
covachuelistas dejará en la calle a asesinos violadores y pederastas, los
cuales cuentan con informes absolutamente desfavorables, o sea, han demostrado
en la trena que no están ni arrepentidos ni rehabilitados; así las cosas, si
uno de estos prehomínidos reincide (algo casi seguro a decir de los expertos),
¿sería disparatado señalar al tribunal como corresponsable? , ¿alguien podría
tachar a sus integrantes de colaboradores necesarios?, cuándo se produzca esa
agresión ¿podrán dormir con la conciencia tranquila?, ¿estarán convencidos de
haber hecho justicia?
Es curioso, por otro lado, cómo los que se dicen de
izquierdas celebran el fallo, de hecho, muchos ya habían pedido por los terroristas
otras veces ante este conciliábulo de arbitruchos, pero jamás se les vio en
actos de homenaje a las víctimas ni, por supuesto, se les escuchó decir una
sola palabra por ellas. Por ello, hay que deducir que esos que militan o
simpatizan con partidos nominalmente de izquierdas están mucho más cerca de los
asesinos que de los muertos (la cosa sería muy distinta si los ‘malos’ fueran
de derechas), que irían de copas con un etarra pero jamás con un hermano de
Miguel Ángel Blanco. Asombra que estas personas afirmen que quien pide más pena
lo que exige es venganza, pero esto no es cierto, pues si fuera venganza se solicitaría
que se pagara a los asesinos-violadores-terroristas-pederastas con su misma
moneda, pero nadie pide cadalso, es más, increíblemente ninguno de los deudos
de los muertos ha tratado nunca de vengarse.
Y las víctimas?, ¿hay alguna referencia a las
víctimas en la resolución de tan timorato tribunal? No, los oscuros y
tenebrosos personajillos que firmaron tal infamia sólo han estado preocupados
por los derechos de los asesinos, sin un solo reproche a las hienas de dos
patas y ni la más mínima palabra de compensación o reconocimiento para los
inocentes perdedores.
CARLOS DEL RIEGO
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