Muchos políticos y ciudadanos en general dicen una cosa a la vez que hacen la contraria
Es una contradicción, un contrasentido,
pero una ministra española ha demostrado que se puede presentar uno como
comunista a la vez que exhibe todos los símbolos, beneficios y privilegios
exclusivos del capitalismo. Y parece que a nadie le chirría esa doble moral. El
problema es que no se puede ser las dos cosas, del mismo modo que no puede ser
una circunferencia triangular
La noticia ha pasado casi de puntillas
en los periódicos, apenas una reseña perdida en la vorágine de la actualidad, y
eso en algunos, puesto que los afines la han escondido en el rincón menos
visible. La ministra Irene Montero,
comunista declarada (a los 15 años se afilió a las Juventudes
Comunistas) e integrante de Unidas Podemos, declaró un patrimonio de unos 630.000
euros cuando hace cinco años declaró algo menos de 7.000. Haciendo las cuentas
y sumando todos los sueldos, sobresueldos, primas, beneficios y demás ingresos,
y si no hubiera gastado nada en comida ni otros gastos ineludibles, no llegaría
a la mitad de aquella cantidad. No es que ella sea la única, al revés, con
total seguridad no hay político que no haya incrementado su patrimonio de modo
escandaloso. Esto es tan seguro como la muerte.
Pero donde más choca la vida capitalista
de la ministra con su auto proclamación comunista es en el desglose de los más
de seiscientos mil del ala. A pesar de que la propiedad inmobiliaria es un
concepto desconocido en el primer capítulo del comunismo (y por tanto
absolutamente prohibido), la señora declara propiedades inmobiliarias por valor
de 335.000 euros. A pesar de que las inversiones, acciones y valores son
exclusivamente capitalistas, la ministra declara seguros y similares por valor
de 187.000 euros. A pesar de que la acumulación de capital era motivo más que
suficiente para la purga, para el gulag, para la checa, Montero manifestó
poseer cuentas bancarias con un total de 107.000 euros.
No es que la tenencia de esas
propiedades no sea legítima (siempre que se hayan obtenido por medios
legítimos), pero es que está en las antípodas de lo que exige el comunismo. La
posesión de inmuebles y la posesión de la tierra son distintivos capitalistas;
del mismo modo que pocas cosas hay más representativas del capitalismo que las
inversiones, acciones o planes de pensiones privados; e igual se puede decir de
las gruesas cuentas bancarias y los tratos con los bancos, que son los
auténticos templos del capitalismo. Y seguramente no le falten automóviles,
ordenadores, móviles y otros bienes de consumo que, cambiados cada poco tiempo,
tan bien simbolizan el desarrollo del capitalismo.
En fin, si esta señora exhibe
abiertamente las banderas y atributos del capitalismo burgués, ¿cómo es posible
que aún se presente como comunista? Si se es posesor de tantos bienes muebles e
inmuebles, valores y cuentas, ¿en qué se sustancia su comunismo? Y sobre todo,
¿cómo es posible que haya quien se crea lo que dice (que es comunista) a pesar
de no cumplir con las reglas básicas de esa creencia? La respuesta a esto
último es bastante fácil: porque hay muchos que se sienten y manifiestan
comunistas o muy rojos pero viven y poseen como burgueses capitalistas tan bien
acomodados como la señora en cuestión.
Con total y absoluta seguridad, el
aumento exponencial del patrimonio de todo político es cualquier cosa menos
limpio y legítimo, pues no olvidemos que el poder es sinónimo de corrupción y
el político tiene poder. Y luego está la hipocresía, decir una cosa y hacer la
contraria.
En la fantástica película de Billy
Wilder ‘Uno, dos tres’ (1961), la esposa de un joven comunista dice
refiriéndose al hijo que espera: “Cuando sea mayor que él decida si ser un
capitalista o un comunista millonario”. Parecía un chiste, pero la realidad
muestra que hay quien ha conseguido presentarse como un comunista millonario.
CARLOS DEL RIEGO.
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