Quienes vivían en las zonas costeras de la península debieron quedarse aterrados al ver llegar las naves de los vikingos
El viaje de Colón le llevó poco más de
un mes desde Canarias, mientras que en el mismo año se completaba, tras casi
ocho siglos, lo que se conoce como Reconquista. Durante ese período de
enfrentamiento permanente entre cristianos y musulmanes (casi toda la Edad
Media), además de los grandes momentos y batallas se produjeron otros hechos de
gran interés, como la llegada de un tercer contendiente, los vikingos, o como
la aparición de la artillería en una guerra europea
En el año 844 quienes vivían en las
costas de Gijón debieron quedarse pasmados al ver llegar las naves vikingas.
Desde ese momento y durante casi dos siglos los guerreros normandos atacaron
las costas de la península, remontaron ríos, asolaron, mataron y quemaron ciudades
tanto cristianas como musulmanas. O sea, la vieja Hispania fue campo de batalla
para múltiples combatientes: los nobles cristianos se enfrentaban a otros
nobles y a los reyes cristianos, los aristócratas sarracenos peleaban entre
ellos y con sus emires, y a la vez había lucha permanente entre los de la cruz y
los caldeos…, y por si no hubiera bastante ahora llegaban otros con ganas de
sangre y fuego sin importar quién fuera el adversario. La vida debía ser
dificililla para los hispanos de la Edad Media.
Los normandos bordearon toda la costa
atlántica haciendo honor a su fama de guerreros sanguinarios y destructivos
cada vez que tocaban tierra o remontaban un río. Aquel mismo año ascendieron el
Guadalquivir y llegaron a Isbiliya, o sea, Sevilla. La tomaron, mataron a todo
el que se les puso delante y se asentaron durante unos días. El emir de Córdoba
Abderramán II organizó un ejército y los derrotó; unos mil quinientos normandos
murieron en la batalla de Tablada (11-11-844) y los supervivientes capturados,
casi otros quinientos, fueron ahorcados sin contemplaciones. Los vikingos que
lograron llegar a sus naves (perdieron más de la mitad de su flota) y huir continuaron
su ‘labor’ hacia el levante. Pero por extraño que parezca, algunos de aquellos
nórdicos se quedaron por allí, prosperaron y se integraron. Debieron ser los
primeros europeos del norte que prefirieron el sol andaluz al sol de medianoche
de su tierra. Curioso es también que en algunas crónicas se insinúa que los
cristianos avisaron a los caldeos de la amenaza vikinga que había llegado a
Hispania.
Era la Edad Media y no existían
conceptos como Derechos Humanos, Democracia o Convención de Ginebra. En el año
1228 los andalusíes estaban hartos de los rigores de los fanáticos almohades,
que imponían su tiraría desde mediados del siglo anterior. Entonces se hizo con
el poder en gran parte de Al Ándalus Ibn Hud, quien derrotó a los odiados
almohades y los acusó de herejes: a los varones los decapitó, a los niños los
pasó a cuchillo y a las mujeres las mutiló… Por ello fue muy querido por gran
parte de los andalusíes… por un tiempo, puesto que perdió Córdoba (1236) y no
le quedó más remedio que pagar tributo a los reyes cristianos (a Fernando III);
Ibn Hud fue asesinado por uno de sus gobernadores en 1238. Ese era el modo
normal de las cosas en la Edad Media. Y es estúpido y estéril juzgarlo.
En el año 1324 el castillo de Huéscar
(en Granada) está en poder castellano, pero es asaltado por el emir Ismail en
julio de ese año. Fue la primera vez que en una guerra europea se utilizaron
cañones y pólvora. Según las crónicas árabes “un aparato imponente lanzaba
bolaños de fuego (o bolas ardientes) que causaron en la torre el mismo efecto
que los rayos del cielo”. El estruendo del disparo, el sonido y la visión de la
bala en vuelo, el tremendo impacto, el ruido y la destrucción debieron aterrar
a los que se protegían del ataque musulmán, tanto que sólo fue preciso un
disparo, uno sólo, pues de inmediato los defensores se rindieron, apabullados
por el poderío de la nueva maquinaria de guerra. Fue la primera vez que tal
cosa se veía y escuchaba en Europa, aunque hasta un siglo y medio después no se
convirtió en arma decisiva.
Sí, la Edad Media en la tantas veces codiciada
e invadida Iberia fue riquísima en episodios, trascendentes o no tanto. Pero en
Europa no se sabía demasiado de lo que pasaba por aquí. Las cosas empezaron a
cambiar cuando, en 1063, condes y aristócratas de Borgoña, Aquitania, Normandía
y del condado de Urgel asaltaron, sitiaron y tomaron la ciudad de Barbastro
(Huesca); los defensores se rindieron, pero sin respetar la costumbre de perdonar
la vida a los vencidos, los asaltantes mataron, violaron, torturaron, quemaron,
destruyeron y, claro, saquearon; y el botín que los galos se llevaron asombró a
toda Francia a pesar de que Barbastro no era un plaza muy importante. Desde
entonces muchos caballeros de más allá de los Pirineos vinieron en busca de
botín y fortuna.
Y también se supo en Europa de la
situación en Spania gracias al Rey Alfonso VI de León y Castilla, que reinó
desde 1065 hasta 1109; éste enviaba todos los años dos mil piezas de oro a
Cluny, que era parte de las parias que le pagaban los reinos musulmanes que le
eran tributarios. Con ese dinero se construyeron muchos monasterios
cluniacenses, de modo que, agradecidos, los monjes decían misas dando gracias y
nombrando a Alfonso, Rey de León, desde Escocia hasta Hungría.
En el resto de Europa los combatientes
eran distintos, sin musulmanes, pero no había territorio exento de guerras y
violencias.
CARLOS DEL RIEGO
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