Desfilar para nadie debe ser como el alcohol sin alcohol
Los Juegos Olímpicos
de Tokio 2020 nacieron bajo la sospecha incluso antes de conseguir la
designación: El accidente de la central nuclear de Fukushima, seguido por la dudosísima
elección de dicha sede por parte del COI, el retraso por la pandemia, la
celebración sin público… Tienen los de Tokio todas las papeletas para ser
considerados como los peores Juegos Olímpicos de la Historia, puesto que esta
celebración planetaria tiene un significado que va más allá del deporte
Estos juegos estaban
ya afectados por una tara antes de que Tokio fuera la sede elegida. Así es, en
2011 se produjo el accidente de la central nuclear de Fukushima, que contaminó
tierras y aguas para miles de años. A pesar de ello, y contra todo pronóstico y
toda lógica, dos años después el COI designó la capital japonesa para acoger los
Juegos de la trigésimo segunda Olimpiada. Como se ha sabido, no pocos de los
miembros del comité de elección fueron sobornados, algo no demasiado difícil ni
caro, puesto que el COI es uno de los organismos más corruptos del planeta,
algo demostrado muchísimas veces. Además, no pocas de las inclusiones en el
calendario olímpico (monopatín, surf…) responden exclusivamente a la entrada de
dineros que, dados los antecedentes, en gran parte acabarán en bolsillos
particulares.
Siguiendo con el COI
(que bien podría significar Corruptos Obsesos Insaciables), la última es la
amenaza de sanción a las jugadoras de vóley playa de Noruega por llevar un
pantaloncito de licra en lugar de un bikini ajustado y de un par de centímetros
de ancho por detrás. Sexistas, machistas, los miembros del COI demuestran ser también
unos viejos verdes. Y no hay que olvidar que, en anteriores ediciones, se permitió
que jugadoras musulmanas disputaran sus partidos envueltas en una especie de
burka, es decir, los miembros de Corruptos exigen a unos lo que permiten a sus
rivales.
La pandemia siguió
con la tendencia de gafar la sede japonesa (que ya albergó los Juegos de 1964):
los retrasó un año y los condenó a la soledad, a la ausencia del público, al
silencio, casi a la clandestinidad. La competición deportiva no es lo mismo si
no hay aliento, ruido y presencia del espectador, ¿y qué puede haber más
ridículo, surrealista y tristón que un desfile delante de nadie? No hay más que
ver las caras de los deportistas de anteriores juegos al acceder al estadio
detrás de su bandera y ver al público procedente de los cinco continentes:
todos muestran una expresión iluminada, una expresión que hace visible la
emoción incontenible, indescriptible, algo que sólo saben quienes han pasado
por semejante experiencia. Y ¿a quién saludarán los ganadores desde el podio? ¿Y
los saltadores y lanzadores que piden el apoyo del público? El deporte, sin la
poderosísima presencia humana llenando el aire del estadio, es como desinfectar
una herida con alcohol sin alcohol…
Y es que los Juegos
Olímpicos tienen un significado que va más allá de la competición, del hecho
deportivo, puesto que, como indican los cinco aros de su bandera, unen a los
habitantes de los cinco continentes. De este modo, tanto en las pistas como en
las gradas, en la villa olímpica o en las calles, se encuentran, se saludan y
se sonríen africanos, americanos, asiáticos, europeos y oceánicos. Por ello,
unos Juegos Olímpicos sin público, aunque deportivamente tengan gran atractivo,
son unos juegos tristes, alejados del espíritu olímpico que animó a Coubertin,
quien pretendía que fuesen una celebración, una reunión alegre y vitalista.
Los juegos de hace
cien años, los de Amberes 1920, lo tuvieron más difícil, puesto que el mundo
acababa de salir de una guerra extraordinariamente sangrienta (que se llevó a
incontables deportistas) y había superado la pandemia de la ‘gripe española’;
ésta ha pasado a la historia con este nombre porque sólo España, que no
participó en la guerra, informaba sin censuras de la gripe, la cual en realidad
se originó… en China; alrededor de setenta millones de personas murieron a
causa de esta enfermedad, que se combatió y superó sin vacunas, sin ucis, sin
respiradores, sin distancia de seguridad…
Pero incluso en
aquellos Juegos Olímpicos, marcados por la mortal guerra y la más mortal
pandemia, hubo aliento y calor humano al lado de los deportistas; en Tokio 2020
están solos, en silencio, casi en la clandestinidad. Así, por muy buenas que
sean las competiciones, por muchos récords y proezas que se vean, estos juegos
siempre serán recordados por otra cosa, del mismo modo que los de Munich 72
están asociados al terrorismo.
¿Era necesario
celebrarlos a toda costa? ¿Debieron aplazarse otro año? Los de Tokio 2020 puede
que sean los peores Juegos Olímpicos de la Historia. Parece oportuno el refrán
‘bienes mal adquiridos, pronto perdidos’.
CARLOS DEL RIEGO
Best content & valuable as well. Thanks for sharing this content.
ResponderEliminarApproved Auditor in DAFZA
Approved Auditor in RAKEZ
Approved Auditor in JAFZA
i heard about this blog & get actually whatever i was finding. Nice post love to read this blog
Approved Auditor in DMCC
Thank you
Eliminar