Una de las portadas más espctaculares de la época dorada del vinilo
En las últimas
semanas se han publicado las cifras de ventas de discos de vinilo, que siguen
creciendo de modo imparable, sobre todo en EE UU e Inglaterra. Se venden más
vinilos que CD´s, y no sólo álbumes de clásicos del rock, sino que muchos
artistas de hoy publican en digital y Lp desde la primera edición. Es posible
que se vuelva a ver el vinilo como algo más que un soporte físico para escuchar
música
Cuando uno tiene un
elepé o un single tiene algo, mientras que si las canciones sólo se tienen en
soporte digital, en realidad no se tiene nada. Tal vez ese sea uno de los
encantos que elevan las ventas de vinilos año tras año; se ha sabido que en
2020 se despachó un 30, un 40% más que el año anterior, y que los artistas vendedores
son tanto los clásicos como los actuales.
En los años dorados
de la música rock (sesenta, setenta y ochenta) el disco de vinilo era el rey
absoluto. Sólo tenía la competencia del casete (magnetófonos siempre hubo muy
pocos fuera del ámbito profesional), pero el viejo elepé y el entrañable single
tenían su propio encanto, su propio valor intrínseco más allá de lo que
contuvieran. El CD parecía muy superior en todo, pero pronto se vio que no era
así y que su vida no iba a ser larga; luego, la llegada de los soportes
electrónicos (del mp3 al Ipod, el ordenador, el móvil...) aceleró la caída de
las ventas de soportes físicos. Hoy se ha visto que lo digital y lo analógico
pueden convivir, cada uno con sus pros y sus contras.
En aquellos años de
vacas gordas (musicales), la industria estaba en su apogeo y los músicos
estaban a la altura publicando muchos discos que el tiempo ha convertido en
históricos; sin embargo, con la llegada de la tecnología digital, no sólo cayeron
las ventas, sino que la calidad de la música también experimentó un notable
declive. Cualquiera que tenga un poco de perspectiva (o sea años), podrá decir
de carrerilla dos docenas de grupos de las décadas mencionadas que ocupan lugar
destacado en la corta historia del rock, grupos cuyos discos se siguen
vendiendo, siguen siendo imitados y su influencia está clara. Por otro lado,
difícil sería señalar siguiera dos pares de bandas surgidas (surgidas, no que
estuvieran activas) en los últimos veinte años que hayan hecho historia, y dos
pares de álbumes para el recuerdo que marquen a posteriores generaciones. Sí,
ha habido buenas canciones y algunos grupos de verdadero mérito, pero nada que
ver con los años dorados del disco de vinilo.
Cuando entonces uno
compraba el disco de vinilo se encerraba (solo o con alguien que compartiera la
misma pasión) a escuchar minuciosamente, a escudriñar todo lo que el plástico
tenía impreso, a descubrir lo que el artista había creado, a disfrutar por fin
con eso que tanto anhelaba; y mientras tanto, investigaba todos los créditos: fotos,
títulos, compositores, productores, músicos invitados, lugar y fecha de la
grabación, sello discográfico, año de edición, dedicatorias, explicaciones...,
y a ello hay que añadir el repaso a las letras, pues la mayoría de los álbumes
de calidad se editaban con una hojita con los textos de las canciones. En
realidad era como una liturgia, un ritual emocionante, íntimo, que implicaba a
casi todos los sentidos; sí, hoy escuchas en el móvil con los auriculares la
canción, pero nada más. Sin embargo, con el disco de vinilo recién comprado
escuchabas y a la vez contemplabas y analizabas las fabulosas portadas,
cargadas de arte e intención y con fotos estupendas (algunas ya legendarias),
leías todo lo que estaba escrito allí, manejabas la cartulina, le dabas la
vuelta, la mirabas de arriba abajo, buscabas mensajes escondidos (muchas
portadas y contraportadas los tenían), en muchos casos se podían desplegar y,
en fin, las mostrabas orgulloso a los amigos y con ellos las comentabas. Todo
esto es imposible sin Lp en las manos. Cuando uno compraba un disco de vinilo
era para disfrute de casi todos los sentidos, no sólo del oído, resultando
finalmente un objeto muy enriquecedor, algo que iba mucho más allá de un
producto de entretenimiento.
En este sentido,
cuando se empezaron a transformar en digitales las grabaciones analógicas (las
registradas originalmente en cintas magnéticas) de algún modo se estaba
traicionando al artista, a la canción y a todos los que trabajaron en ella,
pues fue ideada y materializada de aquel modo; al convertir lo analógico en
digital se distorsiona incluso el sonido (de hecho, oídos expertos distinguen
perfectamente un tipo de grabación de otra), que se vuelve más frío, más
distante, más artificial; es como si las ‘imperfecciones’ de lo analógico aportaran
calor, cercanía. Bien podría decirse que escuchar una de Beatles, Bowie o
Ramones en el móvil está fuera de contexto.
Tenían sus
inconvenientes (imposibles para el coche, delicados, se deterioran), pero los discos de vinilo
poseían un encanto inexistente en los soportes digitales (ni siquiera en el
CD), una gracia especial, pues perfectamente pueden ser considerados
testimonios de su época, testigos de gustos y costumbres, de inquietudes y
mensajes más allá de la música.
Un dato significativo
es que entre los artistas que más elepés han vendidos en EE UU en los últimos
trece años sólo hay uno que repite: The Beatles; el ‘Abbey road’ fue el más
vendido en 2009, 10 y 11 con un total de más de cien mil ejemplares; en 2017
fue el ‘Sgt. Ppper´s’, que despachó 72.000 elepés; y en 2019 el ‘Abbey road’
volvió para superar el récord de ventas de vinilo en las últimas décadas con
246.000. Pronto serán medio millón…
Por último, quien
haya sido fiel al soporte analógico a 33 ó 45 revoluciones por minuto, hoy
tendrá una estupenda, vistosa y valiosa colección. Quien se conforme con la
música en formato digital, sin soporte físico, podrá escuchar las canciones,
pero nada más, de modo que irá consumiendo música del mismo modo que chicles o
pañuelos de papel.
Quien tiene vinilos
tiene tesoros.
CARLOS DEL RIEGO
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