La corrupción es algo consustancial a la política desde que ésta existe
La cuestión de la sustracción de
caudales públicos, estafa y demás modalidades de hurto llevada a cabo por los
gobernantes es una constante, tanto en democracias como, sobre todo, en
dictaduras. Raro será el día que no haya noticia de sobornos, trinques,
cohechos… La historia de la corrupción política es la historia de la misma política,
son indisociables
Casi con toda seguridad, la corrupción
económica va de la mano del dirigente desde que se ‘inventó’ esta actividad.
Seguro que aun en el Paleolítico el jefe del clan se quedaba con más, y en el
Neolítico el cabecilla aprovechaba su posición para adjudicarse más tierras y
ganado. Luego, en la Sumeria del año 3.000 a.C. los encargados de los templos y
los jerarcas se llevarían a su bolsillo parte de los impuestos y ofrendas.
Egipto, Grecia, Roma…, vieron infinitos casos (muchos están documentados, como
el del triunviro Craso) en los que quienes vivían en posiciones de privilegio
multiplicaban sus bienes gracias a todo tipo de intrigas, componendas y
chanchullos.
En España hay abundantísima literatura
que detalla cómo, durante siglos, desde los altos y los bajos puestos de la
administración se sisaba, engañaba, defraudaba y enchufaba. Pero aunque muchos
españoles piensen que este es el paraíso del gobernante desvergonzado y
trincón, basta echar un vistazo a la prensa internacional para comprobar que no
es así, o sea, no sólo la vieja Hispania ha sido escenario de casos de
corrupción político-económica. En Sudamérica la cosa tiene caracteres de
epidemia incurable: basta leer sus periódicos. Y la ilustrada Europa tampoco se
queda atrás. La vecina de arriba, Francia, tiene un amplio catálogo de
políticos corruptos: de su Historia se puede recordar cómo ‘trabajaban’ los
cardenales Richelieu y Mazarino y los que estaban a su alrededor; o cómo engrosó
sus propiedades y caudales el revolucionario Dantón y otros colegas. En el
siglo XX hay para dar y tomar: en 1924 hubo un robo de 4.000 millones del
Ministerio de Finanzas, en 1928 el escándalo del ministro que enviaba cheques
sin fondos; en 1930 la quiebra fraudulenta del banquero Oustric, en 1934 el
gigantesco escándalo Stavisky, que desenmascaró a la muy corrupta Tercera
República e incluso provocó grandes disturbios callejeros. Inglaterra da mucho
de sí desde hace…; y recientemente se sabe que primeros ministros como Blair y Brown
estuvieron implicados en casos de soborno por venta de armas; se supo que un
diputado alardeaba de ser como un taxi, ‘disponible; y que los lores no vendían
influencias por menos de 100.000 libras. De Italia fueron muy célebres los casos
de Berlusconi, de Craxi, o los abundantes convenios entre partidos políticos y
la mafia. Igual que Grecia, Portugal, Alemania, Suecia…, sí, en todas partes
cuecen habas.
Volviendo a España, los escándalos que
combinan política y dinero están documentados desde hace siglos. Paradigmático
es el caso del Duque de Lerma (1552-1623), que como valido de Felipe III se
hizo muchimillonario vendiendo cargos, colocando a quien más pagara por el
puesto, subiendo impuestos y embolsándose pingües porcentajes, malversando,
estafando… También es típico el enriquecimiento a costa de lo público de Manuel
Godoy (1767-1851), el niño bonito de Carlos IV y María Luisa de Parma; los
pusilánimes reyes le concedieron alrededor de una treintena de títulos, cargos,
honores, dignidades y nombramientos (dotados económicamente casi todos), con lo
que podía llevarse prácticamente lo que quisiera, cosa que hizo. Por su parte,
María Cristina de Borbón (esposa de Fernando VII y luego regente de España
hasta la coronación de Isabel II) padecía asimismo incontenibles impulsos de
meter mano en todo aquello que pudiera reportarle beneficio económico; de
hecho, en su tiempo ya se decía que “no hay negocio industrial en el que la
Reina Madre no tuviera intereses”; su segundo marido, Fernando Muñoz, no tenía
interés político, pero sí gran codicia y avidez por los dineros, con lo que, en
comandita con su regia esposa, tuvo las manos libres para meterlas en el
incipiente negocio del ferrocarril y otros, incluyendo el tráfico de esclavos
(prohibido desde 1814). De todos modos, durante los últimos siglos ha habido
muy pocos políticos, españoles u otros europeos, asiáticos o americanos, que no
estuvieran enfangados en la corrupción y el enchufismo.
Durante la II República Española
abundaron los casos y escándalos, siendo tal vez los más conocidos el del
estraperlo (la ruleta trucada) y el caso Nombela (en el que estaba implicado el
propio Alejandro Lerroux). Llama la atención que antes de la proclamación de la
República hubiera en Madrid 58 coches oficiales, mientras que en diciembre del
32 (según reconoció el ministro Jaume Carner) la cifra ascendía a 741, con 760
chóferes y un consumo de más de 3.000 litros de gasolina al día. Cuando hubo
que comprar armas, la corrupción tocó a Indalecio Prieto y Juan Negrín y a los
hijos de ambos (de éste dijo el anarquista Abad de Santillán: “si Negrín
hubiera tenido que dar cuenta de su gestión, habría terminado ante el pelotón
de fusilamiento”); precisamente Negrín estuvo implicado en el saqueo de bancos
y cajas, cuyo botín acabó en el barco Vita: 120 maletas llenas de oro y otros
metales preciosos, joyas, valores, obras de arte, monedas de incalculable
valor…, de todo lo cual se apropió Prieto al atracar el Vita en México, donde
él era embajador, en marzo del 39; todo eso se sabe por el testimonio del
socialista Amaro del Rosal.
Ni que decir tiene que las intrigas y
tejemanejes político-económicos fueron cosa común durante las cuatro décadas
del franquismo, con numerosos altos cargos pringados; recordados son los casos
Matesa, Sofico, Barcelona Traction, Manufacturas Metálicas Madrileñas…, y
claro, un sinfín de componendas y corruptelas urbanísticas por toda España. Los
cuarenta años fueron aprovechados por muchos políticos desvergonzados.
Y así sigue siendo en España y en todo
el mundo, donde predominan los políticos que utilizan su poder en su propio
beneficio y para enchufar y colocar a sus allegados. Y así seguirá siendo hasta
que se prohíba la figura del político vitalicio. Aún así, tiene que haber
políticos honestos, pocos, pero tiene que haberlos.
CARLOS DEL RIEGO
Hola Carlos!... Accidentalmente he descubierto esta página tuya, y veo que a pesar del "bozal" que nos vemos obligados a llevar, no te muerdes la lengua... No sé si te acordarás de mi (pasamos buenos ratos juntos), si lo haces, y te apetece saludarme, mi correo electrónico está ahí... Desde Oviedo, un abrazo!...
ResponderEliminarCreo que eres Andrés, que trabajó en el Luna. Si sí o si no, dime
EliminarAsí es Carlos, como ves, aún estoy "vivito y coleando", Recién jubilado y dispuesto a disfrutar de lo que sea capaz de aguantar en condiciones saludables, aunque a los mayores nos lo están poniendo complicado... Espero que estés estupendamente... Un abrazo!...
EliminarNo doy con tu correo. El mio es adosaca@gmail.com
EliminarTe lo he enviado al correo...
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