miércoles, 1 de abril de 2020

¡DEJAD MORIR A LOS VIEJOS!, PIDEN ALGUNOS

Ser viejo, judío, enfermo, demente o discapacitado era sinónimo de muerte en la Alemania nazi. Algo así piden algunos hoy


Una de las bases del nazismo, seguramente su más pura esencia, es pensarse legitimado para decidir quién merece vivir y quién debe ser suprimido. En la Alemania nazi se decidió que judíos, homosexuales, comunistas, negros, enfermos, discapacitados físicos y mentales…, no eran necesarios o  suficientemente humanos y, por tanto, su eliminación no sólo no era moralmente cuestionable sino aconsejable, saludable y beneficiosa. Hoy hay quien piensa  algo parecido: hay seres humanos que no merecen cuidados médicos y hay que dejarlos morir
Sí, desde 1933 hasta 1945 Alemania vivió un proceso de degeneración moral aterrador, pues la sociedad llegó a convencerse de que los arios eran tan superiores que tenían la facultad de decidir quién podía vivir y quién no, quién era humano y quién poco más que bestia. Esos modos de pensar han vuelto, y muchos se han desenmascarado poniendo como excusa la pandemia.
Desde países tan progresistas como Bélgica o Países Bajos (donde gran parte de la sociedad está convencida de que lo progresista es matar, ya sea al bebé en la barriga de su madre o al débil, enfermo o anciano) se propone no tratar a los viejos y personas con salud delicada y dejar que el virus haga su trabajo con ellos. Pero como en todas partes cuecen habas, tal cosa ha propuesto un congénere de aquellos, otro espécimen de australopitecus afarensis que responde al nombre de Xavi Boada y que se presenta como escritor independentista catalán. Asombra que gentes que medran en la política, la medicina o la intelectualidad proclamen que sería muy buena solución dejar que el virus se lleve a los ancianos y a los enfermos. En pocas palabras, existen individuos y sociedades tan convencidos de su superioridad que deciden que viejos y enfermos han perdido humanidad, y por tanto se les puede negar derechos como la asistencia médica, el derecho a vivir.
Concretamente el tal Boada escribió textualmente: “Viejos y egoístas. Llenando hospitales por coronavirus, exigiendo atención de primera, ocupando camas que podrían salvar jóvenes sabiendo que ellos ya no aportarán nada a la sociedad”. Resultaría difícil vomitar más atrocidades con menos palabras, y por tanto no merece la pena refutarlas por su evidente estupidez, soberbia y maldad, si acaso recordar que los mayores no sólo aportan experiencia, saber, vida, raíces, apoyo, recurso para todo…, sino que todo lo que hoy disfrutan los que no son ancianos se lo deben a éstos. Dicho sea de paso, este sujeto es gay, algo intrascendente salvo porque en aquella Alemania los gays estaban incluidos en el apartado de sacrificables, es decir, si él se cree tan superior como para decidir quién es valioso y quién prescindible, debe tener en cuenta que, siguiendo idéntico proceso mental al suyo (el nazi), habrá quien se convenza de que el gay es tan eliminable como él piensa que lo es el anciano.
En los mencionados Países Bajos (¿bajos en el sentido de indignos, abyectos, mezquinos, viles?) y Bélgica (¿cómo impide un belga que miren por la cerradura mientras defeca?, quitando la puerta) ya habían llegado a la conclusión de que matar es progresista, y por eso hay que tener cuidado de no romperse una pierna allí, pues harán lo que hacían en el oeste con el caballo herido: ahorrarle sufrimiento. Pero la evolución lógica de ese ‘pensamiento’ no se detendrá en dejar morir a los ancianos, sino que darán el siguiente paso; en poco tiempo pensarán que para qué esperar y gastar recursos materiales y humanos en ellos, es decir, sería mejor acelerar el proceso y liquidarlos cuanto antes, total iban a palmar pronto…; después empezarán a escucharse voces belgas y neerlandesas pidiendo ahorrar recursos suprimiendo a otros improductivos como tetrapléjicos, paralíticos cerebrales, dementes, amputados, discapacitados físicos y mentales, cancerosos, incurables…; el siguiente paso será determinar cuántos años hay que tener para entrar en esa ralea de la ancianidad, 75, 70, 65, 60, 50, 40… La perversión moral en estos dos países no es cosa nueva: baste mencionar el genocidio belga en el Congo, así como la brutalidad neerlandesa en Indonesia y otras partes del sudeste asiático (sin olvidar la segregación racial en Sudáfrica que impusieron junto a los ingleses).
En algunos lugares y en no pocas mentalidades se ha llegado a la perversión moral de pensar que lo progre es matar y lo retrógrado conservar la vida, o sea, vivir. Esos matasanos verdugos, esos politicastros parásitos, esos juntaletras chupatintas son, en realidad, la personificación de la degeneración, de la pura maldad.
¿Quién se siente legitimado para decidir quién merece vivir y quién no?, o lo que es lo mismo ¿quién quiere apretar el botón de la cámara de gas?  
CARLOS DEL RIEGO

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