La sombra de la sospecha perseguirá siempre a Michael Jackson, pero un documental es cine, no proceso judicial con garantías. |
No se trata de poner la mano en el fuego
por Michael Jackson (ni por nadie), pero antes de tomar postura parece
inteligente tener en cuenta otros hechos además de los testimonios vertidos en
el documental ‘Leaving Neverland’. Éste ha bastado para que varias emisoras de
radio de países como Canadá, Australia o Nueva Zelanda hayan anunciado la
prohibición de emitir sus canciones, o que la cadena que produce Los Simpson
comunique la ‘retirada’ del episodio en el que el artista pone su voz a un
personaje (una tontería, pues hay mil formas de ver dicho capítulo).
La película ‘Leaving Neverland’ contiene
los testimonios de dos presuntos abusados, sin embargo, esos dos declararon bajo
juramento a favor de Jackson en el primer juicio, que tuvo lugar en 1993 (que
terminó con arreglo extrajudicial). La acusación principal entonces corrió a cargo
de Jordan Chandler, que fue quien antes sentó al cantante en el banquillo.
Entonces Jackson hubo de interrumpir la gira ‘Dangerous Tour’, pero se llegó a
un acuerdo por el que la compañía aseguradora de los conciertos pagó una
millonada para que retiraran la acusación, eso sí, subrayando que el pago no
significaba admitir nada. No hay que ser un lince para sospechar que la
acusación perseguía exclusivamente la pasta, ya que si los padres estaban
totalmente convencidos de la culpabilidad del músico, hubieran ido hasta el
final por dos razones, la primera para castigar a quien había dañado a su hijo
(¿qué padres no hubieran seguido con el juicio por más dinero que les hubieran ofrecido
si estaban seguros de los abusos a su hijo?), y la segunda porque, de haberse
probado la acusación, hubieran recibido igualmente un pastón como indemnización;
pero no, cogieron la pasta sin preocuparse por lo supuestamente sufrido por el
chaval. Años después, en 2009, unos meses después de la muerte del músico, el
padre de Chandler se pegó un tiro (en un lujosísimo piso de Nueva York), y el
muchacho declaró emocionado que las acusaciones eran mentira y que el cantante “siempre
había sido inocente”.
En el segundo juicio, en 2005, uno de
los que hoy protagonizan el escandaloso documental
corroboró lo declarado en el 93 y el otro no declaró. Curiosamente, uno de
ellos intentó entrar en El Circo del Sol cuando éste preparó un espectáculo
sobre Jackson, y al ser rechazado empezó a cambiar el testimonio que había dado
en el juicio. Es decir, o cometieron perjurio (uno de ellos en los dos juicios)
o ahora están mintiendo. En cualquier caso, el veredicto fue concluyente:
inocente de todos los cargos.
Por otra parte, durante más de una
década el FBI y el Estado de California mantuvieron una vigilancia muy estrecha
sobre el ‘sospechoso’, que prácticamente no podía dar un paso ni mantener una
conversación sin que los investigadores se enteraran; nunca encontraron
evidencia de su culpabilidad, al contrario, tras pinchar sus teléfonos escucharon
una conversación en la que uno de los padres amenazaba con presentar denuncia
si no se le pagaba una buena cantidad. También se ha propagado una supuesta
investigación abierta por el FBI contra Michael Jackson en 1985-86 por abusos a
unos niños mejicanos, la cual habría sido abruptamente interrumpida después de
recibir ‘una orden de muy arriba’, ya que el investigado iba a ser recibido en
la Casa Blanca. Pero el agente que, en 1993, trató de hacerse con los papeles
de esa investigación no encontró nada en los archivos, ni el más pequeño
indicio, ni se recordaba quién había llevado aquella investigación; y además,
Jackson se reunió con Ronald Reagan en 1984, antes de los supuestos actos
indecentes con los niños mejicanos.
Lo que sorprende es que se haya
convertido la película en un auténtico juicio, de modo que para muchos el
documental tiene más peso que un proceso legal en condiciones. Sin embargo,
rechina un poco que la peli sólo dé voz a la acusación y no cuente con nadie
que contradiga, nadie que dé réplica, nadie que conteste. Además, también se
mencionan en la película otros nombres de presuntos abusados, uno de los
cuales, Brett Barnes, acaba de declarar que todo es mentira, y que él jamás fue
acosado o abusado por ‘El rey del pop’, y que incluso piensa presentar denuncia
por injurias. También el actor Macaulay Culkin (mencionado de pasada) compartió
de niño muchas horas con Jackson, y siempre negó cualquier conducta impropia. Otra
cosa que no concuerda es por qué los padres, a pesar de las sospechas y rumores
de su supuesta pedofilia, permitían que Michael Jackson pasara tanto tiempo con
sus hijos… ¿Algún padre de los presentes haría tal cosa? El caso particular de
una de las asistentas de Neverland, la salvadoreña Blanca Francia, es
elocuente: declaró haber visto a su hijo hasta tres veces en situación
inadecuada con Jackson, entonces ¿por qué después de la primera siguió llevando
a su hijo a la casa dejándolo al alcance del supuesto pederasta? La señora
también aceptó pasta en 1994 por no denunciar, y luego fue juzgada por
extorsión y condenada a indemnizar al cantante con un millón, que nunca pagó,
claro.
No parece justo ni coherente dictar
sentencia en función de los testimonios de dos personas que han cambiado tan
drásticamente sus declaraciones; lo que es evidente es que los acusadores
mintieron entonces o mienten ahora. Y nadie puede ser condenado con unas
‘pruebas’ tan dudosas, sobre todo teniendo en cuenta el veredicto y las
conclusiones del juicio de 2005. Lo cual no quiere decir que el artista fuera
un santo varón ni que haya que poner la mano en el fuego por él.
CARLOS DEL RIEGO
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