A Keith Moon le resultaba imposible dejar de ser un burlón desbocado. |
Aunque
en este hábitat del rock hay todo tipo de especies, está muy extendida la de
los que se dejan llevar, la que carece de freno y límite, la que se siente
legitimada para exigir cualquier capricho porque ser quien es, la que se siente
obligada a demostrar continuamente su estatus de estrella…, y también se da la
especie del músico que vive el rock & roll sin estridencias, con
tranquilidad y normalidad cuando baja del escenario, especie que siempre ha
sido minoritaria. Interminables son los ejemplos de desvaríos y locuras de
estrella del rock.
El
incombustible Iggy Pop, dicen, pidió en cierta ocasión que, para atenderlo, en
su habitación hubiera siempre siete enanitos…, pero sin Blancanieves. Chuck
Berry exigió antes de un concierto que la organización le entregara diez de los
grandes como pago del alquiler de su amplificador (y no pidió otro tanto por
alquilar la púa de milagro). Prince se sentía tan único que una noche pagó para
que un restaurante cerrara y lo atendiera a él solo…, ¡nadie estaba a su
altura! Entre las cláusulas de los contratos de Metallica hay muchas
especificaciones respecto a la comida, incluyendo la exigencia de que haya
bacon recién hecho a todas horas, especialmente en desayuno, comida y cena.
Lemmy, de Motorhead, no daba un paso sin un par de botellas de whisky de marca
X, y toallas que no soltaran pelo, patatas fritas, chocolatinas y una bombona
de oxígeno a mano. Springsteen también tiene siempre el oxígeno cerca. Una
petición sorprendente es la que hacían Poison, que requerían un intérprete de
lenguaje de signos por si acudía a verlos algún sordomudo. Steven Tyler, de
Aerosmith, viaja o viajaba siempre con su animal de compañía, un ‘cariñoso’ y
pequeño cocodrilo. Esperpento puro es lo de Marilyn Manson, que una vez pidió
que le contrataran una prostituta calva y desdentada…
Pero
cuando se habla de conducta desbocada no puede dejar de hablarse de Keith Moon,
el carismático batería de The Who. Entre otras muchas ‘hazañas’, tenía una
incontrolable afición a destrozar habitaciones, instalaciones o recepciones de
hotel. Mucho se ha hablado de cuando, en la fiesta de su 21 cumple, le apeteció
darse un baño sin salir del coche, así que se metió en la piscina al volante;
sus risotadas debieron ser escandalosas, igual que las del director del hotel.
En otra ocasión atravesó con el coche las lunas de la entrada del hotel y no se
detuvo hasta llegar al mostrador de recepción, donde tranquilamente pidió la
llave de su habitación. Una vez un coche con chófer le había ido a buscar al
hotel, él montó y, un rato después, Moon pidió al conductor que diera la
vuelta, pues había olvidado algo importante; llegados de nuevo al hotel, el
músico bajó y unos minutos después regresó al coche y comentó al chófer algo
así como “uf, casi se me olvida”, el hombre debió preguntar a qué se refería, a
lo que Keith respondió casi sin inmutarse: “tirar la tele por la ventana”.
También se recuerda la vez en que quiso llevarse una cama de agua, la rompió y
preparó un buen estropicio, le cambiaron a una habitación nueva y, como no
podía ser de otro modo, la dejó en estado de ruina. Y también le gustaba tirar
explosivos a la taza del wáter… Uno de sus admiradores, Alice Cooper, dijo una
vez que todo lo que se cuenta de Keith Moon es cierto, y sólo será una pequeña
parte de las ‘hazañas’ que protagonizó en su corta vida; y lo dice él, que se
‘ahorcaba’ en escena y se revolcaba con una boa…
Los
siempre excesivos Motley Crue también tienen batallitas de hotel que contar. No
fallan al tópico del alcohol y las drogas a porrillo, por lo que su manager
(Doc McGhee) contaba que se pasaba el día pidiendo disculpas en los hoteles, y
raro era el que no los había expulsado y prohibido la entrada; de hecho,
explicó que tenía que adelantar unos 15.000 dólares como fianza. Lo curioso es que
finalmente dejaron la bebida, tanto que llegó un momento en que entre sus
exigencias estaba que el hotel estuviera cerca de alguna reunión de alcohólicos
anónimos…, por si fuera necesaria. Claro que en sus mejores años no tocaban si
no disponían de un fusil ametrallador y una boa de entre cuatro y cinco metros.
¡Angelitos!
Jim
Morrison, en el poco tiempo de que dispuso, también protagonizó numerosas
excentricidades y disparates, sobre todo cuando estaba ebrio, o sea, casi siempre.
No tenía reparos en presentarse al concierto en estado lamentable, incapaz de
articular palabra e incluso de recordar la letra de la canción; una vez fue
detenido en el escenario por gritar que un policía le había atizado mientras
estaba en plena acción con una chica. Algo parecido ocurrió cuando se sacó y
exhibió sus partes en pleno concierto; al parecer, Jim (borracho, tambaleándose
y balbuceando), arengó a la gente para que se ‘rebelara’, pero la gente sólo
quería música y empezó a silbar y protestar; él se enfadó e insultó a todos los
presentes, luego confusión, invasión del escenario, peleas con los encargados
de seguridad, los otros tres que siguen tocando, lucha por el micro…, y de
repente aparece un cordero en el escenario (¿quién y para qué lo llevaría?),
Jim lo coge y hace gestos explícitamente sexuales, es entonces cuando les
mostró ‘eso’, con lo que la noche acabó como el rosario de la aurora y un
montón de gente en comisaría. Y estas son sólo sus ‘locuras de estrella’ más
conocidas…
Los
también estadounidenses Van Halen no faltan a la obligación de ser y
comportarse de un modo estrafalario y estrambótico, un deber que parece afecta
a mucha estrella de rock. A finales de los setenta entendieron que la comida
que les servían era vulgar, así que como protesta arrasaron la habitación,
tiraron las televisiones por la ventana (¿quién no ha sentido nunca esa
necesidad?) y se montaron una guerra con los extintores en los pasillos. Lo
mejor del asunto es que en el hotel también pernoctaban Journey, así que Eddie
Van Halen escurrió el bulto y culpó a estos de los destrozos. En escena tampoco
se cortaban: se peleaban entre ellos, una vez se enfrentaron e insultaron a un
espectador de entre el público, se ponían a romper guitarras o, sin decir
palabra, uno de ellos se largaba del escenario… Una ocurrencia muy curiosa fue
cuando, por contrato, exigían un gran recipiente de esos caramelitos de colores
llamados ‘M&Ms’ en su habitación, pero excluyendo totalmente los marrones;
¿por qué?, porque así sabían si la organización había sido cuidadosa y rigurosa
en el resto de las cláusulas. Listillos.
Un
rockero voluntaria y conscientemente caprichoso y exaltado es Axl Rose, de Guns
& Roses, quien no sólo tiene fama de excéntrico e imprevisible, sino
también de ser un auténtico idiota, según afirman muchos de los que están o han
estado cerca de él. De hecho, ha sido capaz de cancelar conciertos por no tener
ganas de cantar. Y también de bajarse del escenario en plena canción (en 1991)
para, fuera de sí, pelearse con un espectador (¿qué estaría haciendo éste para
que el otro cogiera tal cabreo?); el caso es que con el cantante dando y
recibiendo entre el público, se produjo el lógico tumulto que se saldó con más
de cincuenta personas atendidas con heridas y magulladuras diversas, denuncias,
daños considerables y titulares escandalosos..., un resultado ideal para
personalidades sobredimensionadas como la de Axl. En otra ocasión compartían
gira con Metallica; tocaron estos primero, pero uno de los artefactos
pirotécnicos quemó el pelo de James Hetfield, quien tuvo que rasurarse. Los
G&R no querían perder protagonismo, así que al poco de empezar, Axl Rose
gritó “este será nuestro último concierto en mucho tiempo”, y acto seguido se
largaron corriendo…, dando lugar a un follón estrepitoso. ¡No iban a llamar la
atención menos que Metallica!
Tiene
que ser agotador ser siempre estrella del rock y parecerlo.
CARLOS
DEL RIEGO
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