La trayectoria de los integrantes de Lynyrd Skynyrd es un sinfín de sucesos y tragedias. |
Cualquiera
que tenga un mínimo interés por este asunto del rock reconocería el ‘Sweet home
Alabama’ a los dos segundos. La guitarra que introduce el tema es la del
también autor Ed King, que acaba de fallecer, parece que de cáncer de pulmón a
los 68 años. Es la más reciente baja de una de las bandas de rock que más
calamidades han sufrido en su trayectoria vital.
El
grupo disfrutaba de enorme prestigio y popularidad, acababa de sacar un álbum y
se disponía a presentarlo en directo. Era octubre de 1977 cuando justo antes de
subir al avión que habían alquilado, algunos de los que iban a montar expresaron
sus dudas sobre el bimotor; así, alguien le dijo a Ronnie van Zant (cantante y
compositor) algo así como “si Dios quiere que palmes en este avión, es el
momento de subir”, a lo que él respondió simplemente “venga amigos, que tenemos
que dar un concierto”. Montaron y un par de horas después ambos motores
fallaron; el avión caía sin remisión pero tardó no menos de diez minutos en
estrellarse. En total iban 27 personas a bordo, de las que murieron siete,
entre ellas Ronnie, el guitarrista Steve Gaines, su hermana Cassie, corista, y
el manager Dean Kilpatrick; otros sufrieron heridas muy graves que dejaron
secuelas. Todos los aficionados al rock saben del suceso, pero hay más, mucho
más.
Muertos
aparte, uno de los peores parados de la catástrofe fue el guitarrista y
fundador de la banda Allen Collins. Una vez en el hospital los médicos pidieron
permiso a su padre para amputarle el brazo, que estaba en estado
“catastrófico”, pero se negó y Allen conservó sus cuatro extremidades. El
desastre le produjo otras secuelas. Tanto él como el guitarrista, compositor y
fundador Gary Rossington confesaron sufrir horribles pesadillas que los
llevaban una y otra vez a aquel avión; además, también mostraban un sentimiento
de culpa: el síndrome del superviviente. Recurrieron a los calmantes y,
desgraciadamente, al alcohol y otras drogas. Cuando ambos iniciaban una nueva
etapa musical, la esposa de Collins, embarazada, murió de una hemorragia… Ante
este panorama es fácil caer en la desesperación más absoluta: más drogas, más
alcohol y, lamentablemente, accidentes de coche; en uno de ellos, en 1986,
murió su novia y él quedó en silla de ruedas. No pudo participar en la reunión
del año siguiente, no podía tocar. Cuatro años después murió de neumonía sin
haber cumplido los 38. La desgracia se cebó con él.
El
mencionado Gary Rossington burló a la muerte aquel fatídico día de octubre de
1977, aunque se rompió todo lo rompible: piernas, brazos, pelvis, costillas…,
pero con unas cuantas placas de metal por aquí y por allá, se recuperó, aunque
con fuertes y permanentes dolores en las piernas. El caso es que ya había
evitado a la Parca un año antes, cuando, borracho, estrelló su nuevo deportivo contra
un árbol, después de derribar un poste telefónico y chocar contra una casa. “El
muy estúpido se desmayó al volante”, dijo Ronnie van Zant, que iba con él. A
principios de siglo le detectaron gravísimos problemas cardiacos, por lo que le
practicaron un quíntuple baipás. Hace tres años Rossington sufrió un infarto
que lo mantuvo horas entre este y el otro barrio, pero volvió a esquivar la
guadaña. El año pasado fue operado a corazón abierto con buenos resultados, entonces
Gary confesó estar seguro de haber sufrido infartos en más de un concierto (el
pulso del rock & roll debió sostener el de su corazón). Ojalá mantenga esa
mala salud de hierro mucho tiempo... y desvele cómo ha logrado librarse tantas
veces.
También
el bajista Leon Wilkeson sobrevivió a aquella catástrofe aérea, aunque con “daños
masivos”: enorme pérdida de sangre, fracturas múltiples en mandíbula y dientes,
brazos y piernas; los informes certifican que su corazón se detuvo dos veces en
el quirófano. Las heridas de su brazo izquierdo se infectaron y estuvo a un
paso de perderlo. Se salvó del accidente, pero las secuelas se lo recordaron
siempre: varios nervios de ese brazo sufrieron daños graves, lo que le restó
mucha movilidad (desde entonces tocaba con el bajo casi vertical). Además, en
los primeros noventa del siglo pasado, cuando iban en autobús a un concierto,
alguien aprovechó que estaba dormido para rajarle el cuello…; se despertó casi
ahogado por su propia sangre, pero salió de esa. Nunca se aclaró quién había
sido ni porqué (seguro que las drogas influyeron), aunque entre los sospechosos
estaban su esposa y el recientemente fallecido Ed King. En 2001, a punto de ir
a juicio por conducir ebrio y/o drogado, lo hallaron muerto en su habitación de
un hotel. Entre otros males, sufría enfisema pulmonar y cirrosis hepática, con
lo que la ingesta de drogas sólo fue la gota que colmó el vaso, informó la
autopsia.
El
teclista Billy Powell fue de los que salieron del accidente con heridas menos
graves, aunque estuvo a punto de quedarse sin nariz, ya que “se me rompió el
cinturón de seguridad y me estrellé de cara contra una mesa”, explicó. Salió
tan bien parado (eso sí, le hicieron una cara y una napia nuevas) que fue el único
que pudo estar en el funeral de sus compañeros Ronnie, Steve y Cassie (los
demás estaban convalecientes). En 2009 llamó a la policía y, entrecortadamente,
dijo que no podía respirar y se mareaba. Cuando llegaron estaba inerte,
intentaron reanimarle pero esta vez la Parca se lo llevó. Al parecer no había
acudido a sus citas con el cardiólogo.
Otro
de los supervivientes con daños leves fue el batería Artimus Pyle, que apenas
se fracturó unas costillas. Tras ‘aterrizar’, él y dos afortunados más caminaron
por el bosque donde se estrelló el avión hasta llegar a una casa, cuyo dueño al
verlos se asustó y (típico de USA) sacó la escopeta y pegó un tiro al aire de
advertencia. Pyle le gritó lo del accidente y todo se aclaró. Quien sí murió en
accidente de avión fue su padre, que fue embestido por un reactor mientras
pilotaba una avioneta. Artimus, que siempre fue el conciliador del grupo, nunca
dejó de recordar y relacionar los dos accidentes que tantos seres queridos le
habían costado. Sigue en activo.
Los
biógrafos de Lynyrd Skynyrd especifican que las relaciones entre sus
integrantes siempre fueron en tono grosero, altisonante y, a menudo, con
violencia. Se cuenta que el solista, Ronnie van Zant, se sentía poco menos que
un padre para los demás, aunque, eso sí, un padre alcohólico, iracundo y
maltratador. También explican que Ronnie los encerraba en el local de ensayo
(le llamaban la casa-infierno) durante horas y horas con un calor asfixiante.
Aquel trabajo terminó por surtir efecto profesional, pero las giras continuas y
una amplia, constante y segura provisión de alcohol y drogas envenenó las
relaciones entre ellos. Entre las muchas peleas se recuerda una que comenzó en
un bar de Munich y que continuó en el hotel; Ronnie estrelló una botella en la
cabeza de un asistente y, con los trozos, cortó las manos de Rossington; al día
siguiente tocaron, éste y Ronnie (que se lesionó tras soltar unos cuantos
puñetazos) con las manos vendadas. En fin, las peleas entre ellos eran
continuas y, muchas veces, sangrientas.
¡Pobres
estrellas del rock! Para las de Lynyrd Skynyrd no ha habido ‘sweet home’.
CARLOS
DEL RIEGO
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