No deja de tener un punto de acoso el hecho de que un desconocido trate de que le regales tu tiempo e información acerca de tus opiniones, gustos o intimidades. |
Los
sondeos, encuestas y estudios basados en entrevistas tienen muy buena prensa,
la cual se encarga de darles gran difusión a causa de que las conclusiones que
se publican casi siempre muestran tintes escandalosos, sensacionalistas o
preocupantes; y no hay que olvidar que sólo es noticia la mala noticia. Además,
los medios de comunicación son entusiastas de las estadísticas, y les dedican
grandes espacios ya sean de corte político, social, económico, deportivo...
En
las últimas fechas (VII-2018) se han difundido dos de estos estudios, uno
referido al desperdicio de comida y el otro a las audiencias de las emisoras de
radio, el Estudio General de Medios. En el primero se determinan con exactitud
los miles de toneladas de alimentos que no se consumen y van a la basura; pero
el caso es que a las cifras concretas de comida desperdiciada se llega tras
encuestas, tras entrevistar a productores, distribuidores, mayoristas,
industriales y consumidores, que tienen que hacer memoria y especificar cuánto han
desechado el último mes, semana o día: desde lo que se estropea antes de llegar
al consumidor hasta lo que éste termina por tirar. Así, según respuestas, estas
empresas concluyen con una cifra exacta, matemáticamente exacta a pesar de que
los factores que dan el resultado son absolutamente inexactos, variables,
sujetos a la memoria, a confusión, a error, a la mentira… En fin, no hay manera
de saber con exactitud qué cantidad de alimento termina en el contenedor…, salvo
que se cojan las bolsas de basura (todas) y se compruebe cuánto de lo que ahí
hay se dejó estropear o cuánto aun podría comerse (¿se incluirán los gordos del
filete, la piel del pescado o la patata que queda pegada a la monda como
alimentos despilfarrados?).
Algo
parecido sucede con el Estudio General de Medios, que se atreve a precisar
cuántos oyentes tiene este o aquel programa de radio, cuántos gana o cuántos le
saca a sus competidores; todo ello según las encuestas: “¿qué programa es el
que más escucha usted?”, preguntarán, y la persona responderá con sinceridad o
no, con acierto o no, con precisión o no, pues hay gente con mala memoria o con
ganas de fastidiar, gente a la que le bailan las fechas, los títulos, las
emisoras, los presentadores, o gente que dice esto porque cree que queda mejor y
esconde aquello porque le da un poco de vergüenza decir que escucha ese
programa. Suelen decir esos expertos en ‘estudios sociológicos’ que cuentan con
factores de corrección que prevén errores, pero eso serviría si hubiera algo absolutamente
preciso y fiable, algo comprobado y contrastado con lo que comparar el cómputo
de las respuestas, pero no existe ese dato concreto.
En
todo caso, hay que ser muy crédulo para tragarse las cifras que dan estas
empresas dedicadas a preguntar a la gente, ya que los resultados de sus
‘investigaciones’ se antojan tan fiables como los de una echadora de cartas,
como los de un futurólogo. Es difícil entender cómo personas bien formadas y
perfectamente informadas, incluso individuos escépticos en muchas otras
cuestiones, se creen a pies juntillas los números que arroja una encuesta. Y
eso que las meteduras de pata de esta industria, cuya materia prima es algo tan
volátil como la pregunta y su respuesta, han sido antológicas en los últimos
tiempos, tanto que no sólo cabe la duda sino que se impone la desconfianza:
fallaron estrepitosamente cuando aseguraron que, según sus encuestas, la opción
del ‘brexit’ sería claramente derrotada en Inglaterra, la realidad les dio un
puñetazo en el morro cuando predijeron que Trump perdería las elecciones a presidente
de Usa por mucha diferencia, se equivocaron lamentablemente cuando aseguraron
que, en España, Podemos conseguiría más votos que el Psoe… Incluso un
profesional del ramo se quejaba entre sorprendido e indignado: “la gente nos ha
mentido”… ¡claro, lógico!, ¿acaso el encuestador y su jefe se creen todo lo que
un desconocido le dice en la calle o por teléfono? Pues por asombroso que
parezca, hay quien piensa que los
sondeos son como un ‘dos y dos, cuatro’.
Eso
sí, astutamente, estas sociedades dedicadas al cotilleo, a preguntar al
personal por sus intimidades, a meterse en la vida de los demás, suelen
utilizar el término ‘barómetro’ cuando hablan de los resultados de su campaña
de preguntas, y han escogido esta palabra porque un barómetro es un instrumento
de precisión matemática, de modo que al utilizarla tratan de asociar su
producto a la exactitud. Además, hay que tener la cara muy dura para pedir a
los ciudadanos que regalen su tiempo y su información. En fin, una encuesta no
deja de ser una especie de acoso
En
conclusión, cuando se publican trabajos basados en encuestas, en estimaciones,
en proyecciones a partir de unas cuantas respuestas, cabe preguntar ¿cuentan
con una prueba irrefutable que respalde las cifras publicadas?, ¿pueden
demostrarlas de modo indiscutible y con precisión matemática? La respuesta a
estas dudas sí es concluyente: no.
La
cosa no deja de recordar a los nigromantes, a los que leen en las entrañas de
un animal muerto, a los videntes que interpretan los posos del café, y también a
los embaucadores que protagonizan el cuento ‘El traje nuevo del emperador’ o a
los pícaros que llevaban de un lado a otro el cervantino ‘El retablo de las
maravillas’.
CARLOS
DEL RIEGO
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