Todos los que aspiraron a la presidencia del Barça en 2015 manifestaron su compromiso con la independencia, con la separación de España, pero siguen inscribiéndose en las competiciones españolas. |
La cosa, por un lado, es una evidencia
del fanatismo más ciego, ya que la verdad única, el dogma superior que ocupa
totalmente la mente del fanático está por encima de cualquier otra
consideración, incluso del derecho de los discrepantes. Por eso, porque el
separatista se ha entregado incondicionalmente a la fe catalanista, ya está
dispuesto a sacrificar todo en pos de su verdad infinita, que es en lo que
muchos han convertido una inquietud legítima (siempre que no viole la ley) como
es el nacionalismo. Así, si se pide la retirada de las competiciones españolas,
también se podrá exigir que las empresas catalanas dejen de comerciar con el
resto de España, que las fábricas no le vendan sus productos y que los
comercios e industrias catalanes no compren nada procedente de Madrid,
Asturias, Andalucía, Extremadura…; y también podrían pedir, pensando en la
pureza racial, que se prohíban los matrimonios mixtos catalán-castellana y
viceversa; y que se persiga el uso del castellano en todos los ámbitos, desde
las oficinas oficiales (donde ya lo está) hasta las barras de los bares; y que
se proscriban la tortilla española, la fabada asturiana, el queso manchego o el
cocido maragato…
Y así podrían seguir enumerándose
delirios derivados de la ortodoxia secesionista más fundamentalista. ¡Qué
importan los perjuicios y destrozos que sufriría la región y sus habitantes!,
¡qué importa pisotear los derechos de los que tienen otras opiniones!, lo único
que hay que tener en cuenta es la doctrina, lo único que vale y por lo que
merece la pena sacrificar todo es la idea de ‘una patria, un pueblo’, el
‘volkgeist’ (el espíritu del pueblo) que esgrimían los jerarcas alemanes de los
treinta y cuarenta del siglo pasado. Es delirante, y asusta que algo tan
transparente resulte tan opaco para ciertas criaturas.
Pero la propuesta de la ‘iluminada’
señora que ocupó cargo en el Barça también se puede ver como una herramienta a
favor de la pretensión secesionista. Así, Cataluña no tiene derecho a separarse
del resto de España puesto que eso va en contra de las leyes, y no sirve
declarar esa falsedad de que “la democracia está antes que la ley”, ya que sin
ésta no es posible aquella; por ejemplo, si no hay ley electoral que
especifique quién puede presentarse y quién votar, cómo, cuándo, dónde, cuánto,
no se podrá realizar el referéndum, es decir, primero va la norma que hay que
respetar y después los procesos democráticos. Así pues, aquella comunidad
autónoma no puede desgajarse del resto del país, sin embargo el Barça y el
resto de equipos deportivos catalanes sí que tienen derecho a no inscribirse en
las competiciones españolas, no existe ninguna ley que obligue a los clubes y
entidades deportivas a tomar parte en las ligas, copas, torneos y campeonatos
nacionales, y ningún juez o fiscal les denunciaría por no apuntarse en las
federaciones españolas.
Por tanto, si como han especificado
varias veces los directivos del club mencionado (así como gran parte de su masa
social), están incondicionalmente al lado de los sediciosos y de toda
iniciativa a favor del ‘procés’, lo coherente sería no sólo no presentarse a
disputar la final de la copa, sino no presentar inscripción para ninguna de las
competiciones españolas. Pero no es así, lo que están haciendo esos dirigentes
con más dobleces que una camisa es jugar a dos barajas: la del apoyo al
separatismo y la de la participación entusiasta en las convocatorias deportivas
de los organismos españoles. Es una ambigüedad calculada que necesita, para su
mantenimiento, de unas enormes dosis de cinismo y autoengaño.
Esta contradicción en que cae el Barça es
como el que declara su odio a la Iglesia y a la religión pero participa
activamente en todas sus celebraciones y ritos: se bautiza, va a misa y
comulga, se casa en la catedral, entrega dinero para ganar bulas e indulgencias
y, en fin, encarga y paga misas para cuando se muera…
CARLOS DEL RIEGO
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