No es aconsejable difundir intimidades e informaciones personales, ya que pueden caer en manos maliciosas. |
La cosa tiene varias e interesantes
vertientes, todas ellas inquietantes. El mayor problema reside en que gran
parte de los que tienen cuenta en Facebook están continuamente regalando información
sobre sí mismos; así, se difunden fotos y vídeos personales, de la familia, de los amigos, de
las reuniones, de lo que se come, de los viajes…, e igualmente se entregan
libremente opiniones, gustos y preferencias, creencias, compras, visitas… Así, cualquiera
que se ponga a ello podrá hacer un recuento, una clasificación de todo y trazar
no sólo un perfil sicológico del individuo, sino tendrá acceso a todos los
datos que desee, desde el número de zapato hasta cuándo se corta las uñas.
Todo ese caudal de referencias se
convierte en información personal y precisa de cada uno, una información que en
las manos adecuadas equivale a poder, tanto político como social o económico.
Así, conociendo todo lo que cada cliente ha publicitado, los expertos podrán no
sólo aburrirle con publicidad comercial específica para él, sino que le harán
llegar noticias que coinciden con lo que el individuo está dispuesto a creer (cosa
que él mismo difunde), y claro, no faltarán los bulos, mentiras, intoxicaciones
y tergiversaciones interesadas. Por ejemplo, se sabe que mediante estas
tácticas se ha influido en referéndums, consultas y elecciones, es decir, con
el uso de los datos que el cliente de Facebook (y otras redes) regala se ha
intervenido de modo decisivo (y malicioso) en la toma de decisiones de gran
trascendencia.
Además, dado que fácilmente se puede
deducir cómo piensa y qué creencia tiene la persona que se expone continuamente
en internet, resultará muy sencillo hacerle tragar cualquier patraña que
coincida con su pensamiento, e incluso él mismo se encargará de difundir el
bulo aun cuando ya sea consciente de que se trata de una falsedad; de este
modo, la mentira interesada llegará a más gente dispuesta a creer, y cuando se
desmienta la paparrucha siempre quedará algo: difama, que algo queda, dice el
refrán, y también vale el de ‘cuando el río suena…’.
En pocas palabras: regalar información
es regalar poder. Los miles de millones de personas que utilizan la mencionada
red social deben ser conscientes de que cada vez que suben noticia de qué
hacen, qué les gusta, cómo piensan, quiénes son amigos y quiénes enemigos,
dónde trabajan, a dónde van de vacaciones o cómo les gusta el chuletón, están
incrementando el poder de quien tiene acceso a ello y medios para utilizarlo.
Por no mencionar a los que, estúpidamente, suben a internet pruebas
irrefutables de un delito cometido, como los que se graban a 200 por hora o
agrediendo a otro…, con lo que se lo
ponen en bandeja a la policía a la vez que hacen alarde y presunción de la
magnitud de su idiocia.
Y también hay que tener en cuenta que
todo se puede fabricar, todo se puede ‘cocinar’. Por ejemplo, hace unos meses
se probó de modo empírico cómo se fabrican personajes. Una empresa de
investigación encargó a otra especializada la ‘creación’ de seguidores y ‘me
gusta’; y es que por un precio módico hay firmas que disparan el número de
simpatizantes de una página o sitio web utilizando robots, y así se consigue el
ascenso a la categoría de ‘influencer’;
entonces, basándose en el número de adeptos capturados (cien mil, quinientos
mil), habrá marcas interesadas en pagar al susodicho, al ‘influenciador’, para que publicite sus productos y los recomiende
en su página. Igualmente puede hacerse en otros terrenos; por ejemplo, se
empieza a propagar que tal candidato o partido cuenta con millones de
seguidores, con lo que muchos pensarán que más vale unirse a la corriente
dominante y no desperdiciar el voto, o que su elección es inevitable y no
merece la pena ir a votar, o que para que no salga ese se vota a un tercero aunque
no le guste…
Y toda esa manipulación, todas esas
modalidades de tergiversación de realidades, así como el uso malicioso de las
redes, es posible gracias a que el propio usuario, libre e ingenuamente,
entrega y anuncia al mundo todas sus intimidades. Es algo parecido a lo que
ocurre cuando se contesta a las encuestas, ya sean personales, por teléfono o
de otros modos: si el individuo se pliega mansamente y responde a todo lo que
se le pregunta, estará desvelando no sólo gustos y preferencias, sino que
estará regalando información sensible sobre sí mismo e incluso regalando su
propio tiempo.
Es un pensamiento muy cierto: la
información es poder; antes de la era digital, quienes deseaban conocer datos
de los ciudadanos lo tenían muy difícil, mientras que hoy sólo tienen que ir a
las redes y tomarlo. En fin, parece tonto regalar información, o sea poder, a
los ya poderosos.
CARLOS DEL RIEGO
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