miércoles, 12 de abril de 2017

A VUELTAS CON LA TRANSICIÓN Y LA POSTURA DEL PC El joven coordinador general de uno de los más importantes partidos de izquierda de España ha repudiado la Transición (algo que viste mucho en entornos progres); es la postura soberbia de quien cree que, de haber estado él allí, todo hubiera sido distinto.

Hay hoy criaturas que hubieran preferido que, en la Transición, se hubieran dado de palos en lugar de darse la mano.

Abundan hoy en España jóvenes líderes de partidos y grupos de izquierda que repudian lo ocurrido antes de su llegada a este mundo, reservando sus fobias más coléricas a aquello que se llamó la Transición; es una postura similar a la del adolescente que desprecia sistemáticamente todo aquello que caracterizó a la generación de sus padres: desde la ropa o la música hasta el modo de pensar. El caso es que uno de estos ‘yupis’ de la política ha sentenciado que (en la Transición) “El PC se engañó y engañó a sus militantes”, puesto que “adoptó una estrategia conservadora y un deje institucionalista”, y además “renunció al leninismo”.

En primer lugar, quienes vivieron aquellos momentos recordarán el ‘buen rollo’ que se respiraba en las calles (entre ciertos sectores de la juventud se escuchaba “¡viva el rollo!”, cosa que podía referirse a la música rock, al ambientillo, al fumeteo), y también se acordarán de la atención con que se seguían las noticas políticas como la legalización del PC, lo satisfecha que estaba la gente con las primeras elecciones en décadas, la curiosidad ante la aparición de múltiples partidos, los cánticos callejeros, el alivio al comprobar que no se volvería a las armas…; y todo ello a pesar de las masacres ejecutadas por los violentos diestros y siniestros, o de los rumores de intentonas golpistas, de la crisis y el paro... Sí, los españoles aceptaban los cambios con esperanza, con excepción de los grupos de extrema derecha, que hablaban de traición a España y rechazaban las novedades. Curioso: las izquierdas de hoy coinciden con los ultras de entonces.

Y después hay que preguntar a quienes rechazan lo que se hizo qué es lo que hubieran hecho ellos en aquellos últimos años setenta, o sea, cuál debió ser la postura del PC y la acción a seguir: ¿rechazar las normas de la democracia y llamar a la insurrección?, ¿provocar huelgas generales revolucionarias?, ¿exigir con maneras violentas la detención inmediata de todos los que tuvieron algo que ver con el franquismo?, ¿formar grupos armados de milicias ciudadanas?, ¿organizar un frente popular para luchar contra las ‘fuerzas represoras’? Es necesario recordar que, entonces, en el ‘post-franquismo’ inmediato, no menos de la mitad de la población estaba con el régimen, como lo estaban todos los que tenían el poder y una gran mayoría de los que ejercían la política; y otro tanto sucedía con sectores tan estratégicos y con tanta fuerza como el económico o el militar. Así las cosas, en el caso de que los partidos de izquierda más radical hubieran llamado al combate y hubieran conseguido una cantidad significativa de seguidores dispuestos a todo, es fácil suponer que las fuerzas políticas, militares y económicas se hubieran defendido, con lo que hubiéramos vuelto a las andadas con, seguro, calamitosos resultados.

Por ello, hace cuatro décadas, tanto el PC como el resto de formaciones de izquierda (al igual que los grupos conservadores moderados) fueron posibilistas, pragmáticos, hicieron lo único que podían hacer, tomaron la única alternativa a la acción violenta, a la guerra. También es necesario recordar que los extremistas de uno y otro lado hicieron todo lo posible por reventar acuerdos y destruir caminos democráticos, recurriendo a las acciones más brutales y sangrientas.

Volviendo a la actualidad, el aludido líder comunista, que ha vivido toda su vida como un burgués capitalista bien acomodado, también achacó al PC de 1977 un “deje constitucionalista” y el “abandono del leninismo”. Es decir, según este ‘cráneo privilegiado’, dicho partido debió rechazar la legalización y seguir al pie de la letra las consignas del camarada Vladimir, como aquella que animaba a tomar violentamente el poder: “La dictadura revolucionaria del proletariado es un poder conquistado mediante la violencia (…) un poder no sometido a ley alguna”.

En fin, seguro que cuando cavila sobre el asunto, el individuo en cuestión dice y se dice,  convencido, algo así como “si yo hubiera estado allí…”.


CARLOS DEL RIEGO

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