El comienzo de una canción es como la primera luz que, al iluminar el escenario, abre el concierto |
En el reino de la música es primordial un buen comienzo, una apertura con impacto y atractivo; y esto funciona en cualquier región de ese reino, como demuestra la entrada de la V Sinfonía de Beethoven o la de la sintonía de la Pantera Rosa, que siempre llaman la atención con sus primeras notas. Lógicamente, en la zona del rock & roll las cosas tienen parecidos cauces. Así, una introducción llamativa e ingeniosa provoca un buen número de sensaciones: identifica al grupo y a sí misma, anuncia inmediatas maravillas, produce la satisfacción de reconocer y reintegrar esa secuencia melódica, invita a coordinarse con ella… No cabe duda, si los primeros segundos de una composición musical consiguen enganchar, será para siempre.
Pues tal cosa ocurre con las siguientes
piezas, todas ellas clásicos del rock que deben gran parte de su poder a lo
inspirado de sus primeros compases. Un buen ejemplo es el riff con el que
arranca el ‘Johnny B Goode’ (y casi el propio rock & roll) del ya inmortal
Chuck Berry; poco importa que sea una copia del comienzo de un tema acreditado
diez años antes, puesto que esa introducción a la guitarra supuso una
convulsión, como una luz a la que han seguido incondicionalmente millones de
personas desde entonces: ¿acaso hay algún guitarrista en cualquier banda de
rock que no sea capaz de reproducir tan explosiva combinación sonora?, ¿algún
aficionado que no reaccione cuando suena ese arranque?
Muchos títulos emblemáticos de The Beatles
se ponen en marcha de manera inconfundible, uno de los cuales es ‘Revolution’
(el 1, no el 9), editado en 1968. Esa guitarra distorsionada transmite
vitalidad desbocada, esa elemental secuencia es pura potencia que compite sin
complejos con cualquier pieza del más duro hard-rock; cuando irrumpe en el
silencio causa verdaderas sacudidas… ¡y cuántas partituras se han compuesto
tomándola como norte! También Rolling Stones firman algunas ‘intros’
memorables, entre las que sobresale, ¡cómo no!, la de su ‘Satisfaction’ (1965);
simple y directa, tiene efectos estimulantes y puede ser tarareada desde la
primera escucha: no necesita más para quedarse para siempre en la memoria.
‘Layla’ (1970) de Eric Clapton (es casi
imposible decir el título sin el autor) se presenta con un toque cargado de
emoción, excitante y a la vez melancólico. Esa guitarra se ha ido convirtiendo
en bandera identificativa de ‘los buenos tiempos’ del rock & roll, aquella
época de los grandes héroes; cuando se hace presente, todo iniciado se pone
firme. El mismo protagonista (‘Slow Hand’, ‘Manolenta’) protagonizó
anteriormente otra pieza con un encabezamiento memorable, aunque fuera
integrado en el trío Cream; se trata del poderoso ‘Sunshine of your love’
(1968), que parece desvelar la senda por las que caminaría el rock en los años
siguientes: una frase sencilla cuyo dibujo preside el resto de la canción.
Menos conocida por las jóvenes
generaciones pero venerada en su tiempo y siempre recordada con agrado, el
tremendo ‘In a gadda da vida’ (1968) de Iron Buterfly ofrece un inicio muy
diferente: un órgano solitario que sugiere el ambiente solemne de una gran
catedral…, sensación que se rompe tras unos instantes de serenidad dando paso al
grueso de la banda con su evocadora frase melódica.
Pocas entradas han tenido tanto
recorrido como el inevitable ‘Smoke on the water’ (1972) de Deep Purple, cuyas inconfundibles
doce notas iniciales deben ser las primeras que aprende todo aspirante a
guitarrista de rock. Led Zeppelin también pueden ofrecer varias con excelente
presentación; por ejemplo la trepidante ‘Rock & roll’, que cuenta con el
gran John ‘Bonzo’ Bonham como primer protagonista en orden de aparición, el
cual ofrece una lección de dinamismo, ya que aquí su batería es ligera y a la
vez ‘heavy’…, hace honor al título.
Muy divertido es el comienzo del ‘Ballrom
Blitz’ (1973) de The Sweet; sobre un ritmo vivaracho, el cantante va pasando
lista con respuestas coquetas de sus compis para, al terminar, gritar un
simpático y animoso “¡De acuerdo queridos, vamos allá!”; eran los años alocados
y descarados del glam-rock…
Claro que si se trata de un preludio
con gran empaque hay que mirar hacia el ‘Bohemian Rapsody’ (1975) de The Queen.
Esta pieza compleja y mixta (bien saldrían de ella hasta cuatro canciones
distintas) se abre con esa arrebatadora parte vocal que todo amante del rock
escucha con veneración y gozo, ya que promete seis minutos de deleite seguro.
Aquellos segundos a capela consiguieron que las maneras de la ópera se
aventuraran en el terreno del rock…, lo malo es que sólo ellos se atrevieron a
volver a ese camino.
Y se podría seguir recordando entradas
majestuosas, singulares, seductoras…, como la etérea del ‘Wish you where here’
(1975) de Pink Floyd, la sorprendente (en su tiempo, 1978) del ‘Das Model’ de
Kraftwerk, la enigmática del ‘Tubular bells’ de Mike Oldfield, la iniciática
del ‘Blue Monday’ (1983) de New Order…
“El comienzo es la parte más importante
de la obra”, dijo un tal Platón hace más de dos mil años. La idea no ha
cambiado desde entonces, pues vale para algo tan lejano como el rock &
roll.
CARLOS DEL RIEGO
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