Tan horteras, tan 'kitsch', tan ordinarios eran Village People que su mascarada invita hoy a la chufla. |
A los ojos del rock, cuando la música se basa en elementos simplones y vulgares, cuando se puede adivinar fácilmente el final de cada frase porque lo que se dice se ha repetido hasta el infinito, cuando el texto resulta empalagoso y el sonido blandengue, cargante y repetitivo, entonces puede decirse que se trata de una horterada. Este término tiene por lo general un matiz peyorativo, aunque en el asunto artístico no es extraño que la cosa termine por adquirir cierto encanto, sobre todo si el protagonista mantiene el tipo durante unos cuantos años. Sin embargo hasta en este embarrado terreno hay clases, de modo que los hay que pasado su momento se ven con simpatía, pero también los que sólo provocan cansancio e incluso llegan a caer antipáticos por mucho tiempo que pase. Podría decirse que a quienes los años han vuelto simpáticos son ‘horterillas’, no simples horteras… Claro que todo esto es de lo más subjetivo: lo que a unos les resulta cargante a otros les encanta, y lo que para aquellos es lo mejor para estos es insufrible.
Horteras de libro los hay por todas partes y en cualquier época. Podrían citarse un buen número de cantantes italianos y españoles que encajan perfectamente en el sentido de esa palabreja, pero también les cae como un guante a otros tantos ingleses y estadounidenses, alemanes, franceses y… suecos.
Un buen ejemplo del ‘horterilla’ simpático es Georgie Dann. No es que sus ‘casatchófs, bimbós, negros o barbacoas’ puedan situarse en la excelencia, pero el personaje lleva tanto tiempo ahí que ya parece algo imprescindible. Y más de un rockero con canas confiesa que lo ve como algo curioso, entrañable, divertido…, durante unos minutos al menos. Además, aunque sus letras sean elementales y con infantiles dobles sentidos, y sus partituras facilonas y pegajosas, hay que idearlo todo, escribir, componer, arreglar… Es sin duda uno de los reyes de la ‘canción del verano’, un lugar donde abunda la especie ‘horteriforme’ de vida efímera y donde él ha conseguido sobrevivir por más vaivenes que de la moda. No hay verano sin los ambientes verbeneros y festivos de Georgie Dann. Aunque se cambie de emisora en el acto.
Grandes de la horterada fueron los alemanes Boney M, que se han ido y vuelto varias veces después de disfrutar unos años de gloria y ventas millonarias. Invento de ese pillastre llamado Frank Farian, este grupo se asocia fácilmente a la chufla y la cuchufleta, puesto que los movimientos y fraseos del negrito resultan hilarantes, tanto en su día como actualmente; pero es que, además, ni siquiera era él quien hacía aquellas voces graves e insinuantes, sino el propio Farian. Éste fue un productor sin escrúpulos que, además de triunfar con Boney M a base de imagen y mucho ‘play back’, culminó la fórmula con los vergonzantes Milli Vanilli. Curiosamente estos dos golfillos, más horteras y falsos que los Boney, se contemplan hoy con desprecio, mientras que el combo de las chicas y el maromo resulta divertido… si no se presta demasiada atención a sus canciones. En todo caso, verlos siempre evoca perfectamente su época y, normalmente, provoca una sonrisa.
Algo parecido puede decirse de los estadounidenses Village People. No es difícil recordar su aspecto y exagerada indumentaria, inolvidablemente tópicas su coreografía y sus gestos, sus dos o tres estribillos siempre listos para machacar mentes y ser coreados con voz etílica. Horterillas, sin duda, pero toda su parafernalia y su trasfondo hacen que hoy se les vea con cierta gracia: su puesta en escena se entiende tan obvia, tan ingenuamente carnavalesca que, inevitablemente, induce al recochineo, a considerar todo aquello con cara sonriente. Además, su presencia tiene ya un efecto simbólico.
Dicho lo cual, todos ellos tienen, a escala internacional o local, un lugar en el negocio y en los anales de la música y el entretenimiento. Sí, desde el planeta rock rara vez se mira al horterilla para otra cosa que no sea la burla, pero si hay quien lo disfruta... ; además el ‘show biz’ también necesita cosas fáciles, intrascendentes, tonadillas que apenas exijan atención…, algo así como la comida basura, que se sabe exactamente a qué va a saber, su textura, su cantidad, su calidad, pero que ocasionalmente hasta apetece.
CARLOS DEL RIEGO
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