Bob Dylan declamando sus versos en pleno 'recital poético', dirían los suecos que dan el Nobel. |
Bob Dylan es un genio del rock, del
folk, de la canción de autor. Es un excelente letrista y, a la vez, un
compositor creativo y en muchísimas ocasiones verdaderamente brillante. Es un
sensacional creador de canciones, muchas de las cuales explican el siglo XX, no
sólo desde sus versos, sino también desde la partitura, pues el valor artístico
de sus palabras no es superior a sus inspiradísimas melodías. Sin embargo, por
separado pierden mucha categoría unas y otras. Innecesario es enumerar sus
títulos más meritorios, pues son docenas y, además, no es necesario, ya que
todo aquel que tenga un mínimo interés por la música rock podría recitar unas
cuantas de memoria, pero muy poca gente recordaría algo de su obra si ésta
hubiese sido publicada sólo como letra impresa… Por ello, siendo Dylan un
artista sobresaliente, no es lo que se dice un escritor, por lo que premiarlo
como si lo fuera se antoja un desvarío, una ocurrencia.
Se tiene la impresión de que el Nobel
es el máximo al que puede aspirar un profesional, el Gordo absoluto, de modo
que, igualmente, se cree que el jurado es prácticamente infalible. Sin embargo,
esos hombres y mujeres que conforman este cónclave están tan cercanos al error,
a la ventolera disparatada, como cualquier otro. Por ello, estos suecos
buenísimos y estupendísimos explican esta recompensa al Judío Errante (hebreo,
luego católico, después volvió…) “por haber creado una nueva expresión poética”…
Teniendo en cuenta que Woody Guthrie o Pete Seeger engarzaban textos de
carácter social en tonadas folk con gran talento antes de que Dylan naciera,
¿cuál es esa novedad?, ¿en qué se sustancia tal hallazgo? También se ha apuntado como argumento que la
poesía tiene larga tradición de hermandad con la música, y que vates y
trovadores cantaban versos en épocas históricas; es cierto, pero no es
comparable lo que esas artes eran con lo que son hoy, es decir, sería difícil
entender que el premio al mejor coche del año fuese para una preciosa carroza
de caballos.
Como se ha dicho, Dylan es uno de los
más importantes creadores del siglo pasado. Muchas de sus canciones poseen
letras excelentes y de gran profundidad, pero el suyo es un lenguaje musical,
su campo es la música y sus letras no se sostienen sin música, es decir, sin la
partitura se quedarían en poesías urbanas de índole social y costumbrista, con
mérito, pero de ningún modo comparables a los libros de poemas de los grandes
poetas. Dylan publica discos y canta, mientras un escritor (poeta, novelista,
dramaturgo, ensayista…) publica libros y no canta. Las bases del premio lo
dejan bien claro: será “para quien haya producido la obra más sobresaliente (…)
dentro del campo de la literatura”, y Dylan no viaja por ese campo (salvo en
dos ocasiones, pues tiene dos libros publicados, aunque de dudoso valor
literario). Además, si las letras de sus canciones hubieran aparecido en libros
de poemas no hubieran tenido tanta difusión ni las ventas (muchas o pocas) que
logran los poetas más reconocidos; o sea, sin la carga expresiva que la música
les proporciona, esos textos se quedan cojos, pierden fuerza y alma, pues
fueron escritos para ser cantados, no para ser recitados o leídos. Y en fin,
resulta difícil colocar a Robert Zimmerman (su auténtico nombre) en el mismo
plano en el que están la mayoría de los escritores que poseen el Nobel de
Literatura... y viceversa.
Por qué a Dylan?, tal vez para llamar
la atención, para causar un impacto mundial y que todo el mundo hablara de
ello; tal vez para dar la sensación de que están abiertos a todas las
expresiones que tienen que ver con el arte y la cultura; también puede que
pretendieran atraer a los seguidores del rock, que ya es algo mayoritario; es
posible que quisieran presentarse como gente inconformista (las letras de
Dylan, generalmente, lo son), pero el efecto es el contrario, ya que agasajar a
una gran estrella (del rock o de lo que sea) es la esencia del conformismo, es
sumarse a la masa.
En fin, si un músico (lo que es sin
duda Dylan) opta a premios literarios, por qué no un autor de cómic, por qué no
el genial Francisco Ibáñez, cargado de méritos utilizando ese lenguaje que
combina dibujo y texto: millones de personas en todo el mundo se han carcajeado
con sus originales y desternillantes personajes. Si la cosa sigue así, a nadie
debería extrañar si en el futuro se entrega el Nobel de Literatura a un
cocinero del que se dice que su cocina tiene poesía y filosofía; ni de que se
distinga con el de Medicina a un fenomenal carnicero que es un hacha con los
cuchillos y ha inventado nuevos cortes; ni de que un bailarín reciba el Príncipe
de Asturias del Deporte, un novelista el Grammy o, puestos a desvariar, un
caballo el Óscar al mejor actor. Hay quien ya asume que no pasará mucho antes
de que un rapero luzca sus pantalonones ante el sanedrín de la Academia Sueca.
Si aún quedaba algún atisbo de duda,
después de esto puede afirmarse que el rock como concepto ha sido normalizado, definitivamente
domesticado. Algunos de los que lo conocieron en sus primeras etapas y vivieron
sus buenos tiempos, esos que comprando, escuchando y hablando de ese movimiento
se veían en un mundo especial y ajeno a lo establecido, en un entorno nuevo y
poderoso, esos sentirán como si algo se hubiera perdido para siempre.
A pesar de todo, este asunto admite
opiniones, todas respetables. Sea como sea, Bob Dylan tiene razón: los tiempos
están cambiando.
CARLOS DEL RIEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario